Cuando los periodistas sabían escribir sobre protocolo, así, en pasado, porque parece que ahora no lo hacen bien. Al menos esa es la opinión de algunos blogueros de protocolo y eventos que han escrito sobre el particular y que hemos mantenido desde la página web que administro –PBP– señalando con frecuencia ese protocolo mal entendido en forma de «saltos» o «indumentaria», que por esas vías va el tema.
Por eso, cuando encontramos artículos en los que se menciona el protocolo de un acto –ordenación de autoridades y secuencia de la ceremonia- de una forma correcta y rigurosa, nos animamos, aunque tengamos que viajar al pasado para ello.
De eso va el post de hoy, de una crónica que publica La Ilustración Española y Americana de 25 de enero de 1870, de la que además publica un dibujo ilustrativo (que es la imagen destacada de este post). No tenemos el nombre del redactor, una pena, pero leyendo su relato inferimos que sabía de protocolo aunque no era un artículo sobre el particular, por lo que probablemente ignorase lo mucho que sabía.
Un acto de protocolo: la toma de posesión
El 28 de enero de 1869 tuvo lugar el acto de toma de posesión efectiva de unos terrenos. Tan acostumbrados estamos a las tomas de posesión de cargo simbólicas por parte de autoridades que una toma de posesión efectiva de unos terrenos nos suena a chino. Más de uno habrá pensado “se han equivocado de acto, una toma de posesión solo es posible hacerla por parte de personas físicas y siempre y cuando se tome posesión de un cargo” o también “Como siempre, María no tiene ni idea de lo que habla” (hay “gente pa tó” que diría Rafael El Gallo).
A todo esto ¿cómo se puede tomar posesión de un terreno? ¿cómo una institución pública puede tomar posesión de un terreno de otra? Fácil: con el respaldo jurídico correspondiente en forma de decreto y ley. Ahora les explico.
Un decreto para demoler
La Gaceta de Madrid de 27 de octubre de 1869 publicaba un decreto del Ministerio de Guerra (que firmaba el mismísimo General Prim) en el que se ordenaba lo siguiente:
“Considerando que el ensanche siempre creciente de la populosa ciudad de Barcelona exije perentoriamente el derribo del recinto fortificado de su Ciudadela, cuya existencia no aconsejan hoy como necesaria los adelantos de la ciencia de la guerra:
Considerando que para el desahogo de la población conviene asismismo derribar algunos edificios y obras de escasa utilidad.
Y queriendo el Gobierno Provisional que los deseos con tanta perseverancia como energía manifestados por aquellos habitantes acerca de este importante asunto, sean atendidos y satisfechos sin pérdida de momento, he tenido a bien resolver lo siguiente:
Artículo 1º. Se autoriza al Ayuntamiento de Barcelona para derribar el recinto fortificado de su Ciudadela, el fuerte Pío, destacado de la misma, la Cortina de Atarazanas, y los edificios denominados de Junqueras y Jersusalen.
Art. 2º. Se conservarán hasta nueva disposición los edificios que se hallan dentro de la Ciudadela y Atarazanas.
Madrid 26 de octubre de 1869. El Ministro de la Guerra. Juan Prim”
Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado (BOE). Gaceta Histórica
Una Ley para ceder
El 19 de diciembre de 1869 la Gaceta publica una ley mediante la cual se produce la cesión efectiva de los terrenos de la Ciudadela al Ayuntamiento de Barcelona. Firmado por Francisco Serrano y Domínguez, Regente del Reino, el texto de la norma dice lo siguiente:
Artículo 1º. Se cede gratuitamente al Ayuntamiento de Barcelona el solar resultante de la demolición de la fortaleza llamada Ciudadela de aquella capital, que mide una extensión superficial de 608.807 metros, para ensanche de vía pública y con destino a parques y jardines que sirvan de recrero y esparcimiento al vecindario.
Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado (BOE). Gaceta Histórica
La cesión tenía una serie de condiciones en virtud de las cuales el Ayuntamiento de Barcelona: debía destinar los terrenos al uso común de parques y jardines; adquiría la obligación de pagar los gastos de demolición; las indemnizaciones a propietarios y la construcción de un cuartel dirigido a albergar a los soldados que componían la dotación de la Ciudadela.
Ceremonia de Toma de Posesión
La toma de posesión se hizo de forma solemne en el terreno que se cedía, descubriendo una placa y pronunciando unos discursos.
Procesión cívica
Para ir hasta los terrenos se formó una comitiva o procesión cívica que recorrió las calles de Barcelona desde las Casas Consistoriales hasta la Ciudadela. El periodista detalla la composición de esta procesión cívica por corporaciones y en orden protocolario:
Cierre de la comitiva: Batallón de Milicia de Cazadores de Barcelona
- Diputación provincial presidida por el gobernador de la provincia
- Banda de música municipal
- Ayuntamiento de la Ciudad a cuyo frente iba el ministro de Gracia y Justicia acompañado por el alcalde
- Claustro universitario
- Junta provincial de agricultura y comercio
- Algunos representantes de la marina de guerra
- Los alcaldes de barrio
- Varios veteranos y oficiales del Batallón franco de Cataluña
Apertura de la comitiva: guardias municipales a caballo vestidos de gala.
Descubrimiento de la placa
Una vez la comitiva y los invitados estuvieron en los terrenos de los que se iba a tomar posesión, los miembros de la presidencia ocuparon sus puestos en la misma. La zona de la presidencia se hallaba destacada del resto, sobre una tarima o tablado que se había levantado “delante del pórtico en uno de cuyos arcos se había colocado la lápida conmemorativa”.
Abrió el acto el alcalde que habló del objeto de la ceremonia que iba a tener lugar: “ratificar la toma de posesión por el municipio, de la Ciudadela de Barcelona, concedida al pueblo catalán por las Cortes Constituyentes”. Asimismo detalló en qué iba a consistir la ceremonia, indicando que el señor ministro descorrería “el pabellón nacional que cubría la lápida” (¡Sapristi! eso no nos gusta mucho a los protocoleros del siglo XX, el pabellón nacional no es una cortina, pero sus motivos tendrían).
A continuación el ministro procedió a descorrer la cortina, momento en el cual el alcalde pronunció un viva “la soberanía nacional, el ministro y el gobierno” al que contestó el público asistente.
El ministro también pronunció unas palabras que concluyeron con otro viva: “la libertad, la soberanía nacional y el pueblo siempre liberal de Barcelona”.
Finalizó el acto con el himno de Riego y la comitiva se puso de nuevo en marcha hacia su punto de origen.
Conclusión
El periodista da cumplida cuenta de un acto de protocolo. Lo hace de forma correcta y sin obviar ningún detalle. Aquí solo nos hemos fijado en el protocolo en la ordenación de autoridades y secuencia del acto, pero la lectura del artículo ofrece también detalles sobre la organización del evento y su seguridad. Se echa de menos esa forma correcta y precisa de escribir, de ahí el título del post: “Cuando los periodistas sabían escribir sobre protocolo”.