El 13 de agosto de 1843 se organizó un acto solemne para entregar a la ciudad de Sevilla una corona de laurel enviada por la reina Isabel II en premio a la heroicidad y valentía de sus ciudadanos en unos sucesos que se detallarán a continuación. El ceremonial fue doble, primero la bendición y luego la entrega, y lo mismo pasó con el lugar de celebración, el primer acto tuvo lugar en la Catedral y la entrega en el Ayuntamiento.
Por poner el tema en contexto
Una semana larga estuvieron las tropas de Espartero bombardeando Sevilla, entre el 16 y el 23 de julio de 1843, y todo porque los sevillanos no le tragaban ni a él ni a su caballo. Esta frase es un comentario de la autora, la historia real viene a continuación.
Todo empezó en junio cuando los sevillanos salieron a la calle a protestar de forma pacífica vitoreando a la Constitución, las libertades y a Isabel II. El general Espartero -por aquel entonces Regente y a quien, como su predecesora en la Regencia, el tema se le estaba yendo de las manos en su caso por la vía política- envió a la caballería y hubo una masacre. El ayuntamiento, que en un primer momento intentó evitar el enfrentamiento con las tropas, se puso a favor de sus ciudadanos y expulsó de la ciudad a los cargos del gobierno. Don Baldomero se lo tomó bastante mal y envió a las divisiones de caballería a asediar la Sevilla, tal vez pensando que en unos días todo estaría resuelto, pero no fue así. Los sevillanos respondieron y mantuvieron la defensa de su ciudad.
Ante esta situación el propio Espartero se presentó en Sevilla con un gran ejército dispuesto a zanjar el tema negociando la rendición a cañonazos, pero los sevillanos no estaban por la labor y siguieron defendiendo su ciudad a pesar del asedio al que estaba siendo sometida.
El 27 de julio, el ministerio de la Guerra le envió un comunicado a Espartero para que desistiese de su afán apercibiéndole de que, si no cesaba en “una lucha tan sacrílega como inútil”, se atuviese a las consecuencias de ser “declarado traidor a la patria, privado de todos sus honores y consideraciones y entregado a la execración pública de los españoles y la humanidad entera” (Gaceta de Madrid, 28 de julio de 1843).
Al día siguiente el general Espartero salió por piernas del cerco de Sevilla camino hacia el Puerto de Santa María y de allí a Inglaterra, la amenaza de ser pasado por las armas si le pillaban fue acicate suficiente para coger un barco y poner distancia hasta que se calmasen los ánimos. Con el tiempo volvió a España, incluso le propusieron ser rey -propuesta que rechazó- y Amadeo de Saboya le concedió el título de Príncipe de Vergara (1).
Pero no hemos venido aquí a hablar de don Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro, ni tan siquiera de su caballo (que es lo que más nos suena cuando pronunciamos su nombre). Hoy vamos a hablar del doble premio a la valentía de los sevillanos.
La heroica defensa de Sevilla tuvo dos premios en uno
La concesión del título de invicta aparece publicada en La Gaceta de Madrid de 2 de agosto de 1843. El Decreto del Ministerio de la Gobernación concede a la ciudad de Sevilla el título de invicta como reconocimiento a la heroica defensa de la ciudad por parte de sus habitantes. Unos habitantes que redoblaron su valor “a medida que crecía el peligro” y lucharon “con la desventaja de una posición casi indefendible” lo que les llevó a escribir “con su sangre una de las páginas más brillantes de nuestra historia” dando una lección al mundo de que “no hay muro tan inexpugnable como el que forman pechos tan leales como valientes”.
Por todo ello el gobierno, en nombre de la reina Doña Isabel II, decreta lo siguiente:
Artículo 1º. La ciudad de Sevilla añadirá a sus antiguos títulos el de invicta.
Artículo 2º. Sobre sus armas se colocará una corona de laurel, emblema de la que se han adquirido sus bravos defensores.
Gaceta de Madrid, 2 de agosto de 1843.
Una corona de laurel que era una joya
El decreto cumplía, sobre el papel, con el doble premio, por un lado se le concede el título de invicta y otro, que ponga sobre sus armas la corona de laurel. Pero tanto valor requería una corona física y de ella tenemos noticia en La Gaceta de Madrid de 8 de agosto donde se publica la descripción de la corona de laurel que la reina quiere enviar a los sevillanos.
En una gran bandeja de plata, enriquecida con prolijas labores, se ven en su centro grabadas las armas de la inmortal Sevilla, ennoblecida ya con el dictado de invicta que su heroísmo la ha merecido, y ostentando la corona de laurel, cuyo glorioso timbre acaba de añadir a su escudo. En el centro de esta bandeja hay un almohadón regio, de terciopelo carmesí, bordado de oro, sobre el cual está colocada la inmarcesible corona, también de oro, trabajada en la célebre fábrica de Martínez, platería de S.M.
Del punto céntrico de la corona se desprende una aureola luminosa, o sol naciente, cuyas blancas ráfagas simbolizan el brillante sol de la inocencia, que empieza a resplandecer para España; y en campo de oro y en letras de lustre se lee la inscripción siguiente:
ISABEL II
A LA
INVICTA CIUDAD DE SEVILLA
Gaceta de Madrid, 8 de agosto de 1843
Doble ceremonia: bendición y entrega de la corona de laurel
La corona fue enviada a Sevilla acompañada por una Comisión Real de 4 miembros nombrada específicamente para realizar este acto de entrega. Sobre este acto encontramos un documento, que pueden consultar en la Biblioteca Digital Hispánica, cuyo contenido recoge todo el ceremonial que había que seguir -y se siguió según se puede constatar en la Gaceta de Madrid de 19 de agosto- en la bendición y entrega de la corona de laurel. Dicho documento está datado el 11 de agosto de 1843 y firmado por Tomás de Llaguno.
Exposición pública de la corona
Indica el documento citado que el domingo día 13, a las diez de la mañana “se izará en la Giralda el pabellón nacional y se hará una salva de 21 cañonazos” para anunciar al pueblo de Sevilla la exposición pública de la corona. La corona estaba depositada en el centro de la Real Capilla de San Fernando y custodiada por uno de los 4 comisionados que le reina envió a Sevilla con la corona -el duque de Rivas, el marqués de Vallehermoso, el conde de Montelirios y D. Fernando Rodríguez Rivas- que irían alternándose en esta tarea. Una guardia de honor en el interior -compuesta por 8 Capitanes del Ejército y 8 de la Milicia Nacional, mandados por un general y un jefe- y otra en el exterior -compuesta por compañías, una del Ejército y otra de la Milicia-con banderas y música mandadas por un jefe.
Ceremonia de bendición
La ceremonia de bendición comenzó a las 6 de la tarde. Un poco antes de esa hora las tropas cubrirían la carrera desde la puerta de los Palos (en el catedral) hasta el Ayuntamiento, pasando por las calles: Gradas, Placentines, Francos, Culebras, plaza del Salvador, Carpintería, Cerrajería, Sierpes, y plaza de la Constitución.
Dentro de la catedral, en su Sala Capitular, deberían estar reunidos: la Junta de Salvación, la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, el Capitán General, el Jefe Político, el Intendente de Rentas, el Tribunal del territorio, el Cabildo Metropolitano, el Comandante General de Marina y “demás autoridades civiles y militares, corporaciones e individuos que sean invitados al efecto”. Desde la Sala Capitular debían trasladarse hasta la Real Capilla de San Fernando donde ya estarían los miembros de la Comisión Regia para proceder a verificar “la ceremonia de la bendición en los términos que el Ilustrísimo Cabildo tendrá dispuesto de antemano”.
Durante esta ceremonia “habrá repique de campanas y se hará una salva de 21 cañonazos«.
Protocolo en desfile procesional hasta el Ayuntamiento
Concluida la bendición se formó un cortejo procesional para llevar la corona de laurel al Ayuntamiento. Dicho cortejo saldría por la puerta de Palos y atravesaría las calles mencionadas anteriormente hasta llegar al edificio del Ayuntamiento.
El cortejo tenía esta composición:
- Piquete de caballería de la Milicia Nacional
- Piquete de gastadores de infantería de la Milicia Nacional.
- Excelentísimo Ayuntamiento (situándolo en esta posición se aseguraban de que llegasen al ayuntamiento con la antelación suficiente para poder recibir la corona).
- Autoridades invitadas formando filas “por su orden respectivo” (el mencionado al hablar de la reunión en la Sala Capitular).
- Excma. Junta de Salvación.
- Comisión regia con la guardia de honor, que llevaban la corona y la carta de S. M.
- Cerrando la marcha: dos compañías de la guardia exterior y un escuadrón del ejército.
Ceremonia de entrega de la corona
Cuando la corona llegó al Ayuntamiento sus autoridades estaban constituidas en sesión solemne en la Galería de Columnas. Una vez todas las autoridades y personalidades que venían en la procesión ocuparon sus puestos en el interior del ayuntamiento se procedió a la ceremonia de entrega de la corona y la carta de la reina que la acompañaba.
La carta de S.M.
La ceremonia consistió en la lectura pública de la mencionada carta por el presidente de la Comisión Real que había acompañado a la corona hasta Sevilla; entrega de la corona y la carta y palabras del duque de Rivas y el alcalde.
Del contenido de la carta autógrafa de la reina que se leyó en el ayuntamiento tenemos noticia a través de la Gaceta de Madrid de 19 de agosto, que la reproduce en su totalidad. Resaltaremos las frases iniciales en las que la reina agradecía el valor, la lealtad y el patriotismo de los habitantes de Sevilla manifestado en su defensa heroica. Indicaba que la corona que les entregaban debería ser “de hoy en adelante la cimera del antiguo blasón, nunca desmentido, que os concedió el sabio Rey D. Alfonso X”. También pedía la reina que dicha corona fuese bendecida en la catedral “en presencia del Santo cuerpo de San Fernando con la mayor solemnidad y asistencia de todas las autoridades” a lo que añadía que tras la bendición debería ser llevada en procesión y entregada al “el Excmo. Ayuntamiento para que en todos los actos públicos la lleven delante de él dos de sus síndicos”.
Concluía la reina su misiva con un mandato “Esta mi carta, después de leída en público por mis comisionados, quedará archivada con un acta extendida en debida forma de la presentación, bendición y entrega de la corona en el archivo del ayuntamiento”.
Tras la lectura se procedió a la solemne entrega de carta y corona.
Palabras
Para finalizar, uno de los comisionados de la reina que había llevado la corona hasta Sevilla, el duque de Rivas pronunció unas palabras. En el discurso que reproduce íntegro la Gaceta de Madrid de 19 de agosto, encuentro una frase que me suena familiar. Dijo el duque: “antes la muerte mil veces que la esclavitud y la ignominia”, lo que a mí me recuerda muchísimo a “Prefiero morir de pie a vivir de rodillas”, frase atribuida al Che, a la Pasionaria y a Emiliano Zapata (como no está claro quién la pronunció incluyo a los tres en orden inverso a su antigüedad y así no yerro).
El alcalde cerró las intervenciones con un discurso de agradecimiento.
Firma del acta de entrega
Tras las intervenciones se procedió a la firma del acta de la entrega por las autoridades presentes, documento que se extendió “en rica cartulina y escrito en letra bastarda española (…) inútil nos parece decir que es un modelo en su género, y que a pesar de la precipitación con que ha sido indispensable hacerlo, resaltan en él la belleza, la propiedad y la elegancia” (Gaceta de 19 de agosto).
Corona y carta dieron la vuelta al ruedo
Una vez concluida la ceremonia en el ayuntamiento, la corona volvió a salir a la calle, dando una vuelta por la plaza de la Constitución, para que los ciudadanos pudieran aclamarla. La corona era portada por dos síndicos y la carta por el alcalde. “Los vivas y aclamaciones del inmenso pueblo que se encontraba allí reunido se repetían sin interrupción, entretanto que las músicas marciales poblaban el aire con sus entusiastas acentos; una salva real de artillería anunciaba a todos los habitantes de la invicta ciudad, que acababa de terminarse un acto tan grandioso y solemne” (Gaceta de 19 de agosto).
A modo de conclusión
Una página encontrada por casualidad ha dado pie a una búsqueda en la Gaceta de Madrid y a la composición de esta entrada. Desconocía todo lo referente al sitio de Sevilla, al asedio de Espartero y la heroicidad de sus ciudadanos, lo que ha hecho que hoy sepa un poco más de la Historia de mi país. Ni que decir tiene que también se un poco más de protocolo y ceremonial ¡cuantas lecciones tirando de los cabos de una sola página!
¡Buena semana #protocoleros/-as!
Fuentes
Normativa histórica mencionada en el texto, pueden encontrarla digitalizada en la Gazeta Histórica del Boletín Oficial del Estado.
Documento: Ceremonial que deberá observarse en la bendición y entrega de la Corona de Laurel que S.M. la Reina doña Isabel II regala a la ciudad de Sevilla para perpetuar la memoria de su heroísmo (1843). Disponible en la Biblioteca Digital Hispánica
Grabados utilizados para componer la imagen destacada: Corona de pedrería y corona de laurel (François Langlois, 1646) y Estudios de una corona de laurel (Rogelio de Egusquiza, 1894) Disponibles en la Biblioteca Digital Hispánica
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(1) No en vano había sido protagonista del famoso «Abrazo de Vergara», que fue como se conoció popularmente al Convenio de Vergara firmado en 1839 por los generales Espartero y Maroto para poner fin a la primera guerra carlista.