En los años 50 del siglo XX los astros del celuloide internacional se paseaban por nuestras ciudades, en especial por Madrid. Las películas americanas llegaban a nuestros cines y en ellas se podía ver cómo era la vida de relación social en otros lugares del planeta, especialmente en Estados Unidos. Alimentación, horarios, costumbres, moda, ceremonias, etc. aunque muy similares tenían su toque peculiar que las hacía parecer radicalmente distintas.
Las bodas que se veían en las películas americanas estaban llenas de glamour y tenían su toque especial aunque en el fondo la consecuencia era la misma: la unión de por vida de dos personas enamoradas. En el Anaquel tengo un libro –“Etiqueta Masculina, según las normas de Esquire Magazine”, prologado por Wenceslao Fernández Florez (1957- dirigido tanto a quienes quisieran ampliar sus conocimientos (para entender lo que veían en la gran pantalla) como a aquellos que iban a contraer matrimonio en el nuevo continente. Todo ello siguiendo el “estilo y los ritos conocidos a través del celuloide”.
Un novio de celuloide tenía una serie de obligaciones que no podía dejar en manos de otros, y el libro las recoge en las 17 + 1 que les detallo a continuación:
- Gestiones documentales: conseguir los certificados y licencias precisas para contraer matrimonio.
- Hacer la lista de sus invitados a la boda (ya saben, esa pregunta que rompe el iceberg en todo convite bodil “¿tú eres del novio o de la novia?”).
- Elección del amigo que le acompañaría al altar y le prestaría ayuda durante la ceremonia. El best man, ese personaje pulcramente arreglado y vestido -aunque llegue a la ceremonia sin haber pegado ojo por haber estado de juerga la noche anterior- que se sitúa al lado del novio y se ocupa del anillo y otras tareas que detallaremos en un futuro post.
- Elegir el ramo para la novia. Me cuesta imaginar que esto no fuera consensuado con la novia, porque una mala elección podría ocasionar que la boda no se celebrase.
- Elegir a los caballeros que formarán parte de su “escolta”, los que acompañan al best man como las damas de honor a la novia.
- Definir y asignar las tareas que realizarán los caballeros antedichos: acomodar invitados, ayudar a quien tenga necesidades especiales, bailar con las amigas solteras de la novia, etc.
- Buscar alojamiento tanto para su best man como los miembros de su “escolta”.
- Cuidar de la etiqueta de esos caballeros que le acompañarán al altar. Todos deben llevar un traje similar, la misma corbata, botones, zapatos, etc. … y todo eso corría a cargo del novio.
- Hacer un regalo a esos amigos el día que hagan la despedida de soltero.
- Hacer un regalo de boda a la novia, algo bonito (nada de electrodomésticos por muy útiles que sean en su vida futura).
- Pagar todos los gastos de la luna de miel.
- Aportar el anillo de boda, que llevará el best man al altar y le entregará en el momento oportuno (no estará de más recordarle al susodicho que no lo olvide el día de la ceremonia).
- Pagar la ceremonia de la boda (la ceremonia, no el banquete; de lo que se habla aquí es del estipendio del sacerdote y las tasas e impuestos necesarias para casarse si las hubiere).
- Enviar un ramillete de flores a la novia antes de la ceremonia.
- Ser el primero en besar a la novia.
- Aguantar estoicamente junto a la novia las muestras de felicitación en forma de apretón de manos, besos, abrazos, etc. que le dirijan los invitados tras la ceremonia.
- Acompañar a la novia hasta la mesa presidencial del banquete y ayudarle a tomar asiento.
- Despedirse de sus padres en privado, antes de desaparecer de la fiesta rumbo a la luna de miel.
¿Quién no ha visto algún detalle de estos en una película americana? Hemos asistido a tantas bodas a través de las películas que estas costumbres y tradiciones no nos parecen extrañas, pero en la España de los 50 seguro que lo eran.
Fuente imagen destacada: Fotograma de «El padre de la novia»
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