Cae en mis manos, y raudo se dirige al Anaquel, un libro de 1897: Cocina Cómica, de Juan Pérez Zúñiga. Del ojeo y hojeo de la obra extraigo unos consejos de educación social que el autor daba a los comensales de aquel entonces para que tuviesen en cuenta tanto “antes de comer” como “durante la comida”, porque para Zúñiga la comida era “el segundo de los placeres con que contamos los mortales en este valle de lágrimas y de patatas fritas”.
Ya sé lo que están pensando: “¡Oh, nooo! otro post de modales en la mesa”. Pues sí, pero con una vuelta de tuerca. Estoy tan segura de que conocen a la perfección todo lo relacionado con los modales en la mesa, como lo estoy de que nunca lo ven por el lado cómico del tema, y de esto va esta entrada: de humor y modales. Y es que el autor, tanto en los consejos de urbanidad como en las recetas, hace gala de una fina ironía que me ha parecido divertido compartir, por aquello de que “las explicaciones con humor entran mejor” (en el coco, se entiende). Por cierto, esa frasecita se me acaba de ocurrir.
9 consejos de urbanidad con un punto humorístico
Puntualidad. – Cuando a uno le invitan a comer no debe ni llegar media hora antes de la hora indicada, ni 5 minutos después. Se dirige el autor a los tardones y a los rapidillos con estas palabras: “no debes llegar a casa del anfitrión después que hayan servido los postres; pero tampoco antes de que amanezca el día señalado para la comida”.
Auto invitación. – Para aquellos que se presentan en un lugar sin la invitación correspondiente, o se “arriman” al anfitrión y se apuntan en el último momento (vale el consejo también para los que primero dicen que no a la invitación y en el último momento se presentan; o para aquellos que no dicen ni si, ni no y se manifiestan cual espíritu). En ese caso “bueno será que te anuncies con anticipación para que puedan prepararte comida buena y abundante”. Porque aunque el anuncio dice aquello de “donde caben dos, caben tres” es más razonable que coman “cinco donde comen seis”.
¿Se debe informar al anfitrión de las filias y fobias en materia alimentaria? – Si se ha sido correctamente invitado, convendría ponerlo en conocimiento de los anfitriones, no vaya a ser que sirvan con la mejor de las intenciones a un manjar con el que el invitado tiene “embozadas diferencias, quizá odio profundo”. Para estos casos la urbanidad indica que marquemos el plato y, si nos quedamos con hambre, pensemos en saquear la nevera al llegar a casa.
Agasajar al invitado. – El invitado no debe fiarse de frases como: “Vamos a tratarle a usted con toda confianza”, “Por usted no hacemos ningún extraordinario”. Son siempre mentira, seguro que conociendo al invitado los anfitriones han discutido “sobre tus gustos y sobre la oportunidad de sacar a relucir lo mejorcito de la vajilla”.
El puesto en la mesa. – Si no hay puesto indicado y se deja al albur del invitado elegirlo, es mejor sentarse al lado de quien no “tenga por costumbre limpiarse las manos en la ropa del comensal más próximo o escupir sobre él las espinas de los pescados o el hueso de las aceitunas”.
Espera a que te sirvan. – Esta indicación es fundamental para el autor, ya que “jamás se debe [empezar] a comer antes de que haya manjares en la mesa, pues no está generalizado entre los comensales de buen tono el ir a la cocina a catar los platos, en alas de la impaciencia”.
Colocación y uso de la servilleta. – Pide el autor que se use la servilleta ya que “todo lo que no sea limpiarse los labios con las mangas, está bien”. ¿Dónde poner la servilleta? Sobre esto Pérez Zúñiga dice que existen “distintos pareceres”: hay individuos que “desdoblan la servilleta y se la ponen sobre los muslos. Otros se la atan al cuello, como si les fuesen a afeitar”. Pérez Zúñiga deja al lector la elección del lugar en el que ponerla, aunque da unos consejos al comensal para facilitar la elección: “si tienes la corbata rozada o has robado a alguno de los presentes el alfiler que llevas, debe quedar tu pecho tapado con la servilleta, bien atándotela al pescuezo, bien clavándotela a la nuez con disimulo y con una tachuela”. En cualquier otro caso “bien está el blanco cendal sirviendo de sudario a las rodillas”.
Codos fuera de la mesa. – Los codos nunca deben ponerse sobre el mantel “y mucho menos el mantel sobre los codos. Especialmente esto último es de mal efecto”.
Uso de la cubertería. – El cuchillo no se usa para cortar “los caldos ni las salsas” ni se mete en la boca “porque te puedes partir la lengua a lonchas”. La cuchara “se agarra por el rabo (…) y se usa para los líquidos” este consejo no ha de interpretarse de forma literal porque el “Champagne [no se debe] tomar a cucharadas”. El tenedor no sirve para “pinchar los huesos de los mamíferos ni de las aves”, ni se chupan sus púas después de haberlo usado.
Dejo para otro día unos desternillantes consejos sobre cómo comer alimentos difíciles, para no hacer esta entrada interminable. ¡Buena semana, protocoleros!
Fuente del Texto: “Cocina Cómica” (1897) Biblioteca Digital Hispánica.
Fuente de las Ilustraciones: Banquete de Sancho Panza en la Ínsula Barataria y El banquete de Adonibezec, Biblioteca Digital Hispánica.
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