Un gastrónomo -persona aficionada al buen comer- que además es rapsoda -recita versos- y entendido en arte, no se encuentra todos los días. Si además sabe de decoración y servicio de mesa ¡¡es una joyita!! . Pero para joyita el libro: «La gastronomía o los placeres de la mesa«. Poema en cuatro cantos, traducido libremente del francés al verso español por D. José de Urcullu, cuya edición de 1825 pueden encontrar en la Biblioteca Digital Hispánica.
La comida, su abundancia y su esmerado servicio, otra forma de conocer el rango tanto del anfitrión como de quien se sienta a la mesa. El autor menciona a Frans Snyders, a quien se refiere como «gran pintor de cocina» de la escuela flamenca barroca.
Las mesas que reflejaban esos cuadros eran las de la nobleza y la alta burguesía, para quienes una buena mesa, bien provista de alimentos era una demostración de riqueza. Pero también la porcelana y el metal de platos y fuentes, o el fino hilo de manteles y servilletas, hablaban de la riqueza de su propietario. A la mente del autor vienen esas obras de arte cuando se sienta ante una mesa delicadamente adornada y repleta de deliciosos productos que van a ser consumidos.
Les dejo unos versos del gastrónomo rapsoda:
Adornad con un gusto delicado
el comedor, cual sala de recreo,
con grupos de animales y de frutas,
que a los ojos ofrezcan cuadros bellos.
Yo prefiero Snyders, sin duda alguna,
gran pintor de cocina, a todos esos
que han formado la escuela florentina;
y por esto Mercier en nuestros tiempos
en un sabio discurso declamando
de Rubens contra el arte, daba el premio
no al que imitaba la natura bella,
sino a aquel que solía ser más diestro
en pintar un guisado, un picadillo
o asada alguna pierna de carnero.
No permitáis que os sirvan la comida
cuando abandona el sol nuestro hemisferio.
un abuso culpable cada día
va más y más las cenas proscribiendo.
El estómago gime; se abandona
demasiado la mesa; dejad esto
a los que tienen puestos en el día
sus ricos capitales en lo Gremios,
mientras que vanamente para el cobro
esperan mejorados ver los tiempos.
Mas vosotros, que llenos de riquezas
a amarga privación no estáis sujetos,
sentaos a la mesa a mediodía,
y seguid en todo mis consejos.
Mas ¿qué escucho? Madrid contra mí clama,
y parte, grita, rústico grosero,
la aldea es tu mansión. Enhorabuena
allí quiero vivir, do satisfecho
alegre a mi placer habré comido
cuando Madrid en sueño se halle envuelto.
Fuente de la imagen: Bodegón con sirvienta Snyders, Frans. Museo Nacional del Prado
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