Pues sí, tengo preparada la maleta y la mochila, con ropa de verano y de invierno porque a Galicia, aunque haga buen tiempo, hay que llevar el paraguas por si acaso.
Se acerca el 3 de junio, día en el que los jornaleros protocoleros celebraremos nuestra reunión anual, la Jornada de Protocolo, que este año les corresponde organizar a Pilar Muiños y Fernando Ares, el comando Galicia. Lo que empezó siendo una reunión informal se ha convertido en algo más serio, ya vamos por la tercera convocatoria. Digo serio no tanto por un riguroso contenido -que lo hay- si no por el compromiso de quienes en ellas participan, y es que los jornaleros protocoleros son de una pasta especial, acuden al llamamiento sin necesidad de que se abra la convocatoria (antes de que se publicase el formulario de inscripción muchos ya habíamos enviado los datos a Pilar Muiños). Somos así.
Este nivel de compromiso -que se plasma en el número de asistentes- me ha llamado poderosamente la atención desde el inicio de las Jornadas–Quedadas (jornadas hay una al año, quedadas suele haber dos), ya que, en lugar de ir en disminución, va en aumento, lo cual se debe a las especiales características del carácter del jornalero protocolero, y que resumo en estos puntos:
No admite ultimatums del tipo: «estás conmigo, o contra mí».
Le gusta el protocolo, habla de él con naturalidad, expresa sus opiniones en libertad y está siempre «al loro» de lo que se mueve en la red sobre protocolo, lo comenta y lo comparte.
Viaja desde cualquier punto de España -y del extranjero- para pasar unas horas con los compañeros, si las circunstancias lo permiten.
Es abierto y acogedor. En este grupo nadie es extraño, ni el que viene por primera vez; aunque no nos hayamos «desvirtualizado», es como si nos conociéramos de toda la vida; la única condición es que le interese el protocolo.
Tiene muy claro lo que quiere ser y en lo que no le apetece convertirse. Nadie -y menos en protocolo- está en posesión de la verdad absoluta y el conocimiento solo aumenta si se comparte.
Se alegra cada vez que alguien tiene éxito laboral, profesional o personal, y lo hace de forma sincera, porque sabe que puede ser el próximo en verse en esa situación.
Le fastidia que no se valore e incluso se desaproveche el talento, la profesionalidad y la formación en protocolo, y le duele en el alma la impostura.
¿Compartir un fin de semana con gente de estas características? pues si, qué quieren que les diga; no me da pereza preparar la maleta o la mochila, voy a mi tierra y estaré rodeada de personas «de lo más normal».
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