En el Anaquel tengo hace tiempo la Guía de Señoritas en el Gran Mundo (1854) “un Tratado de Urbanidad para la segunda época de la vida” en palabras de su autor J. Manjarrés, abogado, individuo de la sociedad de amigos del país y de la academia de buenas letras de Barcelona (y no porque lo diga yo, si no porque así lo dice la portada del libro).
La mujer y el gran mundo
El libro estaba dirigido a las mujeres, que además de instrucción económica y literaria debían recibir “principios de mundo y reglas de bien parecer para arreglar su conducta al trato de las gentes, y ser las más celosas y observantes de unos y otras”.
Según su autor en la mujer recaía una gran responsabilidad ya que, si se olvidaba de las reglas del bien parecer, “no habrá buen sentido, ni miramiento, ni respeto posible en la sociedad, embruteciéndose sus individuos”.
¿Qué es eso de “El Gran Mundo”?
Antes de leer el libro era de las que identificaba gran mundo con altas esferas sociales; no debía ser la única ya que el autor dice que nada tienen que ver, porque el gran mundo es la vida de relación social “el trato de las gentes modificado por la civilización”. Por ello “abraza todas las relaciones sociales, a todas las gentes, desde el opulento magnate (…) al más solitario labriego; desde el más vicioso (…) al más virtuoso”.
Para tratar con los individuos que pueblan el gran mundo es necesaria la práctica diaria de las “virtudes sociales” que son las que nos hacen adquirir el tacto, la prudencia en el proceder.
Virtudes sociales
La virtudes sociales “nos manifiestan nuestros deberes para con nuestros semejantes”. Entre ellas el autor lista estos dos grupos:
- “Honestidad, modestia y discreción (…) para que nuestra reputación quede bien sentada”.
- “Veracidad, benevolencia y generosidad (…) para hacernos amables y poder ser útiles a nuestros semejantes”.
Las virtudes sociales juegan en la vida social, que consiste en “el sacrificio continuo de nuestra voluntad, de nuestros caprichos y de nuestros intereses personales”. Nadie puede vivir en sociedad pensando que tiene “derecho a obrar sin consideración ni miramiento alguno”.
Buena sociedad
La suma de virtudes sociales e instrucción tiene como resultado la buena sociedad.
La buena sociedad, la sociedad escogida, no es necesariamente la que forman las personas “notables por sus riquezas, blasones o mérito personal” ya que “ni el oro ni el nacimiento, ni el valor, ni la ciencia, ni la honradez misma son circunstancias bastantes por sí solas para que los individuos de la sociedad se guarden mutuamente las consideraciones debidas” La buena sociedad “tiene sus miembros esparcidos en todas las categorías, siendo muy difícil reunir un conjunto homogéneo bajo un mismo techo«.
Buena educación
La buena educación es una imitación de las virtudes sociales, y su finalidad es “suplir los defectos de que la sociedad adolece” ¿su objetivo? “echar un freno a los mezquinos impulsos del corazón y realzar con el barniz más puro nuestras buenas cualidades”.
Lo llamemos como lo llamemos el trato social requiere que seamos amables, solícitos, honestos y discretos; que cedamos y no intentemos siempre imponer nuestra voluntad; que respetemos al otro, etc. Si nos olvidamos de estas indicaciones estamos abocados al fracaso.
Fuente de la imagen destacada: Sweet Emma Morland, John Everett Millais