Mi amiga Maravillas me ha prestado un libro: “Cortesía y etiqueta modernas” de Olga Bauer, publicado por Aguilar en 1956 y de él salen estas doce normas de cortesía por las que no ha pasado el tiempo y también una superstición que, a veces, podría afectar al protocolo de un acto.
A modo de introducción
“Sin buenos modales no se puede vivir entre semejantes. La persona que los posee es una persona bien educada y sabe aplicar las reglas de la cortesía entendida en su sentido más amplio: urbanidad, civilidad, afabilidad y amabilidad”. Eso era cortesía en 1956 y lo es 66 años más tarde. Cuánto la apreciamos y cuánto la echamos de menos.
Marchando una docena de normas de cortesía
“Es muy importante enseñar a los niños a comer y hablar bien. Cuando no hay visita, es bueno que el niño coma cuanto antes con sus padres. Así aprenderá los buenos modales que le inculcarán en la mesa y podrá seguir el ejemplo de los mayores”. Eso de que los niños te vean comiendo rápidamente de pie, pegado a la encimera, no es buen ejemplo. Y que ellos coman en la mesita baja, sentados en el sofá, tampoco. A comer en la mesa, que es donde se enseñan modales, y en familia, recordad que en estos asuntos sois los profe-padres.
“Las cuñadas y los cuñados serán indulgentes los unos hacia los otros y no olvidarán que la urbanidad impone mutuas obligaciones a los miembros de una familia”. Pues eso, que lo de que los cuñados/-as se chinchen mutuamente en la mesa de Navidad mejor lo dejamos para los gags de humor de José Mota.
“Es importante saber inculcar a los hijos la sencillez en los modales y en el comportamiento. Deben aprender a presentarse sin timidez, pero también sin arrogancia”. Yo no les pido que me toquen, me abracen o me den un beso, soy muy simple, solo necesito que me digan estas cuatro letras de nada: “¡Hola!”, y me voy tan feliz.
“Cuando el comensal come con gusto y alaba las finezas de los platos presentados, hace patente su agradecimiento a la dueña de la casa. Sin embargo, no debe exagerar sus expresiones de júbilo en detrimento de la conversación. Tampoco debe comer con exceso, pues el ser gastrónomo no significa ser glotón”. No sé a ustedes, pero a mí si alguien se pasa la cena alabando la comida que le he puesto en el plato, me mosquea cantidad, pienso que no le ha gustado nada y que lo hace para que otro diga: “No exageres” o similar. Claro que lo de que nadie diga ni “mu” cuando me he pasado horas en la cocina para confeccionar ese suquet de rape con patatas, que está para relamer la cazuela, me mosquea todavía más.
“Caso de no poder aceptar una invitación, es preciso declinarla inmediatamente por teléfono, confirmándolo luego por carta y dando las razones para no aceptar el convite. Si a última hora es imposible acudir a una comida que se había aceptado, se excusa uno del mismo modo”. Si es sí desde el principio lo mismo que no es no. En el momento que llega una invitación o aceptas o confirmas, no esperes a que te salga algo mejor, es “muuuuuuuuuuuuuuuuu feo” (en mi caso, a quienes me hacen esa faena dejo pasar un par de ocasiones antes de volver a invitarles, no es que sea mala, es que me han dibujado así).
“Para que una comida resulte agradable es de suma importancia elegir bien los comensales. Se puede convidar a personas que pertenecen a mundos distintos, pero es indispensable que tengan un interés común. Se debe evitar convidar juntas a personas que no están en buenas relaciones, o a las que a todo trance desean acaparar la atención general y no dejan la palabra a nadie”. Hay quien está encantado de conocerse y se pasa la velada hablando de sí mismo, sus logros, sus hijos … muy cansino todo. Esos me la dan con queso la primera vez, luego les dejo cuatro turnos sin invitación, es que no “puedorrr” que diría Chiquito de la Calzada, y mucho menos mis otros invitados. La comida hace referencia a compartir: experiencias, intereses, conversación, etc. para escuchar un monólogo prefiero los de la tele, la verdad.
“El gran arte de la conversación es saber escuchar, tomarse el tiempo necesario para reflexionar y dar la oportunidad al interlocutor de valerse de un tiempo de silencio para recapitular sus pensamientos. La conversación no debe nunca ser un monólogo, sino permitir el intercambio de ideas y de expresiones”. Conversar requiere también hacer turnos: yo te escucho, tú me escuchas; si te pido un favor no me des un consejo y vamos a hablar, no a cotillear.
“El obsequio debe ser elegido al gusto propio. Es una equivocación dar una cosa que le parece a uno fea considerando que al obsequiado le agradará porque tiene “mal gusto”. Es muy elástica esta fórmula y, en caso de que fuera verdad, se debe hacer lo posible para mejorar el gusto, para elevar el sentido artístico de los demás”. Yo añadiría: no se regala lo que te han regalado a ti porque no te gusta; eso está fatal (salvo que lo ofrezcas, diciendo aquello de: “me lo han regalado, pero no me veo con ello; si lo quieres, tuyo es”).
“Al entrar en la sala de espera [de una consulta médica] se dirigirá un saludo a las personas presentes y se tomará asiento. En la sala se debe guardar silencio y evitar hacer ruido. Si se encuentra con un conocido, la conversación debe ser en voz baja y será breve, sin citar nombres de tercero ni discutir los métodos del médico. Al coger una revista o un periódico, se hojeará con cuidado sin arrancarle las páginas ni hacer dibujos”. Guardar silencio es estar calladito. Hoy día hay que extender la recomendación al uso de los móviles: no se dan recetas de alubias a la riojana (que se acaban de ver y recortar en la revista que está a disposición de los pacientes) ni se resuelven problemas de matemáticas a los niños, lo otros pacientes estamos allí porque estamos malitos, y escuchar esas tonterías nos pone más enfermos aún.
“En cuanto a la vida profesional, la etiqueta es equivalente a honradez profesional, sentido de la responsabilidad, exactitud, compasión y caridad. La persona altruista y compasiva es bien educada por antonomasia”. Pues eso queridos, que estamos allí porque os necesitamos y además os pagamos, no hay motivo para maltratarnos. Cuando los profesionales somos nosotros seamos honrados y responsables.
“Es natural que los padres se interesen por los estudios de sus hijos y se enorgullezcan por sus progresos, pero es ridículo si proclaman a los cuatro vientos sus éxitos y hacen alarde de sus dotes excepcionales”. A menudo, cuando escucho a algunos padres hablar de sus hijos me parecen tan fantasmas que me dan ganas de regalarles la sábana y los grilletes. Nunca había visto tal cantidad de niños con altas capacidades intelectuales, los que antes llamábamos superdotados. Estoy hablando de los de “mi hijo es superdotado, no le veo abrir un libro y ahí está, ha pasado de curso” (lo que nada tiene que ver con las altas capacidades) eso sí, se olvidan de completar la frase con un “con dos asignaturas en la mochila”. Que no decaiga, con la nueva ley lo van a tener más fácil aún.
A modo de cierre
“Las personas egoístas son, frecuentemente, maleducadas. Es que no piensan más que en sus propias satisfacciones y no se preocupan de los demás. Así se demuestra, una vez más, que la cortesía es, en cierto sentido, don del corazón y que las personas bondadosas dominan naturalmente el arte de la urbanidad”. He de reconocer que un poco egoísta soy, y ahí lo dejo.
Una superstición que afecta al protocolo ¿o no?
“Existen supersticiones referentes a la sal y al vino vertidos en el mantel. Es un gesto poco fino, que hace tanta gente, el echar la sal por su espalda o llevar el dedo empapado en vino a su cuello para evitar la mala suerte, debiéndole eludir. Otras supersticiones, tales como los cuchillos cruzados o las tijeras abiertas, tampoco deberían turbar a personas formales” PERO “En cuanto a los trece comensales alrededor de una mesa, es mejor tratar de evitarlo, puesto que desagrada a bastantes personas”. Vamos a ver, o no somos supersticiosos porque es una tontería, o lo somos aunque lo sea y evitamos el número 13. Eso de “No soy supersticioso pero el 13 me da yuyu” es una mentira, eres supersticioso y no pasa nada. Para evitar a otros como tú y mirando por el lado protocolario del asunto, cuando estés ordenando procura saltarte el número con gracia, como hace una amiga mía para quién el 13 es un 12+1 y en los listados siempre lo escribe tal cual. Si eres el destinado a ocupar el puesto 12+1 piensa en él de ese modo y procura no importunar a quien te ha asignado ese lugar.
Fuente imagen destacada: PIXABAY.
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