He robado el proverbio a Machado y lo he manipulado de manera un poco burda de forma que cuadre con lo que quiero contar y que está relacionado con el comportamiento social, los modales, la buena educación, la urbanidad o como quieran llamarle. Les parecerá una tontería pero creo que hay personas que confunden favor con consejo. Me refiero al emisor del favor o del consejo, no a quien con toda su buena educación pide cualquiera de ellos, pues ese, con toda seguridad, no confunde los términos.
Si consultamos ambas palabras en el diccionario de la Real Academia vemos que la diferencia es clara, una cosa prestar ayuda y otra manifestar una opinión.
Favor: “Ayuda o socorro que se concede a alguien”.
Consejo: “Opinión que se expresa para orientar una actuación de una determinada manera”.
Ni que decir tiene que en el kit de modales básicos de quien pide un favor o solicita consejo (es decir, quien será el receptor de cualquiera de ellos) está aquello de: pedir por favor y una vez se obtiene lo que se pide, dar las gracias, al emisor del favor o consejo. Hasta ahí estamos todos de acuerdo ¿verdad?
Les cuento todo esto porque en el transcurso de los últimos meses me he encontrado en la tesitura de pedir un favor (que necesitaba) y encontrarme con un buen consejo (que no necesitaba). Y eso no me ha sucedido una vez ni dos… han sido varias (desgraciadamente no les puedo poner el/los ejemplo/s real/es porque no estaría bien).
Les pongo un ejemplo para explicarme: los vecinos y la sal. Estamos haciendo la comida y nos damos cuenta de que no tenemos sal; llamamos a la puerta de los vecinos y les pedimos por favor una pizca (así es como pone en las recetas). En lugar de darnos la sal la vecina nos informa de los perjuicios de la sal en el organismo y nos aconseja que no la tomemos porque nos puede subir la tensión e incluso darnos un infarto, etc. Dando las gracias nos despedimos y volvemos a casa, SIN LA PIZCA DE SAL.
Frustrante ¿verdad?
Aunque el ejemplo es un poco chusco realmente muestra mi frustración cuando pido un favor y me largan un consejo. Conste que los favores que pido están relacionados con la experiencia profesional o conocimientos del emisor o emisora del mismo (no pido moneda corriente ni esfuerzo físico).
Dice mi alter ego que no me queje y que eso se arregla no pidiendo favores, afirmación con la que no estoy de acuerdo. Pedir favores es innato a nuestra especie, la vida en sociedad se basa en ellos, en obtener ayuda cuando se necesita y prestarla de igual manera. Gracias a eso nos relacionamos y se ponen en juego los modales, la buena educación, las normas de urbanidad, etc. Bien pensado, si se refiere a no pedir un favor a quien me ha dado un consejo a cambio … estoy totalmente de acuerdo.
Espero que la próxima vez que pida un favor la cosa cambie y no tenga que usar el título de esta entrada – solo el necio confunde favor y consejo– para resumir mi frustración.
¡Buena semana, protocoleros!
Imagen destacada: Conmongt en Pixabay
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