Una distinción es un honor que se concede a alguien por concurrir en el algún mérito que lo hace destacarse de los demás y lucirla con distinción es lo mínimo que merece ese reconocimiento. Parece ser muy difícil lucir una distinción (condecoración) con distinción (elegancia), ejemplos tenemos en la prensa con bastante frecuencia. Por un lado, hay quien confunde la condecoración con un adorno o incluso con un complemento a la indumentaria que se viste y así, la distinción acaba adaptada al modelo que se luce. Y por otro, hay quien la lleva como si se le hubiera caído encima, a la “remanguillé”; al llevarla mal, se nota la incomodidad de quien la porta y no digamos de quien observa.
¿Por qué hablo de condecoraciones? Pues porque ayer fue el día de la Inmaculada, detalle a tener en cuenta cuando se habla de condecoraciones pues no hay que olvidar que “La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III … la más alta de las Órdenes civiles españolas y … (de) las más antiguas de las que actualmente se conservan en el mundo” (E.M. del Real Decreto 1051/2002, de 11 de octubre) luce en la insignia una imagen de la Purísima Concepción.
Carlos III y su orden
La Real y Distinguida Orden de Carlos III fue instituida por el rey que le dio su nombre, mediante Real Cédula de 19 de septiembre de 1771. Dicha Orden se puso bajo los “divinos auspicios de esta celestial protectora” al ser el monarca muy devoto de la misma desde su infancia.
Leyendo las reglas y disposiciones que se reflejaron en sus constituciones primitivas encontramos no solo su descripción, si no también el modo de lucirla y si nos paseamos por el Museo del Prado, algún notable encontraremos que la luzca comme il faut. Yo he encontrado al Conde de Guaqui.
Distinción con distinción
“Las insignias de los Caballeros Grandes Cruces será una banda de seda ancha, dividida en fajas iguales, la del centro blanca, y las dos laterales de color azul celeste, terciada desde el hombro derecho a la faltriquera izquierda, uniendo sus extremos un lazo de cinta angosta de la misma clase, del que penderá la Cruz de la Orden”.
La insignia “será de oro de ocho brazos iguales entre sí, que rematen en otros tantos globos lisos; en sus contornos tendrá una fajas de esmalte blanco, y en su centro llamas de azul; entre los brazos cuatro flores de lis de oro; sobre puesto un escudo ovalado, su campo esmaltado de amarillo claro con refajas amarillas más oscuras, y en la parte exterior una orla de esmalte azul, colocada en el la imagen de la Concepción, de relieve, cuyo manto será esmaltado de azul con estrellas de plata, y la túnica y la media luna blanca”.
“En el reverso tendrá otro escudo sobre esmalte blanco, y en el centro la cifra de Carlos Tercero, con la inscripción Virtuti et Merito en su contorno, ambas de esmalte azul. Penderá de una corona o guirnalda de laurel, cincelada de solo oro y colocada en los dos globos superiores, en la cual enlazará el anillo por donde ha de pasar la cinta”.
“Asimismo llevarán cosido sobre el costado izquierdo de la casaca el escudo correspondiente, que será una cruz de ocho puntas con cuatro lises entre sus brazos, bordada de hilo y lentejuelas de plata; en su centro un óvalo de la misma materia con la imagen de la Concepción, bordada de sedas y a los pies de esta la cifra de Carlos Tercero, con el lema Virtuti et Merito”.
El conde y su distinción
Si leemos las constituciones al tiempo que contemplamos el retrato de Juan Mariano de Goyeneche y Gamio III conde de Guaqui, pintado hacia 1910 por Daniel Hernández Morillo y que encontramos en el Museo del Prado, podemos concluir que la distinción se luce con distinción. Incluso aunque el conde viste el uniforme de la Orden de Santiago, lo que centra nuestra atención son esas dos bandas, una de ellas la de la Real Orden de Carlos III.
Fuente del texto entrecomillado: Constituciones de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos Tercero, instituida por el mismo Augusto Rey a 19 de setiembre de 1771 Biblioteca Digital Hispánica
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