El teatro durante el Siglo de Oro se convierte en el espectáculo por excelencia en una época en que no hay otros espectáculos con el mismo grado de organización y reglamentación, según Deleito y Piñuela: “El poder público, por medio de sus órganos adecuados, y las entidades locales, intervenían de modo activo y minucioso en el régimen y en la marcha de los espectáculos escénicos”, lo que llevó a un cuidado celoso de que “las comedias no contuviesen cosa contraria a la sana moral y las buenas costumbres, ni doctrina herética o perniciosa”
Teresa Ferrer Valls señala que “la historia del espectáculo teatral está unida a la historia del fasto, de la fiesta, tanto en su vertiente pública como privada religiosa o profana, ligada al calendario litúrgico o fruto de circunstancias y acontecimientos diversos. Durante el Siglo de Oro la fiesta adquiere una dimensión teatral sin precedentes. La vida misma se impregna de una teatralidad, de un afecto por el gesto, por la imagen cifrada y el concepto alambicado”
El teatro se convirtió en el gran aliado de la monarquía y del absolutismo monárquico en el que aquella descansaba, llegando a sus más altas cotas en la representación de los valores de la corte, difundiendo su legitimación y aspiraciones, defensa de la fe y conservación de la cristiandad. Utilizándose como instrumento para propagar la sacralización, reputación y autoridad del soberano.
Los autores de teatro, dependientes de los grandes señores e incluso del rey, trabajaban en la defensa y exaltación de la monarquía y el afianzamiento del orden monárquico-señorial; su objetivo educar al público socialmente, mediante obras rebosantes de ideología política y religiosa. En palabras de Maravall: “Teatro y vida están constantemente entrelazados. La vida real se ve testimoniada en el teatro, aunque no de una manera directa e inmediata. La acción moldeadora del teatro nos dice lo que hay que corregir en la sociedad y se propone difundir aquellos comportamientos que deberían ser propios de una sociedad dada, antes de verse en una situación de crisis”.
La representación teatral fue utilizada por los grupos dominantes, los privilegiados del viejo sistema y quienes estaban a su servicio, para llevar a cabo una campaña de contenido ideológico con el objetivo de mantener el orden recibido y reforzar su resistencia, dada la gran capacidad del teatro para promover adhesión y conducir hacia comportamientos de defensa cerrada de cualquier idea. Vemos como aparecen de nuevo la propaganda y la manipulación.
Había que educar al pueblo haciéndole ver que existían otros niveles de cultura que estaba obligado a respetar y no aspirar a ellos, aceptando como natural el estado social heredado. Se quería evitar la movilidad social sujetando a cada uno en el oficio de sus padres, conteniéndolos en su puesto, aunque permitiendo algunos desplazamientos ascendentes que no rompiesen las barreras estamentales, señalando perfectamente los límites de las mismas y regulando la adscripción de cada individuo a su estamento (la sangre, la herencia, el valor, la riqueza…).
Continuará
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