Lo de integrar a los niños en la vida social de los padres no es algo exclusivo de este siglo en el que vivimos. Siempre se ha intentado. A principios del siglo XX los básicos del comportamiento infantil se recogían en manuales, las famosas Cartillas de Urbanidad, que ayudaban a los padres en la educación de los hijos; hoy en día seguimos aplicando muchas de aquellas indicaciones, que hemos ido adaptando con el paso del tiempo, en este post veremos algunas. La tarea de educar a los hijos, enseñarles las normas básicas de comportamiento, depende de los padres y del respeto a esas normas dependerá su integración en la vida social de sus progenitores.
Veamos lo que La Cartilla Moderna de Urbanidad, de la editorial F.T.D. de Barcelona decía al respecto en 1929 (tanto en su versión para niños como en la de niñas) para tres momentos en los que el niños “socializaba”, acompañando a sus padres, y que podemos traer a la actualidad ligándolo con lo que decía en el post «¡No sin mi hijo”, que publicaba PBP la semana pasada. Comprobaremos que los básicos se siguen manteniendo.
Visitas
Los niños de principios del XX hacían visitas si acompañaban a sus padres o estos les daban permiso para visitar a algún amigo.
Las recomendaciones eran que el niño visitante fuese bien aseado y limpio; saludase con afecto a los conocidos, formalmente a los desconocidos y “muy atentamente a todos”.
Dos cualidades muy admiradas eran el saber callar y saber escuchar, respondiendo siempre si le preguntaban.
Lo más criticado era: meterse en las conversaciones de los adultos, no saber estarse quieto, toqueteando todo y recordar constantemente a su su madre que se aburría y quería marcharse.
En ceremonias religiosas
Debía mostrar recogimiento y respeto “procurando no distraerse (…) dejando ir la vista a todas partes”. Su comportamiento requería el guardar una postura “según le hayan enseñado en casa o en el colegio”. En ningún caso se separaría de sus padres.
Recomendaba especialmente que no charlase en voz alta con los que tenía alrededor; correr o hacer ruido acomodándose en los bancos o bostezar si la ceremonia le aburría.
Viajes
Se esperaba que el niño soportase las incomodidades del viaje a la vez que se recomendaba que el niño no molestase a nadie: poniéndose de pie en los asientos, quejándose de todo o esperando que los otros viajeros atendiesen a sus demandas. El niño debía evitar pretender ser el centro de atención “abusando sin miramiento de la bondad y de la condescendencia de los viajeros” convirtiéndose en un tormento para sus compañeros de viaje.
También se esperaba de él un trato cortés para con los empleados de los transportes públicos.
Como podemos comprobar no se pide nada que nos sea extraño, simplemente cumplir unas normas básicas ¿somos capaces de enseñarlas?.
Fuente de las Imágenes
- Los libros (2) Cartilla Moderna de Urbanidad para niños y para niñas, 1929