Ninís, ese término «políticamente correcto» que utilizamos para referirnos a quienes ni estudian ni trabajan -pero viven mejor que quien estudia y trabaja- en lugar de llamarles directamente «vagos» o «vagas», no es algo reciente. Lo único reciente es el término, porque la holgazanería es tan vieja como el ser humano. Lo bueno y lo malo de esta época de medios digitales y aprendizaje a través de twitter es que creemos que todo tiene su origen en este preciso instante y que los Ninís son fruto de nuestro tiempo.
Los Ninís del siglo XXI son fruto del tiempo en que nos ha tocado vivir, una época en la que ambos progenitores trabajan y procuran darle a su hijo todo lo que pide -no vaya a frustrarse- o desea. No hay tiempo para ocuparse de su educación, acompañarle en su formación e inculcarle la necesidad del esfuerzo para conseguir las cosas. Vamos a practicar la empatía, poniéndonos en su lugar: si a mi me solucionasen la vida diaria y me pagasen sin tener que ir a trabajar ¿iría? pues esto es lo mismo. ¿Para qué me voy a esforzar si tengo lo que quiero antes incluso de pedirlo?.
Antes a los Ninís se les llamaba «vagos«, «holgazanes«, «perezosos«, ahora esos términos son tachados de peyorativos, políticamente incorrectos y quien los usa puede ser tachado de «carca» y «retrógrado», por todo ello pronto caerán en desuso, ya verán.
Niní en 1369, una «profesión» de riesgo
Como les decía Ninís ha habido siempre, otras épocas tuvieron sus «ni trabajo, ni estoy ocupado» (porque lo de estudiar tampoco es que estuviera al alcance de todos) y debía ser tal el número de gente sin oficio ni beneficio, ni ganas de hacer nada, que se dictaron normas para corregir la situación. Claro que para ver una situación aparentemente similar en una época remota hay que mirar a esa época con perspectiva histórica, no con los ojos del 2018.
Vamos a ir a mediados del siglo XIV, Enrique II dicta una norma -que la Novisima Recopilación recoge en su Tomo V, Libro 12, Título XXXI «De los vagos y modo de proceder a su recogimiento y destino«- cuya lectura me ha hecho pensar en los Ninís y la suerte que han tenido naciendo en el siglo XXI.
«De los vagos grande daño viene a nuestros reynos, por ser en ellos consentidos y gobernados muchos vagamundos y holgazanes que podrían trabajar y vivir de su afán y no lo hacen; los cuales no tan solamente viven del sudor de otros sin lo trabajar y merescer, más aún dan mal exemplo a otros que los ven hacer aquella vida, por lo qual dexan de trabajar y tórnanse a la vida dellos; y por esto no se pueden hallar labradores y fican muchas heredades por labrar«.
No se ustedes pero yo aquí veo el retrato de un Niní que conozco, vago hasta más no poder, que vive parasitando a sus padres, no estudia, pero que no le mencionen ponerse a trabajar (porque no sabe hacer nada y no le apetece hacer nada); eso sí, no le faltan móvil y tablet de última generación y una infinidad de productos tecnológicos cuyo nombre ignoro. Se ha ido rodeando de una troupe de amigos como él, así que el ejemplo ha cundido. Por cierto, puede ser un él o una ella.
¿Cómo eran aquellos Ninís?
«Por ende Nos, por dar remedio a esto, mandamos y ordenamos que los ansí anduvieren vagamundos y holgazanes y no quisieren trabajar por sus manos, ni vivir con señor, si no fuesen tan viejos y de tal disposición, o tocados de tales dolencias que conoscidamente parezca por su aspecto, que son hombres y mugeres que por sus cuerpos no se pueden en ningunos oficios, proveer ni mantener«
El Niní que nos ocupa y que preocupaba a Enrique II, era un joven -hombre o mujer- en edad de trabajar o estar ocupado en algo y con capacidad física para hacerlo, que no quería realizar trabajo físico ni servir a nadie. Teniendo en cuenta la edad media de entonces, hoy estaríamos hablando de un joven en edad de estar cursando una carrera o buscar un primer trabajo.
El triste destino de un Niní en 1369
«Que todos los otros hombres y mugeres así vagamundos que fueren para servir soldada o guardar ganados, o hacer otros oficios razonablemente, y no quisieren afanar ni servir a señor, que qualquier de los nuestros reynos los puedan tomar por su autoridad, y servirse de ellos un mes sin soldada, salvo que les den de comer y de beber».
El triste destino del Niní empezaba por un castigo a trabajo obligatorio como soldado o pastor -durante un mes- solo por la comida. En nuestros días podría ser un «recoge tu cuarto y haz las tareas de la casa durante un mes, sin paga de fin de semana ni barra libre diaria de ordenador y juegos«.
El Niní medieval podía negarse al trabajo forzado, lo cual no era muy recomendable porque recibía castigo físico «y si alguno no los quisiese así tomar, que la justicia de los lugares haga dar a cada uno de los vagamundos y holgazanes sesenta azotes y los echen de la villa«. Hoy esto no es de aplicación, los castigos físicos están -afortunadamente- eliminados y lo de echarlos de casa … tampoco estaría bien «con estos fríos y tu hijo en la calle«, va a ser que no. Pero si se puede ir un paso más allá, algo como: «no hay vacaciones» (y yo como padre/madre me quedo contigo, claro) ¿Están dispuestos los padres a semejante sacrificio? (cri, cri, cri).
Rascando el bolsillo del contribuyente-juez
No castigar a un Niní por quien tenía autoridad para hacerlo podía suponer una pena económica para el juez que no tomaba medidas «y si las Justicias así no lo hicieren, que pechen por cada uno de los dichos holgazanes seiscientos maravedís para nuestra Cámara y los doscientos maravedís dellos para el acusador«.
Fuente: Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo V. Consultada en la web del BOE
Fuente ilustración: Vida y hechos del pícaro Guzmán de Alfarache. Biblioteca Digital Hispánica
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