Museos y modales es el post que abre la vuelta al cole tras las vacaciones en este blog y relata la experiencia personal de la autora de estas líneas cuando a principios de agosto visitó estos tres museos: El Prado, Thyssen y Caixaforum, para ponerse al día con cuatro exposiciones: «Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia«; «El gabinete de descanso de Sus Majestades«; «Balenciaga y la pintura española» y «Opera: pasión, poder y política«.
Un museo, como cualquier espacio público en el que las personas realizan una actividad, requiere poner en juego nuestros más exquisitos modales, a lo que hay que añadir el motivo que nos lleva al museo: realizar una actividad cultural. Esos dos condicionantes tienen que ayudarnos a fijar nuestro objetivo: no “chafarle” la visita al prójimo.
Podríamos hablar de dos tipos de modales en el museo; por un lado aquellos que ayudan a la convivencia con otros seres humanos interesados en el arte o lo que sea que allí se exponga y y por otro, los modales hacia las propias obras de arte (que aunque no lo crean también los hay).
Vayamos por partes.
Modales para la convivencia con otros seres humanos
Me vienen a la cabeza cosas como:
No saltarse la cola, o lo que es lo mismo: respetar el orden de acceso. Siempre hay algún individuo o individua que, al ver a una serie de pacientes seres humanos haciendo cola para acceder a una sala cuando se abra su turno, piensan que son unos figurantes colocados allí por el propio museo para que hagan bulto; para dar a la exposición cierta importancia. Ese individuo o individua pone proa hacia la entrada e intenta colarse de forma descarada. Dependiendo de cómo tengamos el día los que hacemos cola pueden pasar dos cosas: podemos ir por la vía educada e indicarle amablemente que se vaya al final o soltarle un “Oiga joven, a la cola que dan pesicola” (expresión que en boca de una venerable anciana resulta bastante divertida … ¡doy fe!).
No invadir el espacio de quien va delante de nosotros, urgiéndole a que nos deje ocupar su lugar echándole el aliento en el cogote.
No eternizarnos delante de una obra (aunque sea la única que hayamos ido a ver). Hay quien se para ante un cuadro o una pieza de arte como si fuera la única en la sala y la tuviera toda la tarde para él o ella en exclusiva. En exposiciones temporales muy concurridas esta conducta interrumpe el flujo de visitantes.
Hablar con quien nos acompaña en el tono más bajo que podamos utilizar. Hay a quien le gusta contemplar la belleza en silencio y no escuchando el relato de las vacaciones de quien le sigue o lo que es peor, una conversación a través de un teléfono móvil.
No quejarse constantemente de la cantidad de gente que hay … porque los demás pueden estar pensando exactamente lo mismo de nosotros.
Estar atento a las personas con necesidades especiales, si alguien va en silla de ruedas intentemos no ponernos delante de él o ella, para que pueda ver los cuadros sin problema.
Seguir las indicaciones del personal del museo que hay en la sala.
Modales para la contemplación de las obras de arte
¿De verdad hay unos modales hacia las propias obras de arte u objetos que forman parte de una exposición? No me he vuelto loca, pero creo que sí.
A la entrada de la exposición hay siempre un panel con indicaciones generales. Una de ellas se refiere a si se puede o no hacer fotos. En caso de duda se pregunta al personal, pero si el personal te ha dicho “Fotos no” “No photos” esas dos palabras solo pueden tener un significado: que no se pueden tomar instantáneas de las obras con ningún medio.
Y para muestra dos botones: en la exposición de Fra Angelico en el Museo del Prado. Unas señoritas muy amables a la entrada nos recordaban -en varios idiomas- que no se podía hacer fotos. Imposible no oírlo, porque a cada uno de los que íbamos pasando nos lo iban recordando. Pues una buena mujer, móvil en ristre empezó a hacer fotos nada más entrar en la sala. Obviamente vinieron a recordarle -en varios idiomas- que no se podía hacer fotos. A lo que la susodicha respondió en castellano perfecto: “Pero esto no es una cámara fotográfica, es un móvil” y, haciéndose la ofendida, añadió “ya lo podían decir a la entrada”.
En la exposición Balenciaga y la pintura, en el Museo Thyssen, se podía hacer fotos de los trajes pero no de los cuadros, y así lo recordaban a la entrada … eso no fue obstáculo para que una señora refugiada tras su acompañante hiciese fotos ¡¡solo de las obras de arte!! . Yo le hubiera dicho: «Buena mujer, si tiene usted un catálogo interactivo en la web con unos colores magníficos …» ¡Santa paciencia!.
Dentro del respeto a las obras de arte -que es una muestra de buenos modales ¿verdad?- está el no tocarlas. Los objetos expuestos no se tocan. A mi me ocurre que, en las exposiciones, huyo de los eruditos (ya saben ustedes, esos acompañantes que saben todo y más de la obra que contemplan y dan una conferencia gratis a sus amigos y de paso a todo el que está en las inmediaciones). Reconozco su sabiduría y, como la mía no está a la par, huyo. Una de estas eruditas, porque era de sexo femenino, estaba soltando su discurso sobre el color y la textura en los cuadros de Fra Angelico y ni corta ni perezosa puso su garra encima de una pintura de 600 años. Rauda y veloz llegó la funcionaria a decirle “no toque la obra”, la erudita, lejos de avergonzarse y guardar su mano en un bolsillo, soltó aquello de “es que yo soy una experta” ¡con un par!.
Lo dejo aquí, recordando a todos la importancia del respeto a los demás y a las obras cuando se visita una exposición. Museos y modales se titula este post, pues pongamos los segundos al servicio de los primeros para que todos los visitantes nos lo agradezcan.
Fuente foto destacada: capturas de pantalla de las webs de las exposiciones reseñadas en texto.