Los denominados Espejos de Príncipes eran obras que recogían un conjunto de directrices morales y de gobierno dirigidas a inspirar la actuación de un buen soberano cristiano; en ellos se incluían referencias a aspectos muy diversos de la educación del futuro rey, destacando la Corte y la Administración. Aunque presentados como obras dirigidas a la educación del príncipe, los Espejos constituyen una reflexión genérica sobre el poder y su ejercicio sobre la base de esta premisa: una parte importante de los problemas políticos se podrían resolver contando con un rey que se ajustase a un ideal ético, pensando que el reino reflejaría su imagen.
Entre las obras especulares más destacables se encuentran: El Libro de los Doze Sabios; Flores de Filosofía;El Libro de los Cien Capítulos; Los Castigos del rey don Sancho IV;Speculum Regum y el Vergel de los Príncipes.
La Edad Media es su época de apogeo y, aunque la finalidad y objetivos de todos ellos son similares, su contenido recoge influencias orientales, que se manifiestan en la preocupación por aspectos ético-morales, y occidentales en las que destacan más los aspectos ético-políticos.
Las disposiciones de los Espejos parten de una idea: la existencia en el ser humano de una inclinación natural al mal, ante la cual es imprescindible la actuación del rey. La legitimación del poder real se fundamentaría de esta manera en el desamparo de sus súbditos, que necesitan a un hombre que les dirija y les guarde del mal, que corrija y vigile la comunidad, como señalan estas palabras de El Libro de los Cien Capítulos “el rey es guarda de la ley e enderesçamiento del regno”.
¿Cómo debería ser el rey cuya imagen reflejaba el espejo?: virtuoso, valiente, humilde, paciente, noble, cortés, misericorde; debería evitar la soberbia, cobardía, flaqueza, codicia, avaricia, envidia y mentira. Su actuación debería estar siempre guiada por el temor/amor a Dios.
Esa imagen, dechado de virtudes, debería ser asimismo la de un rey sabio, para ello los Espejos se ocupan de la formación intelectual, recomendando el aprendizaje de gramática, lógica, retórica, latín, filosofía y teología, buscando formar un rey erudito, ya que “rey sin letras e sin sabiduría es tal como el asno coronado”, según rezaba una máxima de la época. La sabiduría serviría de guía en la administración de la justicia y la política general del reino.
La justicia es el atributo por excelencia de la realeza, “Rey es justicia” señala El Libro de los Cien Capítulos, es el único instrumento capaz de corregir esa inclinación natural del ser humano al mal, lo que la hace necesaria para la paz, sosiego y tranquilidad del reino.
Por otro lado la imagen del rey ha de ser necesariamente religiosa, el rey es el representante de Dios en la tierra, que es rey por la gracia de Dios, ahí está la legitimación de su poder. El rey cristiano cumple con sus deberes religiosos y defiende a la Iglesia, no solo la religión, sino también la fe y los clérigos, a quienes proporciona rentas y construye iglesias. Dentro de sus deberes cristianos ha de proteger a los que más lo necesitan e incorporar, mediante la conquista, nuevos territorios a la fe de Dios.
¿Cómo articulan los Espejos las relaciones del rey con su reino?. El rey era señor de su reino, para desempeñar el poder real era condición básica ejercer señorío y ser reconocido como señor. Los Espejos recogen ese vínculo rey-reino por medio de alegorías: el rey es la cabeza, el alma, el corazón del reino; los súbditos son el cuerpo, y dentro del mismo las manos son los nobles, los sentidos los alguaciles, y los escribanos la lengua. De esta forma se integraba a los súbditos en el cuerpo del reino, dejando de tener autonomía propia ya que lo que primaba era el interés colectivo.
El cuerpo obedecería siempre a la cabeza, el deber del súbdito hacia el rey era: guardarle, honrarle, servirle, incluso morir por él con el fin de defenderlo, aún en el caso de un rey injusto, porque para los Espejos ante el rey tirano solo cabe la resignación, de hecho el rey tirano era visto como el castigo de Dios por los pecados del pueblo. Los súbditos no pueden reprender al rey, solo Dios puede castigarle, y ante Él rendirá cuentas, pagando no solo por sus pecados, sino también por los de sus súbditos.
Como vemos, el modelo que nos presentan los Espejos es el de un futuro rey como señor natural y eje central del reino por su alta moralidad y virtuosidad, que vela por el bienestar de sus súbditos, respeta las leyes y garantiza el cumplimiento de la justicia.
La crítica a esta literatura especular viene de un contemporáneo suyo, Maquiavelo, quién subraya la autonomía de la política con relación a la moral, y así lo señalará en su obra El Príncipe. Según Maquiavelo para alcanzar la gloria, el honor y la fama, el príncipe no ha de poseer necesariamente todas las virtudes, bastará con que aparente tenerlas, y valerse de ellas según la necesidad.
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