Ayer se entregaron las medallas de la Comunidad de Madrid en un acto que dará mucho juego a los comentarios de protocolo y comunicación política. En este blog no vamos a comentar ese acto, nos vamos a ir a otro que tuvo lugar en 1816, en el cual también hubo medallas y recuerdo -con el luto– a quienes dieron su vida por la libertad de todos.
Dos de mayo para siempre día de luto de corte
El suplemento a la Gaceta de Madrid del jueves 2 de mayo de 1816 recoge un anuncio del “Excelentísimo Ayuntamiento al Heroico Pueblo de Madrid” en el que se indica que por orden del rey se anuncie “mediante el eco triste de las campanas de la capital, el fúnebre aparato de todas sus iglesias y los oficios de todos sus ministros” que el día dos de mayo estará “destinado a ofrecer a la divina Providencia” el recuerdo de los que «ocho años antes perecieron para vivir siempre regando con su sangre los laureles que habían de ceñir después los salvadores de su Soberano y de su Patria”. Por ello el rey mandaba al Ayuntamiento que pusiese en conocimiento de los “moradores de la capital” que ese día quedaría fijado “para siempre por día de luto de corte, y perpetuando la [celebración] de exequias en todos los templos”. Siendo a cargo del Ayuntamiento la que se celebrase en la de San Isidro –en la que entonces yacían los restos de Daóiz y Velarde- “con la sencilla magestad que corresponde a la prudente economía de sus obligaciones”.
La Gaceta también señala que el propio rey tenía intención de asistir a los actos religiosos en memoria de las víctimas entrando “en el augusto templo vestido de luto a honrar los preciosos restos de sus ilustres víctimas, y a dar la última mano a los consuelos que tiene ofrecidos a sus viudas, huérfanos y parientes [a quienes] ya tuvo a bien declarar hijos del Estado”.
Medallas efímeras a hijos, viudas y parientes de los héroes
Continúa la Gaceta mencionando las distintas Reales Órdenes en las que se conceden gracias y premios a favor de los hijos, viudas y parientes de las víctimas del Dos de Mayo de 1808 y de las exequias anuales a celebrar en su memoria. Añade además la mención a una “medalla de honor que hayan de usar lo hijos, viudas y parientes más cercanos de las víctimas, pendiente de cinta negra, sea según el modelo número 1 con el lema bien inteligible FERNANDO VII a las víctimas en el Dos de Mayo de 1808; y en el reverso Pro patria mori aeternum vivere”. Medalla que solo se entregó una vez y cuya recepción estaba ligada a la acreditación documental de una serie de requisitos «que se custodi[arían] en el archivo de esta heróica villa (…) a efecto de acreditar cada individuo la clasificación que le corresponde» (entendemos que la de hijo, viuda o pariente).
El rey también indicaba que asistiría personalmente a la función de exequias y entregaría “por su Real mano un cierto número de medallas a los agraciados que serán avisados para recibirlas; no pudiendo hacerlo de todas por no haberse podido fabricar hasta el día más que un corto número” (el resto la recibiría previo aviso del Ayuntamiento en cuanto las tuviese en su poder).
Agradecimiento obligado (y eterno)
Termina el anuncio publicado en la Gaceta con una arenga –no se me ha ocurrido otra palabra- solicitando el agradecimiento perpetuo “a la prenda” (refiriéndose a Fernando VII) por la cual se sacrificaron las vidas de muchos madrileños aquél 2 de mayo de 1808 y los días siguientes. Al leer el término “prenda” con el que se refiere al monarca, supongo que se utiliza en el sentido que honra las cualidades morales del rey, porque recordemos que esa palabra tiene también un significado despectivo que es el que, en perspectiva histórica, más retrataría al monarca. Y así insta a aquellos que “heredasteis con la orfandad y la viudez la sangre de las preciosas víctimas que tantas lágrimas nos cuestan y tanto honor nos hacen, besad la mano generosa que os las enjuga, condecorando vuestros pechos con una insignia de honor, dándoos educación, destino, socorros efectivos y duraderos en vuestras respectivas clases, asistencia en vuestras enfermedades y dolencias, y asilo en vuestra vejez, que será la más venerables, si no olvidáis nunca que todas estas honras y mercedes se las debéis a un Soberano, que ya que no pudo restituir la vida a vuestros padres, esposos y parientes, desahogó su sensibilidad en vosotros con la firme esperanza de que perpetuéis en el estado generaciones de vasallos que sepan morir en la ocasión por su Rey y por su Patria”.
Fuente de la imagen: El numismático digital
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