Coincide la publicación con el día en que la Iglesia conmemora a los fieles difuntos. He rescatado esta celebración en un artículo de La Ilustración Española y Americana de 30 de octubre de 1877, que además incluye el grabado que aparece como imagen destacada.
La fiesta de la conmemoración de los difuntos se hace entre nosotros comenzando en los maitines que se cantan el día 1º de Noviembre por la tarde, después de la vigilia de Todos los Santos. Las iglesias aparecen llenas de velas encendidas, sus paredes cubiertas de bayetas o terciopelos negros con franjas amarillas y doradas, y en el centro se simboliza el Purgatorio en elevados catafalcos que ascienden hasta la bóveda: las campanas tocan acompasada y continuamente las fúnebres posas, y los clérigos cantan los salmos penitenciales.
Paralelamente a estas ceremonias de dentro de los templos se abren los camposantos, hacia los cuales se dirigen las gentes como en triste romería, y alumbran las sepulturas de sus difuntos y las adornan con toda clase de objetos fúnebres, y las cubren de coronas de siemprevivas. La gran ciudad de los muertos es visitada este día sin escrúpulo ni repugnancia por los vivos. Presentase ella engalanada con todos los adornos que el cariño y el respeto, el amor y la amistad, la fantasía y el orgullo, la vanidad y la riqueza han sabido reunir en la mansión de los que fueron. Panteones de mármol, columnas de pórfido, túmulos de piedra, lápidas conmemorativas, grandes hachones y lucientes antorchas, coronas de plata, paños de terciopelo y oro, siemprevivas, perpetuas, dalias, hojas, flores … todos los emblemas del amor que tuvieron y conservan los vivos a aquellos que ya no existen y que les fueron queridos en vida. Y con ello la visita de los vivos, que en ese día se dan cita en los cementerios, y del camino de los camposantos hacen su paseo.
(…)
La Iglesia vuelve a rezar y a sacrificar al día siguiente por todos los fieles difuntos. Los vivos acuden a estos rezos y sacrificios y hacen después su última visita a los camposantos para despojar a los enterramientos de las galas y preseas con que los han tenido adornados menos de veinte y cuatro horas.
Después todo torna a tomar su aspecto ordinario, y solo el dolor reciente o aquel que nunca se extingue se acuerdan de visitar los cementerios antes de otro Día de Difuntos.
La Ilustración Española y Americana de 30 de octubre de 1877
En recuerdo de aquellos que ya no están.
Fuente del texto: La Ilustración Española y Americana de 30 de octubre de 1877 digitalizada en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional
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