Devoción -o fingimiento-, etiqueta, elegancia y gastronomía son las palabras que han acudido a mi mente al leer esta crónica de Semana Santa que escribía Don José Fernández Bremón en La Ilustración Española y Americana de 30 de marzo de 1877, que les reproduzco a continuación.
En la participación en los ritos y ceremonias religiosas siempre hay algo de verdad y de mentira; formas de comportarse consecuentes e hipócritas; sentimientos reales y simulados, etc. Actitud, maneras, forma de vestir, incluso en el comer, marco ideal para poner en marcha el juego de realidad y apariencia.
“Palmas rizadas y coquetonas (…) mantos airosos cuyos pliegues caigan graciosamente sobre el cuerpo, para asistir a Las Tinieblas, y en que se destaque el rostro de blancura artificial, que contemplan los galanes a la altura del altar; trajes negros con cabos de color y guante blanco para visitar de cumplido las iglesias; lutos voluptuosos de raso y terciopelo bajo los cuales lucen otros atractivos tentadores y profanos; amor y duelo; elegancia y devoción; santidad y carne; altares enlutados y rostros blanqueados; rizos y miradas furtivas; misticismo o indiferencia; mucha gente; poca fe; armas a la funerala y soldados risueños; silencio y compostura, porque no ruedan los carruajes y han enmudecido las campanas de los templos, escandalizando las de los relojes; un paseo improvisado en que damas y galanes cruzan mirándose en silencio (…).
Las iglesias tienen demasiada animación, como lugares a que se cita con tarjeta; el golpear de las monedas contrasta con el silencio de los tempos; las alhajas que brilla entre el cabello, y el encaje que cae sobre los hombros de las lindas postulantes, humilla las imágenes del Redentor, sobre cuya frente solo se ve la corona de espinas; no hay teatros, fuerza es acudir a los sermones; no hay conciertos, y se va a oír el Slabat Mater.
Ya en casa, prosiguen las mortificaciones, sustituyendo la ternera con salmón, la caza con la pesca, la mantequilla con las ostras, y variando de vinos por decoro. Los primeros espárragos, las más prematuras alcachofas, las fresas más tempranas, recuerdan la ascética austeridad de los anacoretas, que se alimentaban de hisopo y aceitunas. Se suspenden las tertulias y las gentes se acuestan más temprano.
Esta es la Semana Santa (…) descrita a grandes rasgos. A fuerza de perfumes y adornos se desvía en lo posible la imaginación de los misterios que la Iglesia conmemora; con todos los encantos de la vida se procura olvidar la idea de la muerte. En la dama elegante, que sonríe a los amigos en nombre de los pobres, a dos pasos del Sepulcro de Jesucristo, está simbolizada la sociedad actual, que procura dar amenidad a la tristeza»
La Ilustración Española y Americana, 30 de marzo de 1877. Crónica General. José Fernández Bremón
Vivimos una Semana Santa diferente, aprovechemos este tiempo para reflexionar.
Fuente de la imagen destacada: «La Semana Santa en Andalucía» (1904), José Pueyo Matanza. Museo Nacional del Prado.
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