Las noticias de las fiestas llegaban a todos mediante las relaciones o crónicas de los festejos, que se convirtieron en el máximo exponente de la palabra escrita al servicio de la propaganda. En un lenguaje cargado de tópicos ofrecían siempre una imagen favorecedora del poder no en vano eran obras de encargo por parte de los organizadores, lo que suponía tener a su servicio un instrumento muy útil de cara al incremento del prestigio social de quien la encargaba.
Son el mejor documento que tenemos para hacernos una idea de las dimensiones que tenía la fiesta en la época. Encargadas por municipios, nobleza, órdenes religiosas o la propia Corona, reflejaban aspectos que iban desde la enumeración de los participantes con nombres, títulos y cargos, a la descripción del lujo de las vestimentas de señores y lacayos, pasando por el agasajo de que eran objeto los invitados, o la actitud del rey (su forma de saludar, probar los alimentos o recibir regalos).
La utilización de las relaciones como instrumento de propaganda por parte de los dos últimos reyes de la Casa de Austria, con la finalidad de difundir inmediatamente las noticias de las fiestas, es consecuencia “del carácter propagandístico de estas fiestas en sí mismas y más a medida que los Austrias entran en una progresiva y clamorosa crisis y necesitan mantener la veneración del pueblo deslumbrándole con sus fastos” (Borrego, 2003), a medida que las arcas se van vaciando y el poder real era más débil, se invierte más en festejos, con el ánimo de que estos hagan olvidar la situación económica y bélica que atravesaba el país. A menor potencia económica y política, mayor inversión en fastos. “Lo emplean para sus fines políticos sin ninguna consideración de los gastos e incluso contra las protestas que suscita ese consumo ostentoso” (Farré, 2003)
Continuará