Los cardenales se reunieron en cónclave el 18 de febrero de 1878 para elegir al que sería el sucesor de Pío IX, para llevar a cabo dicha elección el cónclave necesitó dos días y tres votaciones. La Ilustración Española y Americana de 8 y 22 de marzo daba noticia de esta importantísima reunión, como no podía ser menos en un semanario que incluía noticias nacionales e internacionales.
El cónclave de 1878 fue el primero que se celebró en la Capilla Sixtina y el papa que salió elegido del mismo ya fue solo «papa» y no soberano de los Estados Pontificios (desaparecidos tras la unificación de Italia en 1870).
Ceremonias para elegir a un papa
La Ilustración mencionaba una serie de ceremonias que tradicionalmente tenían lugar en los días que seguían a la muerte de un papa y estaban destinadas a la elección de su sucesor:
- Congregación del Sacro Colegio.
- Acto de romper el Annulus Pescatoris.
- Recepción a los embajadores de potencias católicas.
- Genuflexión ante los cardenales.
- Procesión de entrada al cónclave.
- Escrutinio.
- Adoración.
- Exaltación del nuevo pontífice.
- Bendición al pueblo.
- Coronación solemne.
- Toma de posesión en San Juan de Letrán.
Manos a la obra: acondicionar la Capilla Sixtina
Manos a la obra -literal- fue lo que hubo que hacer para acondicionar la Capilla Sixtina y dependencias anexas de cara a la celebración del cónclave. Como se ha dicho en el párrafo inicial, este cónclave de 1878 fue el primero que se celebró en la Capilla Sixtina y 200 obreros trabajaron entre los días 7 y 18 de febrero para dejar ese espacio, y los destinados a habitaciones de los cardenales, aislados del resto del Palacio Vaticano. Cada uno de los 61 cardenales que asistieron necesitaba tres habitaciones: una para él, otra para su secretario y una tercera para el ayuda de cámara. Y como no todas ellas «se hallaban situadas convenientemente» hubo que sortearlas.
En la Capilla Sixtina, en la pared del fondo, donde está el fresco del Juicio Final, se situó un altar y a su lado una «silla pontifical vacante» destinada al cardenal que resultase elegido papa.
A ambos lados de esta zona se encontraban los asientos de los cardenales que asistían al cónclave. Eran unas sillas de alto respaldo rematadas con un baldaquino cuyo color indicaba si su ocupante había sido elegido por el papa fallecido, color morado, o por su predecesor, color verde. Frente a cada uno de los sitiales había una mesa cuadrada cubierta con un paño que seguía el código de color del asiento, y sobre ella: tintero, papel, sello, etc.
En el centro de la sala se situó una gran mesa cubierta con un tapete morado, sobre la cual había dos jarrones de plata con las papeletas para la votación.
En el otro extremo de la sala, en el ángulo más cercano al acceso a la Sala Regia, estaba la chimenea, destinada a quemar las papeletas y cuyo humo, negro o blanco, indicaba el resultado de la votación.
Todas las ventanas y puertas se tapiaron, salvo una, que permaneció «cerrada con cuatro llaves y custodiada por una guarda noble» para permitir el acceso de los cardenales que llegasen una vez iniciado el cónclave (en esta ocasión fue utilizada por el cardenal arzobispo de Lisboa que llegó a Roma el día 19).
Reunidos en cónclave
A los 10 días del fallecimiento del papa Pío IX, un 18 de febrero de 1878 por la tarde, es decir hace la friolera de 141 años, los cardenales se concentraron en la Capilla Paulina para empezar el cónclave. Siguiendo el ritual se rezó la misa del Espíritu Santo; el cardenal sub-decano proununció una alocución en latín recordando a los cardenales su deber de «elegir, en el más breve espacio de tiempo» al sucesor del papa fallecido. Tras esta alocución los cardenales formaron de dos en dos para dirigirse en procesión a la Capilla Sixtina mientras cantaban el Veni Creator. En la Capilla tuvo lugar la siguiente ceremonia:
- Lectura de las constituciones pontificias relativas a la elección de los papas.
- Juramentos:
- Cardenales.
- Mariscal del cónclave.
- Gobernador del cónclave.
- Patriarcas.
- Obispos.
- Guardia y seguridad.
Tras el juramento los cardenales se retiraron a sus habitaciones donde recibieron la visita de: «miembros del cuerpo diplomático, prelados, nobleza, extranjeros de distinción, etc.».
A las 20:00 horas el maestro de ceremonias fue pasando por las habitaciones haciendo sonar una campanilla de plata y diciendo en voz alta: «Extra ommes«, para que todos los ajenos al cónclave abandonasen las dependencias.
Una vez todos estuvieron fuera se procedió al cierre de las puertas. Por el interior la cerraron el camarlengo, el mariscal del cónclave y otros tres cardenales; la parte exterior la cerró el mayordomo.
Vamos a votar
El procedimiento de voto siguió también un ritual muy preciso: se levantaba el cardenal, cogía una papeleta, escribía el nombre de su elección, la doblaba, la sellaba y luego la depositaba -por este orden- primero en una patena y luego en un cáliz que había sobre el altar, mientras proclamaba que su elección era «solo por el bien de la Iglesia«. Todos y cada uno de los cardenales presentes -empezando por el decano- siguieron este ritual para depositar su voto.
El resultado de las votaciones fue el siguiente:
- 2 el día 19: escrutinos y quema de papeletas, fumata negra.
- 1 el día 20: escrutinios y quema de papeletas (61 votantes, 44 votos a favor del cardenal Pecci), fumata blanca.
Terminado el escrutinio tres protonotarios extendieron el acta del resultado del cónclave que fue firmada por todos los cardenales.
El nuevo Sumo Pontífice eligió su nombre inmediatamente, pero aún quedaba una última ceremonia.
Ceremonia de la adoración
El nuevo papa ocupó el sitial que estaba vacante al lado del altar y los cardenales uno a uno fueron pasando y arrodillándose ante el nuevo papa «besaron la cruz de oro de sus sandalias» a lo que el pontífice respondía con el beso de la paz.
Tras esta última ceremonia se procedió a anunciar a los fieles el nombre del nuevo papa.
Fumata blanca: Habemus Papam
Aunque la fumata blanca ya había anunciado la elección del nuevo papa aún quedaba la ceremonia de comunicación del nombre del mismo, lo que se hizo por el cardenal decano de viva voz, desde el balcón de la Basílica de San Pedro a las 13:00.
A las 16:00 horas se abrieron las puertas de la Basílica para permitir el acceso de unas 30.000 personas de la muchedumbre que se agolpaba en la Plaza de San Pedro y sus alrededores.
A las 16:30 el nuevo papa, León XIII, apareció en el balcón de San Pedro para dar su primera bendición urbi et orbi a los allí congregados.
La elección de un nuevo papa siempre ha conllevado la puesta en escena de un ceremonial con un ritual específico envuelto en un halo de secretismo que ha permitido su pervivencia, sin grandes cambios, a lo largo de los siglos.