Sobre el término escatología aparecen en el diccionario de la RAE dos significados:
escatología
Del lat. mod. eschatologia, y este del gr. ἔσχατος éschatos ‘último’ y -λογία -logía ‘-logía’.
- f. Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba.
escatología
Del gr. σκῶρ, σκατός skôr, skatós ‘excremento’ y -logía.
- f. Uso de expresiones, imágenes y temas soeces relacionados con los excrementos.
Hoy vamos a hablar de lugares escatológicos y su precedencia, por lo tanto nos centraremos en la primera acepción, y distinguiremos entre escatología general (la que se ocupa del destino último de la humanidad) y particular (la que se ocupa de lo que le espera al ser humano tras la muerte). La general habla del largo plazo mientras que la particular se centra en lo inmediato, lo que sucede en el momento de abandonar este mundo.
Nada ha hecho trabajar más a la mente humana que la incertidumbre acerca de lo que le aguarda una vez traspasado el umbral de la muerte; no importa la creencia, la cultura, el país, etc. la idea de lo que pasará después es recurrente.
La otra vida, el más allá, es el espacio donde se ubican los lugares escatológicos, que para los cristianos son: el Paraíso, el Infierno y el Purgatorio.
Hablaremos en este post de escatología particular, muy importante para los Habsburgo, por las numerosas referencias que he encontrado sobre el tema mientras buscaba documentación para la redacción de otro artículo. Para visualizar su importancia utilizaremos el cuadro de El Greco: «Alegoría de la Santa Liga«. No podemos olvidar que durante esa época se ocuparon, y mucho, de los cuatro últimos estados del ser humano,
- Muerte
- Juicio
- Infierno
- Gloria
y, en general de la muerte, que era objeto de reflexión habitual –memento mori– como preparación para el paso de uno a otro estado.
Una vez producida la muerte física, el difunto pasaba al juicio, tal y como nos recuerda el Nuevo Testamento en la Carta a los Hebreos (9:27): “Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio”.
El resultado de ese juicio puede ser: ir directo al Paraíso, a gozar de la vida eterna; al Purgatorio, donde purgaría sus penas y de dónde los vivos (por medio de la eucaristía, limosna, penitencia, etc.) le ayudarían a salir, o al Infierno.
Ya tenemos una gradación, una preeminencia, una ordenación que establece una importancia de cara a la salvación:
- Paraíso
- Purgatorio
- Infierno
Paraíso: lugar donde habita la felicidad eterna; no hay sufrimientos, es un lugar de perfección; allí habitan los elegidos. La Gloria, El Greco, la representa en la parte más alta del cuadro, presidida por el anagrama del nombre de Jesús, que tiene a derecha e izquierda a santos y ángeles.
Pero al cielo, a la Gloria, no se va directamente, hay que esperar el resultado del juicio. Ese resultado lo esperan los justos, situados en la parte baja del cuadro, a la derecha del anagrama del nombre de Jesús, están arrodillados, con la vista puesta en la Gloria.
Purgatorio: espacio intermedio entre el Paraíso y el Infierno, donde las almas aguardan sujetas a la eficacia de las plegarias en su favor (vimos en el post de la semana pasada la importancia de decir misas por los reyes difuntos). La necesidad de purgar los pecados, de expiar las culpas -ya que era imposible alcanzar en vida el nivel de santidad que garantizase el paso directo al paraíso- está en el origen de la oportunidad de redención que ofrece el Purgatorio. Los que están en el purgatorio aparecen en un segundo plano, entre la gloria y la condenación, desdibujados, pasando por un estrecho puente entre el bien y el mal.
Infierno: lugar destinado a los condenados, situado en lo más profundo del mundo (el diccionario de autoridades, de 1726, se atreve a situarlo en un punto espacial concreto: Lugar debaxo de tierra, o cóncavo dentro della). Está poblado por monstruos, demonios que tienen a su disposición innumerables instrumentos de tortura, destinados a infligir castigos a quienes contravinieron las leyes divinas. Es un espacio atemporal del que no hay esperanza de ser redimido, ni mediante el rezo. El Greco lo sitúa a la izquierda del anagrama de Cristo y representa su entrada como un monstruo marino fantástico con las fauces abiertas, el leviatán.
Por si alguno dudaba de la importancia de estar situado a la derecha o a la izquierda, esto le puede servir de recordatorio.
Fuentes:
GARCÍA PEDRAZA, A. (2002) Actitudes ante la muerte en la Granada del siglo XV. Universidad de Granada. Granada
VATICANO Nuevo Testamento
1 comentario
Pingback: Un destino escatológico | Protocolo con corsé - Protocol Bloggers Point