No hay fiestas navideñas sin portal de Belén, sin Nacimiento. Antaño se montaba unos días antes, hoy en día los grandes centros comerciales empiezan a montarlo a finales de octubre, con lo que llegamos a las fiestas navideñas un poco saturados de villancicos y nieve falsa. Sea como fuere la Navidad requiere de nosotros una labor constructiva en la que nos podemos saltar las proporciones del espacio en beneficio de la originalidad y la espectacularidad.
En este blog vivimos en el pasado y a él nos vamos a ver cómo se montaba un Belén, para ello seguiremos un relato que Carlos Groizard Coronado publicó en 1880 en su libro «Mesa Revuelta» y que pueden consultar en la Biblioteca Digital Hispánica.
«Allá en la habitación más apartada de la casa, armase extenso y seguro tablado capaz de sostener sobre sus espaldas aquella nueva torre de Babel del arte, donde han de hallarse confundidos los más opuestos elementos (…) donde han de colocarse en delirante mezcolanza y formando churrigueresco conjunto, representantes de todas las épocas y razas y pueblos y usos y costumbres (…) solo bello (…) para las caritas siempre alegres y hermosas que miran con ojos espantados y gestos de marcada admiración, esas construcciones de madera que se venden estos días con tanta profusión y a tan elevados precios en la Plaza de Santa Cruz.
Sobre aquel tablado apílase toda una carretada de leña simulando áspera cordillera, con sus estrechos valles, sus abruptas laderas, sus quebradas y precipicios, sus profundas grutas y sus elevados picos. Arrójase sobre sobre estos en grato consorcio, blanco yeso y relucientes polvos de vidrio para que hagan las veces de la nieve que se supone habría de coronar en aquel entonces las fronterizas sierras.
Vienen después de las áridas regiones de las nieves perpetuas las no menos incultas que caracterizan esas vegetaciones enclenques de que son representantes los raquíticos helechos, y ahí colócanse en los huecos y grietas capas de musgo, y empiezan a aparecer las ramas de follaje que han de hacer las veces de los bosques y alamedas en donde mora cual en nueva Arcadia, un pueblo todo de pastores. Trázanse surcos de arena o ceniza que marcan caminos y veredas y por todos lados se espurrea yeso y cristal que simulan la escarcha y la nieve tan propias de estas frías noches de diciembre.
En primer término y en uno de los extremos, a la derecha, figúrase una ancha cueva agrietada y medio derruída que ha de servir de escena al episodio principal de aquella obra. Ante ella extiéndese una espaciosa plaza (…) donde han de hacer alto para ofrecer sus ofrendas a Jesús, aquellos Magos que trasponen la sierra, caballeros en altos camellos (…) y que llevan en su corona pluma tan larga como la cuesta que han de ir bajando jornada tras jornadas desde los sorbetes de las crestas a las gradas del Portal”.
Si leen el relato completo -incluso con su punto irónico- pueden pensar que no ha pasado el tiempo; que la forma de montar el Nacimiento en la actualidad es similar a la de hace 140 años. Tradiciones y costumbres por las que no pasa el tiempo.
¡¡Feliz Navidad, protocoleros!!
Fuente de la imagen destacada: La Ilustración Española y Americana de 22 de diciembre de 1875, disponible en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.