Como me sucede a menudo, buscando unas cosas … encuentro otras. Es el sino de quien se pasa el día investigado, creo. Buscaba información sobre una Orden Militar antigua en un libro de 1683 – “Discursos Varios de Historia” de Diego Josef Dormer- en el que menciona Órdenes que en aquella fecha ya se consideraban en desuso, y encontré una frase sobre esta de la que les voy a hablar, la Orden del Hacha. Me ha salido una entrada un poco larga, pero la historia me ha parecido muy interesante y que tiene que ver con protocolo.
La Orden del Hacha que fue fundada por Berenguer IV para distinguir a las mujeres que combatieron frente a los musulmanes en el sitio de Tortosa. Como quiera que el papel de las mujeres fue decisivo para la victoria, bien auxiliando a los hombres, bien luchando, se creó esta distinción a la que solo podían acceder las mujeres defensoras y sus descendientes femeninas. Aunque se denomina Orden, parece ser que fue más bien una distinción de carácter honorífico que aportó a quienes la obtuvieron, privilegios y exención de impuestos.
Estaríamos ante una de las pocas órdenes militares femeninas, aunque el hecho de no tener prueba fehaciente de sus constituciones, lleva a los estudiosos a pensar en su carácter honorífico más que militar. Hoy la he traído aquí por ser una distinción creada específicamente para mujeres en un tiempo -la Edad Media- en el que la defensa era una tarea básicamente de hombres.
El sitio de Tortosa
Leo en los Anales de Cataluña la historia del sitio de la ciudad de Tortosa. Esta ciudad había resistido a varios asedios. Con la población diezmada y el acoso constante de las tropas musulmanas los ciudadanos desesperados acudieron al conde Berenguer en busca de ayuda pero este, ocupado en el asedio de Lérida les respondió que tuvieran mucho ánimo y confiasen en Dios, “poque él no podía apartase de Lérida, y Fraga, que las esperaba prontamente rendidas”. Vamos, que los despachó con buenas palabras pero sin hechos.
Los ciudadanos, reunidos en Consejo, y con miedo de que en caso de que las tropas musulmanas entrasen en la ciudad no quedase nadie con vida, resolvieron matar a sus “mujeres, hijos y personas inhábiles, quemar sus haciendas y tesoros y salir (aliviados de las amadas prendas) desesperados a pelear con los moros, y morir todos matando”.
Continúo la historia a partir de aquí, recurriendo a los Anales o historia de Tortosa, que al ser de publicación más reciente requiere menos traducción del castellano antiguo. Nos habíamos quedado en la terrible decisión del Consejo. Uno de los que habían participado en dicha reunión reveló el terrorífico acuerdo a su mujer, quien horrorizada por el destino que le aguardaba a ella y a al resto de los mencionados en el acuerdo, tomó la siguiente decisión:
“Reunió con el mayor sigilo que pudo a todas las mujeres de la ciudad en una iglesia, manifestándoles lo que sabía acerca de los proyectos de defensa de la ciudad, pero ocultando su origen; añadiendo que cada una de ellas pensase en un remedio u otro, pues de lo contrario estaban todas perdidas, ellas y sus hijos. Después de oída tan doloras nueva por las mujeres, y de emitir varios pareceres, determinaron mandar una embajada al Consejo de los hombres, para que les disuadiese de su intento (…) A más añadiremos que ellas habían escogitado un recurso, y era que todas ellas se armasen y subiesen a las murallas de la ciudad, con vistosas adargas, banderas y atambores, y que los hombres, por otra parte, también armados, atacasen a los enemigos que tenían sitiada la ciudad por la parte de San Juan, pero que antes enviasen dos correos al cuartel general de los moros, participándoles que aquella noche había llegado un ejército auxiliar. Escuchó el Consejo de ciudadanos la embajada, preguntándoles por quién habían sabido su acuerdo. Respondieron ellas que un ángel se lo había revelado. Admiráronse los hombres y tomaron el consejo; marcharon decididos al campo de los enemigos, y las mujeres se subieron a las murallas en la forma que se había convenido. Trabóse una cruel batalla, matando los cristianos una infinidad de moros; huyendo los restantes aun de los campos y colinas cercanas, y dejando en poder de los vencedores un rico botín”.
Daniel Fernández Domingo, Anales o Historia de Tortosa (1867)
La noticia de victoria llegó a oídos del Conde, que volvió a Tortosa “para dar sus descargos y satisfacción a los ciudadanos por no haberles socorrido en tan urgente necesidad a lo que los ciudadanos de Tortosa respondieron cerrando las puertas de la ciudad para no recibirle”. El Conde intentó persuadirlos diciéndoles que a él le debían todo, que le había sido imposible enviarles ayuda, y bla, bla, bla pero que “les amaba y procuraría darles pruebas de ese cariño”. Los de Tortosa, que no tenían un pelo de tontos, le respondieron que “les placía estar bajo su amparo y dominio, pero que ya que en un momento tan interesante les había desamparado, teniendo que deber su salvación a sus propios esfuerzos, que les otorgase cuantos privilegios y libertades le pidiesen”. A lo que el Conde solo pudo asentir. Olé por los de Tortosa, eso es negociar y lo demás tonterías.
Privilegios y libertades que obtuvieron los habitantes de Tortosa
Como les decía, el Conde accedió a las peticiones de los de Tortosa y les dio permiso para que “ordenasen como mejor les pareciese los Estatutos y leyes por medio de los cuales quisiesen ser gobernados; así lo hicieron formando un código que el Conde confirmó con su aprobación (…) titulado “Llibre de les costums general escrites de la susigne ciutat de Tortosa; ab alguns privilegis, confirmacions y sentencies favents pera admisistració de justicia”.
El 30 de noviembre de 1149 el Conde concedió a Tortosa su Carta-Puebla que reconocía una serie de privilegios a sus vecinos. Y, tras la reunión de un Consejo, “se determinó que las mujeres pidiesen la remuneración que quisieren para recompensar el buen éxito de su varonil consejo”, vamos, que les daban un cheque en blanco.
La Orden Militar del Hacha, un distintivo que recordaría la hazaña de las mujeres
La distinción que se creó para ellas aparece descrita en los Anales de Tortosa con estas palabras: “el vestido de la orden consistía en una bata verde y encima una esclavina con una hacha de armas de carmesí o grana puesta sobre el vestido, cuyo distintivo se denominó en su principio pasatiempo. Atestigua la existencia de esa orden D. Cristóbal Despuig en sus coloquios o Diálogos el cual refiriéndose al Reverendo P.M. Fr. Baltasar Sorio dice que él había visto algunos de esos hábitos en varias casas de la ciudad y que la Señora Doña Francisca Despuig lo había llevado en su juventud”.
Los Anales de Cataluña lo hacen de esta manera: “para memoria de la heroica hazaña de las mujeres, formó Religión Militar de todas las condecoradas con un Escapulario, como de los Legos Cartujos, y sobre él una Acha de armas de color carmesí”.
No se vayan ustedes que aquí se habla de protocolo
¿No les decía que tenía que ver con protocolo? Pues he aquí la prueba de lo que afirmaba en el primer párrafo de la entrada. Además de la distinción mencionada se les concedió a las mujeres y a sus descendientes femeninas una serie de privilegios que algo tienen que ver con el protocolo:
“Concedió la precedencia en los casamientos a la novia y séquito, no solo sobre los hombres particulares, si no también a los Oficiales Reales” (Anales de Cataluña) o que “cuando el novio fuese a casa de la novia para llevarla a misa, las mujeres que en su compañía fuesen, las llevase delante de los hombres aunque allí se encontrasen oficiales del Rey o de la ciudad” (Anales de Tortosa) o “que precediesen a los hombres en todas las solemnidades públicas” (Historia de las órdenes de caballería). ¿Qué es el protocolo si no precedencia?
Y, como no, exención de impuestos
A las mujeres se les eximió de pagar derechos por sus tocas y aderezos y, si sobrevivían a sus maridos, se podían quedar con todas las joyas y vestidos.
Todo ello para premiar “el valor y discreción de las Catalanas Matronas” (Anales de Cataluña).
A modo de conclusión
Me ha gustado mucho esta investigación y descubrir esta distinción y su objeto, el hecho de que fuese exclusivamente para mujeres, por hacer cosas de hombres, algo que por aquel entonces era todo un triunfo. Fueron mujeres que decidieron enfrentarse a su suerte, una que ellas no habían elegido, y tomaron la decisión de pelear por su casa, sus hijos y sus tierras, tarea que por aquel entonces correspondía a los hombres. Demostraron su valor y pericia y eso las hizo acreedoras de distinciones y privilegios entonces reservados a los hombres.
Por cierto, el hacha significa: cólera, poder, justicia y liberación.
Dedico esta entrada a una catalana de Tarragona a la que hace mucho tiempo que no doy un abrazo (cosa que espero remediemos este año). Esta historia me ha recordado a ti, Marta Domenech, quien sabe, a lo mejor alguna de tus tata-tata–tata-tata-tata-tata-tata-tatarabuelas estuvo en aquella ciudad sitiada y empuñó una adarga obligando al invasor a retirarse.
Fuentes del texto:
Manuel de Iñigo y Miera, Historia de las Ordenes de Caballería (1863), disponible en la Biblioteca Digital Hispánica
Narciso Feliú y de la Peña. Anales de Cataluña (1709), disponible en la Biblioteca Digital Hispánica
Daniel Fernández Domingo, Anales o Historia de Tortosa (1867), disponible en Google Books.
Diego Josef Dormer, Discursos varios de Historia (1683), disponible en la Biblioteca Digital Hispánica
Fuente de la imagen destacada:
Emblem of the Orde de l’Atxa Orden del Hacha , fotografía de Fèlix Xunclà i Tubert Bocachete.