Pues no, no voy a hablar del tema de día que les supongo un poco saturados. Para esta bloguera el tema del día un 31 de octubre tiene que ser algo relacionado con un/-a difunto/-a. Para ello nada como viajar al pasado y encontrar una esquela que publicaba el domingo 23 de noviembre de 1879 el periódico El Imparcial. La que he encontrado es una de esas esquelas que llaman atención no solo por el tamaño si no también por la finada y los familiares que aparecen mencionados en la misma. Tanta mención hace que se pasen por alto datos importantes en un funeral como son la hora y el lugar en el que se llevará a cabo. Reconozco que al ver la publicación me hice la pregunta que da título a esta entrada ¿Cuántos títulos de Grande de España caben en una esquela? La verdad es que muchos, si no lo creen solo tienen que seguir leyendo.
El nivel de los familiares que aparecen mencionados era bastante alto, desde su hija, la Emperatriz de Francia, a los duques de Alba, Huéscar y Tamames, entre otros. Aquella esquela recogía la grandeza de España del momento porque la fallecida aportaba también una gran cantidad de títulos, los más importantes se detallan, el resto aparece recogido con el consabido etc., etc. etc. (que ver eso en una esquela tiene su aquel).
La fallecida: Condesa Viuda de Montijo
Conozcamos, aunque sea someramente, a nuestra fallecida: María Manuela Kirkpatrick de Closeburn y de Grévignéé (1794-1879) condesa de Montijo por matrimonio con Cipriano Palafox y Portocarrero, un señor que sin títulos no quedaba (que dirían en mi pueblo), ya que además de conde de Montijo (con grandeza de España) era: conde de Teba, duque de Peñaranda de Duero (con grandeza de primera clase), conde de Miranda de Castañar (con grandeza inmemorial); conde de Baño (con grandeza); marqués de la Bañeza, Valdunquillo, Mirallo, Moya, Villanueva del Fresno, Barcarrota, Osera, Castañeda, de la Algaba y de Valderrábano; conde de Mora, de Casarrubios del Monte, de Santa Cruz de la Sierra, de San Esteban de Gormaz, de Ablitas y de Fuentidueña; y también vizconde de la Calzada y de los Palacios de Valduerna. A lo que había que añadir el Señorío de Moguer. De ahí lo del etc., etc. en la esquela de doña María Manuela, que si ponen sus 23 títulos no caben los de los allegados. No era Portocarrero un señor feo -si le vemos en el cuadro que pintó Vicente López y Portaña- pero era tuerto y cojo, además de liberal, afrancesado y masón (combatió con los franceses en la guerra de la Independencia).
Pero volvamos a María Manuela cuya vida parece una novela del XIX. Durante la estancia de su marido en la cárcel (por conspirar contra Fernando VII) se instaló en París con sus hijas y no volvió a España hasta después de enviudar. Tanto en París como en Madrid mantuvo una intensa vida social, con la sana idea de casar bien a las hijas, al menos así dice la copla de Concha Piquer:
Sabemos, también por la canción, que doña María Manuela consiguió su objetivo:
Doña María Manuela fue camarera mayor de la reina Isabel II durante un año, pero mantuvo los honores y consideraciones de dicho cargo por privilegio de la reina y hasta que ésta dejó de serlo. Pero además ¿y si les digo que era prima de Ferdinand de Lesseps? Si, si, el del Canal de Suez y el de Panamá ¿Cómo se les queda el cuerpo? Y ya para nota es esta: le dio la idea del argumento de «Carmen» a Prospero Mérimée (reconocido por el propio Mérimée).
Los ricos también lloran
Los ricos también lloran no solo es el título de una telenovela mexicana, es la pura realidad de la vida de doña María Manuela. Solo hay que leer La Ilustración Española y Americana de 30 de noviembre de 1879, el obituario que hace de la condesa nos hace pensar en ese título: “La condesa viuda de Montijo nació para las luchas nobilísimas de la vida. Muerto el Conde de Teba (…) defensora de los derechos hereditarios [de sus hijas], ni la arredró la soledad, ni la detuvo el peligro para hacerlos prevalecer (…) y llegando hasta el rey D. Fernando VII, logró salvar crecidos intereses puestos en litigio”.
Tanta lucha trajo por un lado “grandes felicidades llenaron el corazón de la condesa en grado eminente. Madre de la Duquesa de Alba, mezclose a la suya la primera nobleza de la sangre. Madre de la Emperatriz de los franceses, reflejóse en su frente la primera diadema del mundo. Y por si algo faltaba a sus legítimas ambiciones, acrecentáronse en sus nietas tantos timbres ilustres con los egregios de la casa de Medinaceli y los preclaros de la casa de Tamames.
Pero, porque siempre hay un pero, también le trajeron “grandes desgracias” y “la condesa viuda de Montijo sintió desgarradas sus entrañas maternales ¿Quién no recuerda a la duquesa de Alba? ¿Qué alma generosa no lloró su muerte prematura? (…) a la hija siguió la nieta, a la duquesa de Alba, la de Medinaceli (…) la abuela sintió por segunda vez desgarrado su corazón” Y por si esto fuera poco, falleció su nieto, el hijo único de Eugenia de Montijo, Luis Napoleón, príncipe Imperial.
Y a los ricos también les lloran
La condesa estaba emparentada, tal y como recoge La Ilustración Española y Americana de 30 de noviembre de 1879, con “altísimos personajes contemporáneos, cuyos nombres han de figurar en primer término en los anales políticos de este siglo” alguno de los cuales aparece en la esquela. Su muerte, según el mismo medio, fue “llorada por todo el mundo” ya que, aun siendo aristócrata “era eminentemente popular” y así “las turbas revolucionarias pasaron por los salones de su palacio sin perjudicarla en sus intereses ni ofenderla en sus sentimientos. Jamás negó su amistad a la honradez y al trabajo. Transigía con todas las clases de la sociedad, menos con una: la clase mal educada”.
A todos los que la lloraron habría que agregar: “el coro de huérfanos que constantemente la rodeaba, y al cual cubría con sus amorosos brazos, amparo de su inocencia desvalida; el prolijo esmero, la respetuosa deferencia con que trataba a todo el mundo, por humilde que fuese; la atención profunda que prestaba a sus amigos, el interés que por su suerte se tomaba, y la exactitud con que cumplía la promesa hecha o la palabra empeñada, habremos de convenir en que la Condesa era la representación más legitima de la alta clase á que pertenecía, y que su pérdida deja un vacío en la sociedad española, difícil, si no imposible, de llenar”
A modo de conclusión
En una esquela cabe de todo, incluso un compendio de títulos de grandes de España, lo comprobamos en la esquela de la condesa viuda de Montijo, una mujer que supo tejer los hilos para que todos ellos fueran parte de su familia. Una vida que tuvo un poco de miel y un mucho de hiel, como la de otros muchos, pero para la que nuestro refranero tiene también máxima «Los duelos, con pan, son menos».
¿Por qué he elegido este tema? en la víspera de Todos los Santos tenía que hablar de algún fallecimiento y he elegido el de esta señora porque su esquela me ha parecido curiosa. Además, su vida daría para una telenovela de muchos capítulos, otras vidas menos interesantes así lo han hecho.
¿Podría haber hablado del acto de protocolo del día? Por supuesto, pero dejo ese tema a quien seguro lo hará mejor que yo. No obstante, si se quieren informar de lo esencial del contenido del acto visiten las páginas web del Congreso y del Senado, allí encontrarán toda la ceremonia perfectamente detallada.
¡¡Feliz puente a quien pueda disfrutarlo, #protocoleros!!
Fuentes: