En los albores de este blog, allá por marzo del 2014, publiqué una entrada con una pregunta ¿Urbanidad en verso? en la que comentaba un libro del Padre Codina en el que en una serie de octavas se explicaba urbanidad a las niñas de finales del siglo XIX.
Esta semana he vuelto a repasar el libro, porque con María de la Serna lo íbamos a comentar en la sección de protocolo de Hoy en Madrid Mañana; al final no ha podido ser, porque nos ha «contraprogramado» nada más y nada menos que el Sr. Rajoy con su intervención en la Audiencia Nacional.
Al volver a leer el libro me he fijado en algo que dice mucho de nosotros, los modales en la mesa, veamos cómo se los enseñaban a las señoritas de aquel entonces (las octavillas que se reproducen a continuación son texto original del libro de Codina que podéis descargaros en la web de la Biblioteca Digital Hispánica).
Esta octava de respuesta a estas preguntas: ¿cómo se sentaban a la mesa? ¿en qué orden? Lo mismo que ahora: los menos importantes estamos en la sala cuando llegan los importantes, pero no nos sentamos hasta que no lo hacen ellos, ni empezamos hasta que no empieza el anfitrión.
Los ruidos en la mesa: soplar, olisquear y oliscar, hacer ruidos al atragantarse era y es de muy mala educación. Si además utilizamos los medios a nuestro servicio, los cubiertos por ejemplo, para hacer ruido la cosa empeora. Con respecto a la comida, quedarse mirando fijamente algo que nos gusta, como un buitre, es de pésima educación.
Masticar a dos carrillos, hablar con la boca llena. poner los codos sobre la mesa, etc. son normas de ayer y de hoy. Las reglas de comportamiento social se dan precisamente para nuestra vida en sociedad, para la interacción con los demás y si en algo son estrictas es en la forma en la que comemos: es de pésima educación hablar con la boca llena, el que se sienta frente a nosotros no tiene porqué estar viendo como y qué masticamos.
El uso de la servilleta para no dejar marcas en el vaso y para que lo que bebemos no deje marcas en nuestros labios; sorber y mostrar satisfacción resoplando al apurar el vaso son también signos de mala educación.
Como vemos no ha pasado ni un día por estas normas, hoy las seguimos utilizando y exigiendo en el comportamiento de los otros. Una pena que hayan dejado de enseñarse en verso, así, sin duda, tal vez las recordaríamos mejor al sentarnos a la mesa
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