Al valorar la herencia recibida solo pensamos en el valor económico de lo que recibimos: todos los bienes, derechos y obligaciones que eran posesiones de quien ha fallecido y que nos llegan tras su muerte. De esto parece tratar el refrán de esta semana, de gastar solo nuestras ganancias económicas y pasarle a los hijos la herencia recibida -imaginamos que incrementada con aquello que no hayamos gastado- de modo y manera que con el paso de las generaciones, se vaya acumulando una gran fortuna.
Pero también se heredan emociones, miedos, creencias, costumbres, modales, etc. Algo intangible pero que forma parte de su personalidad. En nuestras manos está no malgastar esa «herencia» inmaterial recibida, educando a nuestros hijos en buenos modales y buenas costumbres para que ellos, a su vez, la pasen a las generaciones venideras.
A veces el refranero nos lleva a ir un paso más allá, a reflexionar sobre estos dichos populares y aplicarlo otras situaciones, no a la que estrictamente relata el aforismo.