Ayer día 26 nos comunicaban la muerte de María de las Mercedes de Orleans y Borbón, en las siguientes horas, antes de proceder a la exposición pública del cadáver, tienen lugar una serie de rituales en la propia cámara real en los que el protocolo es muy importante.
Para comprobar que «ya Mercedes está muerta, muerta está que yo la vi» que da título a esta entrada, acudiremos a La Ilustración Española y Americana, que el día 8 de julio de 1787 dio cumplida información sobre el particular.
«Ya Mercedes está muerta«: reconocimiento del cadáver
«Ya Mercedes está muerta«, pero para certificar que el cadáver que está en el lecho de la Cámara Real es el de la reina María de las Mercedes, alguien tiene que reconocerlo y alguien tiene que levantar acta. Este acto de reconocimiento requería la presencia de cargos de Palacio, grandes de España y autoridades civiles y se produjo en la madrugada del día 27, antes de la exposición pública.
En la Cámara Real está la Camarera Mayor, quien no se ha separado ni un momento del cadáver, y a la misma acceden: el Mayordomo Mayor, los médicos de Palacio, ocho grandes de España y el Ministro de Gracia y Justicia (en su calidad de Notario Mayor del Reino, que será quien de fe de las manifestaciones que allí se hagan).
El Ministro será quien pregunte a la Camarera Mayor si jura que el cadáver que está sobre la cama es el de S.M. la Reina Doña María de las Mercedes de Orleans y Borbón; ante la respuesta afirmativa de la Camarera Mayor el Notario Mayor del Reino levanta acta dando fe de este hecho.
Una vez producido este requisito formal el cadáver es entregado al Mayordomo Mayor, quien a su vez lo entrega a los Monteros de Espinosa, encargados de su guardia y custodia.
«Muerta está que yo la ví«: exposición del cadáver en la capilla ardiente
Para proceder a su traslado a la capilla ardiente, situada en el Salón de Columnas hay que proceder a levantar el cadáver, otra ceremonia en la que participan «los gentiles hombres grandes de España y (…) los gentiles hombres de la Real Casa«.
El cortejo que acompaña el cadáver por los pasillos y salones de Palacio llega a las 07.00 h. de la mañana al Salón de Columnas donde lo sitúan «sobre la cama fúnebre imperial (…) -ubicada en el «centro de la mitad del salón» y que está «bordada en seda y oro (…) -datando- de la época de Felipe V«.
El ambiente de solemnidad que hay en el Salón de Columnas lo vemos el en grabado que aparece a continuación -obra de Ferrant y Comba- publicado en La Ilustración Española y Americana.
El cadáver, vestido con el hábito de la Merced, estaba dentro de un «féretro de raíz de olivo, forrado de tisú y oro y con los galones de entorchado de capitán general«. Estaba descubierto, vemos su tapa apoyada en la pared al lado de uno de los dos altares que se habían instalado en la Sala (el otro estaba al lado izquierdo de la cama fúnebre). Desde esos altares se «celebraron misas rezadas hasta las 12 del mediodía».
Aunque desde esta perspectiva solo apreciamos el lado de la derecha, el texto de la Ilustración nos dice que a ambos lados de la cabecera y los pies montaban guardia los Monteros de Espinosa. Además en la cabecera se situaron «dos individuos de la Hermandad Real y dos Jefes de Alabarderos«. Próximo a la cabecera, en este lado visible, se aprecia un cojín con la corona real española; a los pies dos alabarderos y entre ellos un gran crucifijo.
Aunque el catafalco y todo lo que lo rodea ocupa casi todo el grabado podemos ver un detalle, la barandilla que «servía de separación entre la capilla ardiente y el lugar destinado al numeroso público» que quiso dar su último adiós a la reina y poder contar a sus vecinos que la reina «muerta está que yo la ví«. La capilla ardiente permaneció abierta desde las 07.30 hasta las 22.30 y si hemos de creer las cifras que facilita La Ilustración, por allí desfilaron aproximadamente 90.000 personas.
Organizando al público: acceso y salida de Palacio
Para organizar a ese reguero de gente en Palacio, se estableció un acceso y una salida. La entrada se hizo por «la puerta que da acceso a la escalera de Cáceres en la Plaza de la Armería, saliendo luego por la del Príncipe en la Plaza de Oriente»
El público pudo ver a la reina y así certificar que Mercedes «ya está muerta, muerta está que yo la vi«, como dice la canción popular, aunque tal vez quien escribió la letra no estuvo en la capilla ardiente, ya que sabemos que su mortaja fue el hábito de la Merced:
Su carita era de cera,
sus manitas de marfil
y el velo que la cubría
de color carmesí,
Sandalias bordadas de oro,
llevaba en sus lindos pies:
que se las bordó la Infanta,
la Infanta Doña Isabel,
El manto que la envolvía
era rico terciopelo
y en letras de oro decía:
«ha muerto cara de cielo»
Al día siguiente, el 28 se produciría el traslado del cadáver a su lugar de descanso definitivo, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Una vez más el protocolo jugó una baza importante, salió a la calle y acompañó al cadáver, pero eso lo veremos mañana.
Fuentes: La Ilustración Española y Americana, citada en el texto; y la versión Soto de Cameros de la canción.
4 comentarios
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Qué serán esas palanganas que rodean toda la capilla?
Supongo que agua con olor