Ya estamos en verano y este año toca descanso veraniego en Protocolo con Corsé. Llevamos más de 2 años escribiendo sin interrupción y eso no es bueno para la cabeza, así que nos tomamos unas vacaciones de dos meses –merecidísimas, como las de las famosas- para volver en septiembre con las pilas recargadas.
Claro que una no se puede ir de vacaciones así como así, no serían formas. Para no meter la pata cojo un libro del anaquel –El Nuevo Libro de Etiqueta, de Lillian Eichler, 1952- para ver qué instrucciones encuentro, ya que tengo que hacer las maletas. Ese tema el primero en el que debe pensar una viajera, para que no le pase como a las señoras de la imagen destacada, que aparecen atrincheradas entre el equipaje y las mascotas, que más que un mozo o moza de equipaje necesitan un sherpa para subirlo al tren.
Dice Eichler que “los turistas con experiencia no se sobrecargan nunca de embarazoso equipaje, sino que sólo toman lo estrictamente necesario”. Casi 70 años más tarde no sabría qué decir, viendo las maletas gigantes con las que me cruzo en aeropuertos y estaciones.
Aunque hay que seguir leyendo para trascender el significado de “estrictamente necesario” a mediados del siglo XX: “El baúl más a propósito para viaje es el de tipo guardarropa, con perchas y varias cubetas y cajones (…) [con] sitio para zapatos, sombreros y ropa sucia, y de ellos puede sacarse, por ejemplo, un vestido sin necesidad de abrir la tapa ancha ni de revolver lo que está encima”. Estamos hablando de algo parecido a un armario ropero pero transportable.
En 1952, como ahora, los viajeros disponían de maletas: “bien equipadas (…) hechas con cubetas sueltas para guardar artículos de ámbar, concha o plata, en forma de peine, cepillo, estuche de cepillo para los dientes, jabonera, calzador, espejo, etc. Estas cubetas (…) pueden levantarse de la maleta y doblarse en forma de cajón, a propósito para llevar al tocador”. Mas que maleta, era una caja fuerte.
“Baúles y maletas han de escogerse teniendo más en cuenta su resistencia y su duración que su aspecto exterior (…) Es conveniente reforzar los baúles, poniéndoles esquinas de metal en las cubetas, y costillas de acero que aumenten la rigidez exterior. (…) Huelga decir que todos los baúles han de tener buenas cerraduras”. Ya sabemos que hay mucho amigo de lo ajeno al acecho y conviene cerrar bien las maletas (y recordar dónde está la llave, claro).
“No cometamos la equivocación de llevarnos demasiadas cosas en nuestro viaje. Muchas personas han viajado felizmente por toda Europa con solo una o dos maletas (…) es mucho menos molesto pecar por poco equipaje que por un exceso” Ya saben, “para todo viaje, siempre ligero de equipaje” que diría el poeta. Hoy en día el exceso maletil en una línea aérea se paga, y bastante caro.
Por si fuera poco llevar mucho equipaje es un “signo seguro de que una persona no ha viajado nunca por el extranjero”.
Tomaré nota: ligera de equipaje, buena maleta y con cerradura (aunque puedo prometer y prometo que no llevo nada de ámbar, concha o plata, soy mucho más sencilla).
¡¡Buenas vacaciones, protocoleros!! ¡¡Nos vemos en septiembre!!
Fuente de la imagen: semanario «El Buen Humor» 11/06/1922 digitalizado en la Hemeroteca Digital.
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