Hace un par de semanas hablábamos en el Kiosko del Protocolo de Europeamedia de las Tunas, esos grupos de estudiantes universitarios ataviados con una pseudo indumentaria de corte de tiempos de Felipe II, que, acompañados de instrumentos musicales -principalmente de cuerda- cantan canciones en determinados actos del campus o dan serenatas, van de rondalla, etc. y que tradicionalmente se han denominado Tunas o Estudiantinas. Hablábamos de la Tuna a colación de unas declaraciones del ministro de Universidades en las que venía a decir que la de la tuna era una costumbre rancia, que no le gustaba y que quería una Tuna con tunos y tunas.
La verdad es que borrar de un plumazo una tradición de casi mil años con un “porque no me gusta” parece un poco excesivo. A nivel personal los tunos me dan un poco igual, a veces me resultan graciosos, otras cansinos, pero forman parte de la vida universitaria y en algún sitio tienen que recalar aquellos que se toman los estudios con tranquilidad.
No voy a hablarles aquí de la historia de la Tuna, los orígenes de su traje, o cosas por el estilo. En esta entrada les hablaré de una Tuna, o Estudiantina (como la llamaban los medios de la época) que viajó a París, a punto de celebrar la Exposición Universal, y lo hizo en Carnaval. Todo lo que en la capital de Francia aconteció con aquellos estudiantes viajeros lo contó, con profusión de ilustraciones, La Ilustración Española y Americana y aquí se lo cuento.
Calentando motores: la Estudiantina viaja a París
El 28 de febrero de 1878 La Ilustración Española y Americana publicaba una columna en la que relacionaba Estudiantinas con el Carnaval, citando a un periódico madrileño, cuyo nombre no desvela, señala lo siguiente: “Setenta jóvenes, pertenecientes a familias bien acomodadas de Madrid, han organizado una estudiantina, que en el próximo Carnaval recorrerá las calles de París, luciendo ricos y vistosos trajes, y ejecutando, con bandurrias y guitarras, aires españoles”.
La iniciativa no le parece mal a La Ilustración pero el periodista que redacta este artículo se admira de que “esos jóvenes no sepan o no recuerden que en las calles de París no se conoce el carnaval más que por el ruido insoportable de millares de trompas de caza, que resuenan constantemente en todos los barrios, y que más parecen alegoría a la trompeta del Juicio Final que demostración de regocijo carnavalesco”. Que quieren que les diga, mucho mejor las canciones de la Tuna -aunque desafinen- que una trompetada.
Empiezan a llegar noticias de París: la Estudiantina no pasa desapercibida ni por sus cantos ni por sus trajes
Debió haber cierto debate en Madrid sobre la oportunidad del viaje de la Tuna a París y sobre el papel de los tunos por aquellos lares. Hubo incluso quien le auguró un mal papel. Las profecías no llegaron a cumplirse y nuestros tunos dejaron muy alto el pabellón desde el primer momento, así lo recoge La Ilustración Española y Americana de 8 de marzo de 1878: “Los que temían hiciesen en París mal papel los estudiantes españoles, se han equivocado; y es que no damos valor a lo nacional y característico, enamorándonos de lo monótono y extranjero” Este comentario no sé a ustedes pero a mí me parece de rabiosa actualidad.
Continúa el periodista señalando: “Lo que hoy aplauden los franceses, ya no existe en realidad. Si la comisión de estudiantes se hubiera presentado en el traje con que asisten a las aulas, es decir, vestidos a la francesa, nadie hubiera reparado en ellos”. Y se aventura a decir que a lo mejor los estudiantes crean tendencia: “París ha sancionado el tricornio y el manteo, relegado hace tiempo a los desvanes por antiguo y español. ¿Nos impondrá ese traje alguno de los figurines que vengan de Francia próximamente? Sería curioso que la ropa desechada por ser nuestra, nos la volviéramos a vestir por decreto de los sastres de París” .
Y es que los trajes que lucían llamaban la atención por su riqueza y porque parecían los genuinos de los estudiantes de Salamanca y Alcalá “jubón y gregüescos de terciopelo negro con botones de acero y ancho cuello de encajes; medias de seda, también negras; zapatos de charol con lazo de igual color y hebilla de acero; guante blanco de cabritilla; gorra de terciopelo con un nudo de cinta amarilla y encarnada (…) [o] sombrero apuntado”
La estudiantina en los medios franceses de la época
Los estudiantes españoles -que eran unos 70 según hemos leído más arriba- fueron a dar una serenata a Le Figaro, ahí es nada, y su actuación no pasó desapercibida, además obtuvieron una recompensa: salir en los medios franceses. La Ilustración recoge detalle de la serenata ofrecida al periódico con estas palabras “Cuando los estudiantes daban serenata a la redacción de El Figaro [lo castellanizaron], que no ha podido ser más galante y española, uno de los escolares, según dice el periódico francés, bailó con frenesí una seguidilla. El éxito fue atronador”. Éxito de crítica y público que dirían hoy los medios, y dijeron entonces: “¡Olé! ¡olé! dijeron al oír templar las guitarras en la plaza aquellos españoles. ¡Olé! ¡Olé! Grito el pueblo de París. Y allí dijeron ¡olé! Hasta los gendarmes”.
El éxito de la Tuna entre los franceses, según La Ilustración Española y Americana de 15 de marzo, fue “asombroso, y puede resumirse en la siguiente pregunta que, según un periódico de París, se dirigían mutuamente los habitantes de la capital de Francia, desde el día 3 del actual: ¿Dónde tocará hoy la estudiantina española?” En los grabados que acompañan a la crónica y que forman parte de la imagen destacada de esta entrada vemos a los estudiantes tocando en el Jardín de las Tullerías y en algunos bulevares de la ciudad que los acogía.
Un programa de actividades para lucimiento de los estudiantes ¿o deberíamos decir tunantes?
La Ilustración recoge en sus páginas un detallado programa de las andanzas de los tunos por París, que comenzó con la visita al “Embajador de España, que luego los presentó en el Elíseo (…) las redacciones de Le Figaro y Le Gaulois (…) palacio Basilewski (…) Círculo de la prensa conservadora (…) Prefecto de la Policía (…) y a varias casas del aristocrático barrio de la Estrella (…) Tribunal de Comercio (…) Escuelas de Derecho y Medicina, en la cual tocaron jotas y seguidillas delante de la estatua de bronce de Bichat”
El programa de actividades incluyó un banquete ofrecido por los estudiantes de París quienes, “tomando en serio los trajes de la comparsa humorística venida de España, brindaron por la fraternidad escolar, por la unión de la raza latina, por la América liberal, y no sabemos por cuantas cosas más”. Vamos que se hicieron una exaltación de la amistad, pérdida de la verticalidad y cánticos regionales, como manda la tradición si se mezclan Tuna y bebidas alcohólicas.
El storytelling de las andanzas estudiantiles en París en un grabado que son ocho
Publicaba La Ilustración Española y Americana de 8 de abril de 1878 un grabado a toda página que resumía gráficamente las andanzas de la estudiantina en París y alrededores. Es lo que hoy llamaríamos el storytelling del evento y que incluyo en este epígrafe. Las ilustraciones que componen este storytelling llevan su correspondiente número identificativo, y una leyenda explicativa. Comenzando por la esquina superior izquierda y haciendo recorrido de izquierda a derecha, esta es la explicación de cada grabado.
Número 1: “Los Estudiante en marcha para la capital de Francia” Señala La Ilustración que los tunos salieron cantando de Madrid y llegaron a París de la misma forma.
Número 2: “En Versalles, después de saludar al Municipio y al Prefecto” Allí dieron una serenata y fueron “aplaudidos frenéticamente por la inmensa concurrencia que llenaba la ancha plaza”
Número 3: “Varias distinguidas señoritas españolas les obsequiaron en París (…) con preciosos ramos de flores”
Número 4: “Visita a la ciudad de Poitiers y serenata al Prefecto” Cuando volvían a Madrid, en Poitiers los acompañaron “los estudiantes de la famosa Universidad de aquella histórica población”.
Número 5: Salida de París. La salida de París de la estudiantina “anunciada de antemano por la prensa periódica, fue motivo bastante para que una inmensa muchedumbre saliese a despedir a los estudiantes (…) [quienes] iban en grandes carruajes descubiertos, llevando las banderas, las coronas, las flores y demás objetos que les habían regalado los parisienses”.
Números 6 y 7: Recibimiento en Valladolid por “los escolares de la célebre Universidad vallisoletana, y en el salón de sesiones (…) tocaron diferentes piezas musicales ante el claustro de catedráticos”.
Número 8: Viaje de regreso en brazos de Morfeo “rendidos por el cansancio [los tunos], se aprovecharon con abandono del confort de los carruajes de primera clase”.
A modo de conclusión
Aquél viaje de la estudiantina a la capital de Francia fue todo un éxito que hoy atribuiríamos a la “marca España”. Le dieron otra vida al Carnaval parisino, lo pasaron bien y dejaron un buen recuerdo, cumplieron su objetivo.
Volviendo a lo que me llevó a escribir esta entrada, que no era otro que el comentario del ministro de Universidades sobre la Tuna más inclusiva, menos sexista. La verdad es que no me imagino una Tuna con tunos y tunas. Hay costumbres y tradiciones que, a lo mejor, hay que conservar tal y como están, por que son únicas. Decir que es una institución machista, tampoco me parece de recibo. No hay que condenar a una institución por el comportamiento de alguno de sus miembros individuales.
Tunas, tunos, estudiantinas y estudiantes, canciones y alegría de vivir que nos diferencian de otros. Nuestros tunos fueron aplaudidos en París, ciudad cuyas calles tomaron en el Carnaval de 1878. Allí despertaron asombro, cosecharon éxitos y sobre todo, se divirtieron.
Fuentes del texto y las imágenes: las mencionadas en el texto cuyos números aparecen disponibles en la Hemeroteca Digital Hispánica