La semana pasada hablábamos en este blog de los títulos de la Villa de Madrid, y mencionamos dos que concedió Fernando VII en 1814 y 1816. He buscado los Reales Decretos en la Gazeta Histórica (Gazeta con z, tal y como aparece en el BOE) y leyéndolos me ha venido a la mente el título de esta entrada. Y es que la modestia de este rey –o las ganas de pelotear que tenían los que le rodeaban- era equiparable a su falta de atractivo físico, me cae fatal ¿se nota verdad?.
Si a todo lo anterior unimos la imagen destacada de esta entrada “El gobierno paternal de nuestro mu amado rey el Señor Don Fernando VII” que he encontrado en la Biblioteca Digital Hispánica, pues ya tenemos material para una entrada, la que comparto con ustedes.
Real Decreto de 4 de mayo de 1814: la villa “Heroica” y el ayuntamiento “Excelencia”
Mediante Real Decreto de 4 de mayo de 1814 Fernando VII concede a la ciudad de Madrid el título de Muy Noble y Muy Leal, y a su ayuntamiento la preeminencia de Excelencia. En su texto hayamos cumplidas muestras de autoalabanza (se redacta en primera persona) o peloteo (sabemos que el rey no redacta per se, otros lo hacen en su nombre y aprovechan muy bien el momento).
En la segunda línea ya encontramos a “nuestro deseado y amado Monarca”, innecesaria mención en una norma; tal vez pensaron que a fuerza de repetir algo se hace realidad.
Cuerpo del Real Decreto, comienza dando un poco de cera a la su villa de Madrid (textual “a la mi villa de Madrid) con estas palabras: “Aunque en todos los tiempos el pueblo de Madrid ha dado a los Reyes mis predecesores decididas pruebas de su amor y lealtad, todavía las que ha dado a mi persona en el día en el que tuve el glorioso placer de entrar en él la primera vez después de mi exaltación al trono por la renuncia de mi augusto padre y señor, y las que ha continuado dando durante la opresión de los enemigos, señaladamente en el memorable día Dos de Mayo, son tan relevantes y grandes, que ni podrá obscurecerlas el tiempo, ni olvidarlas Yo ni mi real familia mientras tuviere la gloria de reynar en la nación española”. Se puede decir más con menos letras y frases más cortas, eso seguro (también se pueden decir menos “mentirijillas”, que la historia pone a todos en su sitio).
Como es de bien nacidos ser agradecidos, a renglón seguido el rey dice estar “muy obligado y servido de [su] pueblo de Madrid” y quiere “hacerle otra más señalada demostración de [su] aprecio y gratitud” que es la de que “añada a sus títulos de muy noble y muy leal e imperial el de heroica villa de Madrid, y a su ilustre ayuntamiento el de excelencia; y para que lo pueda usar y recibir en sus actas y escritos que se dirijan al ayuntamiento”.
En prueba de su generosidad el rey manda que de su “particular tesorería se distribuyan en cada una de las parroquias de Madrid, en el día de [su] entrada, 100 doblones a juicio del ayuntamiento y de los párrocos”. No debía ser mucha la largueza del monarca ya que a continuación justifica la cantidad con estas palabras “las actuales circunstancias no dan por ahora lugar a que mi real ánimo de mayores muestras de mi natural beneficencia” Momento baja Modesto en la norma, el rey se califica a sí mismo de generoso ¡qué humilde!
Como esto lo leemos en la Gazeta y allí no solo se publica la norma, también podemos leer –en el párrafo siguiente- lo que aconteció en Madrid en cuanto se tuvo noticia de los honores y los doblones: “El ayuntamiento, convocado inmediatamente para publicar este real decreto, acordó su exacto cumplimiento; y deseando manifestar a este heroico vecindario la satisfacción que le debe caber por las singulares distinciones con que S.M. se ha dignado condecorarle y beneficiar a los vecinos pobres, mandó (…) que se publicase y fixase por las esquinas”.
Los habitantes de Madrid –a decir de la Gazeta- “todos a porfía [redoblaron] las demostraciones del más afectuoso regocijo de que se hallaban poseídos desde el momento en el que supieron que estaba ya próximo el día en que lograrían la dicha, tanto tiempo deseada, de volver a ver en su seno a su deseado Monarca”.
Real Decreto de 22 de diciembre de 1816: la villa que ya era “Heroica” pasa a serlo en superlativo
Madrid ya era heroica, pero quería el grado superlativo y así se lo hizo saber al monarca (bueno, a un monarca absolutista no le haces saber nada, le suplicas): “Habiéndome suplicado el ayuntamiento de la M.N. y M.L e I. villa de Madrid que el dictado de heroica que le concedí por mi Real decreto dado en Valencia a 4 de mayo de 1814 se entendiese en grado superlativo, según lo había obtenido posteriormente la ciudad de Cádiz” (pelín de envidia detecto en la súplica madrileña)
Continúa con estas palabras: “y parecía conforme al espíritu del mismo decreto, pues lejos de limitar mi beneficencia a las gracias que hice entonces al pueblo de Madrid, le permití una satisfactoria esperanza de conseguir otra más señalada en demostración de mi aprecio y benevolencia por las pruebas decididas de su amor y lealtad” (momento cera a la ciudad) “así en el día que debía a Dios el placer glorioso de entrar la primera vez en esta capital de mis reinos después de mi exaltación al trono por renuncia de mi augusto Padre” (otra “mentirijilla” que si se repite mucho, se acaba creyendo) “como por los generosos esfuerzos y nobles sacrificios con que confirmó los sentimientos de su fidelidad a mi Real Persona, haciendo frente a los ejércitos del tirano usurpador en el memorable día Dos de Mayo, y distinguiéndose entre las capitales de las demás naciones por este y otros ejemplos dignos de la lealtad española” (más cera Madrid).
Por todo lo anterior “he venido en conceder que pueda añadir el título de muy heroica a los demás con que la honraron los Reyes mis predecesores”. Seguro que se podía decir con menos palabras y frases más cortas (el RD está redactado en un solo párrafo para leer del tirón, porque no hay puntos seguidos ni aparte). Lo importante son las 23 palabras finales, ese es el objetivo de la norma, la concesión del título ¿o no?
Mi opinión personal es que el objetivo no era tanto conceder el “Muy” (objetivo explícito) como el contribuir a la tarea de consolidación del poder a base de repetir una serie de tópicos (objetivo implícito). Esta norma, como la anterior, contiene unos cuantos. El súbdito que leía el decreto colgado en la esquina o escuchaba la lectura de labios de quien sabía hacerlo, debía sentirse honrado de que su monarca le recordase que sus sacrificios habían sido generosos y nobles y que gracias a su amor y lealtad él podía ocupar el trono. Y lo más importante: podía esperar de su rey benevolencia y beneficencia, porque estaba en deuda perpetua con «su» villa de Madrid.
Se podría resumir con un “Soy vuestro padre, como os habéis portado bien, soy generoso, y el día en que os portéis mal, ya veremos”.
Como dice el pie de la imagen destacada de esta entrada “El gobierno paternal (…) Las virtudes sacan de las manos impuras de la discordia y de la anarquía al deseado Rey. Un rayo aterra a las dos furias infernales. La España se prosterna a los pies del libertado Monarca y la seguridad pública, las artes, la abundancia y el comercio vuelven a reinar en España”.
Fuentes: las mencionadas en el texto
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