Hace una semana hablábamos de serenatas, rondas y pasacalles y el viernes pasado recogíamos una cita de Emilia Pardo Bazán en la que hablaba sobre un himno: La Marsellesa. Buscando, buscando en el pasado he logrado unir las dos entradas en una. He encontrado la referencia a una serenata -en Madrid- en la que se cantó La Marsellesa. Esta serenata fue la que que le tributaron a Don Emilio Castelar el 15 febrero de 1873 y de cuya celebración se hizo eco La Ilustración Española y Americana de 24 del mismo mes.
Dice el semanario que el motivo de la serenata fue una muestra de aprecio, como otras muchas que se había celebrado, “de los republicanos madrileños […] a casi todos los hombres públicos [que se hallaban] al frente de los destinos de la nación”.
Dos horas de serenata
Cronograma
A las 21:00 empezó la serenata, aunque “desde mucho antes veíase materialmente ocupada de una inmensa multitud la calle de Serrano” donde vivía el Don Emilio. Entre esa multitud destacaba la concurrencia “de una gran representación de ciertas clases de la sociedad que concurren con poca frecuencia a estos actos”.
A las 23:00 el homenajeado “haciendo uso de su maravillosa elocuencia” dirigió unas palabras a la concurrencia desde el balcón; palabras que el público en la calle “escuchó hasta el fin con un religioso silencio”.
Decoración e invitados
La casa del ministro estaba “profusamente iluminada y ocupados sus balcones por un gran número de sus amigos más íntimos”. Otros invitados permanecieron en la calle durante la serenata, y al finalizar esta –a las 23:00 horas- subieron a la morada del señor Castelar y “fueron galantemente obsequiados con profusión de dulces y cigarros”.
Los encargados de dar la serenata
La banda militar de ingenieros “magistralmente dirigida por el Sr. Maimó, que tocó piezas escogidas con la precisión que es notoria en la citada banda”.
El discurso de Castelar
La Ilustración resume así las palabras que pronunció Castelar desde el balcón de su casa: “expresó su inmenso júbilo por haber realizado el ideal republicano (…) y la forma verdaderamente maravillosa en que se había verificado; forma que (…) asombrará a generaciones futuras, dándoles una idea exacta de la grandeza, de la cultura y de la templanza del pueblo español” añadiendo que la situación política estaba “destinada a ser la solución salvadora que había de unir (…) a todos los españoles” para lo cual “pedía al partido republicano calma, moderación y benevolencia, y apoyo constante al Gobierno provisional”.
Finalizó su discurso con un ¡viva la república! “calurosamente contestado y vitoreado”.
Se cantó la Marsellesa
La serenata finalizó “con los patrióticos aires de la Marsellesa”. Es curioso que un himno patriótico extranjero formase parte de una serenata a un político español. La Marsellesa –como himno- había pasado por diferentes vicisitudes: himno nacional con la Revolución, prohibición durante el Imperio y la Restauración y vuelta a ser himno nacional con la III República, proclamada hacía apenas dos años en Francia. Quizás la explicación esté en la cita de Pardo Bazán que publicábamos el viernes pasado. O tal vez en que la Marsellesa, se ha convertido en una especie de símbolo pannacional, representando la revolución y el carácter revolucionario.
A modo de conclusión
No me imagino hoy en día dando la serenata a un político, una cencerrada, sí, pero una serenata –salvo con una banda que desafine- no. La palabra cencerrada no es desconocida para quien se crió en la España profunda; forma parte de mi vocabulario desde la infancia. Entonces solo la conocía en su primera acepción coloquial, la que hace referencia al: “ruido desapacible que se hace con cencerros, cuernos y otras cosas para burlarse de los viudos a primera noche de sus nuevas bodas”. A nuestros políticos –sean del signo que sean- les va más ese “ruido desapacible que se hace con cencerros o con otros utensilios metálicos para realizar una protesta cualquiera o como burla”, que ahora se ha dado en llamar “cacerolada”, más que nada porque ya pocos saben qué es un cencerro.
Fuente de texto e imágenes: la mencionada en el texto, digitalizada por la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional
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