Aunque no se lo crean llevo un rato mirando a la pantalla, intentando poner un título en el que no apareciese el nombre del protagonista de este post, porque es un rey que me cae fatal, pero el acto que les voy a relatar es interesantísimo desde el punto de vista del protocolo.
Fernando VII fue jurado como príncipe de Asturias cuando le faltaban apenas 15 días para cumplir 5 años (1789) en un acto de gran solemnidad y mucho protocolo que fue recogido por Luis Paret en un lienzo datado dos años más tarde (1791).
El detalle de la ceremonia aparece recogido en una Gazeta Extraordinaria de 23 de septiembre de 1879 que debió ser el documento que consultó el mencionado pintor para realizar la obra (además de su probable asistencia al acto) y en una Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España editada en 1887.
El cuadro de Paret es el testimonio gráfico de un acto oficial de gran importancia y mucho protocolo: ordenación de autoridades, ceremonia y etiqueta. Leyendo la Gazeta, los Documentos Inéditos y observando el lienzo podemos apreciar los aspectos de protocolo que se despliegan ante nuestros ojos: diseño del espacio, la distribución de puestos, la etiqueta requerida y la secuencia del acto.
Protocolo oficial: espacio y distribución de los asistentes
Altar, crucero y nave son los tres espacios que observamos en el cuadro y la distribución de los asistentes se hace teniendo en cuenta los lados del Evangelio y de la Epístola. Por orden de precedencia espacial tenemos:
En el altar: el Arzobispo de Toledo “revestido de pontifical” asistido por varios capellanes e honor. Tenía frente a él una mesa y un reclinatorio. Sobre la mesa un crucifijo y un misal.
En el crucero, en el lado del Evangelio “un largo banco para trece Arzobispos y obispos; detrás los bancos para la Cámara de Castilla y de pie los Mayordomos” del príncipe.
En el crucero, al lado de la Epístola y bajo un dosel con las armas reales están situados los puestos destinados a la real familia, que aparece sentada en riguroso orden de precedencia: Carlos IV, María Luisa de Parma, el pequeño príncipe de Asturias y “el Infante Sr. don Antonio” (Antonio Pascual, hermano de Carlos IV y tío del príncipe).
En la barandilla que separa altar y crucero de la nave, por el lado de dentro y mirando hacia el altar: dos reyes de armas a cada lado y cuatro maceros en las gradas de acceso.
En la nave en el lado del Evangelio: diputados y procuradores en Cortes. En el lado de la Epístola: Grandes y Títulos del reino.
En las tribunas del lado del Evangelio: las infantas “los señores consejeros y los Secretarios de Estado, Embaxadores y Ministros extranjeros” (en el cuadro, Paret las sitúa en las tribunas del lado de la Epístola).
Etiqueta requerida por el protocolo del acto
Respecto a la etiqueta observamos que los asistentes en su mayoría visten de azul: casaca, chupa y calzón. Al ser un acto solemne “en la corte los trajes todavía –son– de seda, y bordados”. La casaca “se va haciendo cada vez más estrecha en cuerpo y mangas mientras que su cuello continúa subiendo”; la chupa ”única prenda en la que se permite la decoración, que ya no lleva mangas, es recta y llega a la altura de la cintura”. El calzón azul y las medias blancas.
Observamos que alguno de los asistentes luce la banda de la Orden de Carlos III (el pequeño príncipe incluido). La mayoría de asistentes lleva peluca blanca “que en los años 90 prácticamente desaparece” y sombrero tricornio, que tienen en su regazo.
Secuencia de una acto de protocolo oficial
Previamente al acto de la jura ha tenido lugar la misa de pontifical, la bendición y el canto del Veni Creator (eso nos dice la Gazeta). Lo que refleja el cuadro es el momento de la jura, en el que los grandes y títulos, accediendo de dos en dos, proceden a prestar juramento ante el Arzobispo y rendir pleito de homenaje en manos del Mayordomo Mayor.
Para que ese momento llegase alguien –el rey de armas más antiguo- solicitó la atención de los asistentes pronunciando estas palabras:
«Oíd, oíd, oíd la escritura de juramento y pleito homenaje que el Sr. Infante D. Antonio Pascual y los Prelados, Grandes, Títulos y Caballeros Procuradores de las ciudades y villas de voto en Cortes, que aquí están presentes, hacen al Serenísimo y muy esclarecido Príncipe de Asturias, nuestro Señor, como hijo primogénito y heredero del católico Rey Don Carlos IV, nuestro Soberano y Señor, y de la Reina nuestra Señora Doña María Luisa”.
El escrito de la jura fue leído por el Decano del Consejo y Cámara desde el lado del Evangelio, en él se recogían los aspectos sobre los que había de jurar y también la forma de hacerlo. Son curiosas algunas frases del texto que leyó el Decano entre las que destacamos la siguiente:
“(…) decís que juráis a Dios nuestro Señor y a Santa María su Madre, y a la señal de la Cruz y a las palabras de los Santos Evangelios que están escritas en este libro misal que ante vosotros tenéis abierto, la cual, Cruz y Santos Evangelios, corporalmente con vuestras manos derechas tocaréis, que por vosotros y en nombre de vuestros constituyentes (…) tendréis realmente y con efecto a todo vuestro leal poder a dicho Serenísimo y esclarecido Príncipe D. Fernando, por Príncipe heredero de estos reinos durante la vida de S.M. y después de ella por vuestro Rey y Señor Natural, y como a tal le prestáis la obediencia, reverencia, sujeción y vasallaje que le debéis y haréis y cumpliréis todo lo que de derecho debéis y sois obligados a hacer y cumplir (…); así Dios os ayude en este mundo a los cuerpos y en el otro a las almas donde más habéis de durar”.
Y por si a alguno le quedaban dudas y decidía ir contra el juramento, le esperaba “ser habido por infame, perjuro (…) y tenido por hombre de menos valer (…) incurriendo en caso de aleve y traición, y en las otras penas que por leyes y fueros (…) están determinadas”.
Una vez leído el documento de la jura, el Maestro de Ceremonias le iba «soplando» al Rey de Armas la identidad de la persona que tenía que pasar a jurar. El Rey de Armas entonces decía en voz alta el nombre de la persona que había de jurar, que se ponía en pie y se dirigía al altar. En el cuadro vemos que accedían de dos en dos, mientras uno juraba, el otro esperaba a su lado en pie.
Una vez llegaban al altar iniciaban el procedimiento de la jura:
Hacia una reverencia al altar.
Hacía una reverencia a SS.MM.
Se ponía de rodillas sobre una almohada-reclinatorio que había frente a la mesa en la que estaban la Cruz y el Misal, sobre los que ponía su mano derecha.
El Arzobispo le preguntaba: “Como (…) ¿jura de guardar y cumplir lo contenido en la escritura de juramento que aquí ha sido leída?”.
El interrogado respondía: “Si, juro”.
El Arzobispo le decía: “Así Dios lo ayude y los Santos Evangelios”.
A lo que quien juraba respondía: “Amén”.
A continuación se ponía en pié y hacía una reverencia al altar y a SS.MM. y pasaba a hacer el pleito de homenaje de manos, que el Infante D. Antonio hizo directamente al Rey (de rodillas), y el resto ante el Mayordomo Mayor (en pie).
Hecho el homenaje de manos pasaban a besar la mano del rey, la reina y el príncipe de Asturias (previa reverencia) y volvían a su sitio.
Esta es la ceremonia que recoge el cuadro, pero el acto continuó y esos detalles que ya no recoge el cuadro, los obtenemos de la lectura de Gazeta y los Documentos Inéditos y así sabemos que una vez todos hubieron jurado (incluidos los que tomaban juramento) y vuelto a sus puestos, el Secretario de la Cámara, previa reverencia a SS.MM. le preguntó al rey Carlos IV si “en nombre de su hijo” aceptaba el juramento y pleito de homenaje que acababa de presenciar, pedía a los Escribanos de Cortes que diesen testimonio del mismo y mandaba que se tomase juramento a los ausentes. A lo que el rey respondió: “Así lo acepto, pido y mando”.
A continuación el Marqués de Villalcampo pronunció unas palabras que destacaban la relevancia del acto que acababa de celebrarse y daba la enhorabuena a los reyes y al príncipe.
Respondió el rey agradeciendo las palabras del Marqués con lo que se dio por concluido el acto de la jura, no así el ceremonial religioso que finalizó con el Te Deum y la bendición solemne, tras la cual los reyes “se retiraron inmediatamente a su cuarto con el mismo acompañamiento con el que vinieron a la Iglesia”.
Hasta aquí el detalle de una ceremonia muy vistosa y con mucho protocolo de la que tenemos una prueba gráfica muy importante, un cuadro; pero el acto no estuvo exento de problemas con el protocolo como veremos en otro post.
Marcos y bastidores recogen no solo arte, sino también instantes de la vida, en este caso de la vida oficial, como éste que hemos detallado hay muchos otros que iremos viendo, no lo duden.
Fuentes:
Las citadas en el texto y el documento Moda en torno a 1800 que pueden encontrar en el Museo del Traje.
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