Estamos en esos días en los que nuestros jóvenes se afanan por pasar la EBAU y sus padres en que la pasen si o si y entren en la Universidad “a labrarse un futuro” ¡Ay, esa juventud y su futuro profesional! Quien piense que estas preocupaciones son cosa de nuestros días que se tome antes un café y, mientras lo hace, repase estos párrafos (si lo tiene a bien, claro).
Unos amigos tienen a sus hijas en ese momento crítico y a ellos les dedico estas líneas: relax, queridos. Todo tiene un principio y un fin, ayer acabaron los exámenes, en breve tocará empezar con otras preocupaciones, pero ahora mismo: a descansar.
Sobre este tema encuentro en La Ilustración Española y Americana de 30 de agosto de 1881 una crónica de Modesto Fernández y González que lleva por título “La Juventud Estudiosa y las carreras profesionales”, que voy a compartir con ustedes porque me ha sonado muy familiar (y en la que he incluido algún comentario personal, no me he podido resistir).
“En breve se abrirá la matrícula universitaria, y en breve también reanudarán sus tareas profesores y discípulos en los establecimientos oficiales de enseñanza. El curso académico de 1881 a 1882 se acerca, y las familias discuten en estos momentos, momentos de angustia y de vacilación para los padres, la carrera o la vocación científica de los jóvenes bachilleres en Artes”.
“La elección exige examen previo y estudio detenido de las condiciones del alumno, de los recursos de la familia, del arte, oficio o profesión de los padres; la lección supone un acuerdo, casi inapelable, de seguir tales o cuales estudios, que le habiliten el día de mañana para el ejercicio de las artes o profesiones liberales; la elección es, digámoslo así, un acto trascendental en la vida del escolar, que puede decidir de sus futuros destinos”. Salvo casos vocacionales -como el de las dos estudiantes a las que mencionaba en el primer párrafo- los chavales están bastante despistados (al menos los que me rodean). Solo tienen en mente «empezar pronto con las prácticas y trabajar».
“Por desgracia, en España, la elección de carrera se mira con indiferencia y se acuerda con presteza, olvidándose de que las resoluciones aconsejadas por la impaciencia o por el apasionamiento suelen llevar consigo tristísimas consecuencias”. Como diría un amigo mío: doy fe.
“¿Estudian, por ventura, los padres y las familias la organización universitaria, el plan de enseñanza y el programa académico? ¿Se fijan en los gastos que origina una larga carrera y en los sacrificios que impone una larga ausencia del pueblo natal? ¿Reparan alguna vez en la aptitud, en las inclinaciones o en la vocación de los hijos para el noble ejercicio de las artes, de las ciencias de las letras o de las profesiones?”. Las respuestas podrían ser: NO, NO y SI (a la parte de las inclinaciones).
“Hay que reconocer y lamentar en esta materia el descuido y la pereza tradicional de nuestros compatriotas. Atentos más al brillo y al esplendor de las carreras que a los productos alcanzados en el estudio; más predispuestos a un título universitario que a los beneficios del trabajo; entusiastas con la muceta y la borla del doctor y poco encariñados con el taller, con la fábrica, con el campo y con el mostrador, su mayor afán es alcanzar la licenciatura y engrosar las filas de la milicia togada, que, por desgracia o por fortuna tanto abunda en tierra de España”.
“La desproporción que existe entre la concurrencia escolar de las universidades españolas y las extranjeras debe preocupar seriamente a los hombres de Estado. Y no se diga que es alucinación de nuestro entendimiento o escasa simpatía de nuestra voluntad, porque los datos estadísticos acusan grandes, importantes, trascendentales diferencias. Se prueba con documentos, con datos y con números”.
(…)
“Las familias y los escolares suelen ignorar la organización universitaria, el programa de las facultades y la extensión de los estudios. Eligen las carreras sin fijarse en las condiciones del alumno y sin reparar en su vocación en su aptitud y en su voluntad”. Este es un tema recurrente en las conversaciones con amigas y siempre llegamos a la misma conclusión: los padres ignoran y los hijos también.
«¿Qué asignaturas abraza el plan vigente? ¿Cuáles son las propias de cada facultad?» Las facultades entonces eran estas:
- Facultad de Filosofía y Letras.
- Facultad de Derecho.
- Facultad de Ciencias.
- Facultad de Medicina.
- Facultad de Farmacia.
Hoy la cosa se complica un poco, hay tantas facultades y tantas especialidades que les confieso que me pierdo.
(…)
«¿No conviene a la juventud escolar conocer la organización universitaria?» Convendría, si.
«Las carreras de Derecho, Medicina y Farmacia atraen muchos entendimientos en nuestro país, sin que la recompensa sea bastante a sobrellevar tantos sacrificios familiares«.
«Las leyes serán siempre impotentes para dar distinta dirección a los estudios y para variar las costumbres y las aficiones escolares. Las familias, por su propio interés, serán las que obliguen a la juventud estudiosa a seguir otros derroteros, en beneficio de la nación«.
«Los pleitos, los enfermos y las recetas no llegan para tantos abogados, médicos y farmacéuticos que desean trabajar«. Si nos fijamos en las listas de egresados y las del paro, lo mismo hay que darle la razón a un señor que escribió esto en 1881.
«¿Qué hacer en este caso? Los padres y los hijos lo decidirán. A nosotros sólo corresponde dar la voz de alerta a las familias«.
Fuentes: La Ilustración Española y Americana de la fecha citada que encuentran en la Biblioteca Digital Hispánica.
Imagen: La lección de memoria (Ignacio Pinazo Camarlench, 1898) Museo Nacional del Prado.