En esta entrada voy a compartir historias pequeñas, es así como he llamado a gestos de solidaridad y noticias curiosas que fui descubriendo a medida que me metía más en la investigación de la Riada de Santa Teresa (1879) para escribir el artículo que presenté en el VIII CIEPC. Estas historias son de 1879 pero seguro que, si no supiéramos la fecha, algunas podrían ser publicaciones de nuestros periódicos del siglo XXI. Son historias que no aparecen en los libros de Historia, hablan de lucha por la supervivencia en circunstancias adversas, lo que hoy llaman resiliencia y, sobre todo de solidaridad y ganas de ayudar al prójimo.
En este batiburrillo de historias hay un poco de todo: héroes anónimos; filántropos; autoridades que dan la cara desde el principio; aviso a navegantes (al gobierno básicamente); un comentario de cambio climático y sostenibilidad y una historia de amor.
Parto de la base de que los españoles somos un pueblo solidario. Eso ha sido así siempre, a las pruebas de hace más de 140 años me remito; aunque haya unos cuantos elementos que entienden mal la caridad, como decía en la entrada de la semana pasada, en general ayudamos a nuestros semejantes con y cómo podemos. De eso van estas historias que comparto con la idea de que no se olviden.
Un filántropo adinerado
D. José María Muñoz, vecino de Alicante, donó 5.370.000 reales a los damnificados por la riada. Los murcianos le nombraron hijo adoptivo y erigieron una escultura de bronce al final de paseo del Malecón (réplica de la cual puede encontrarse en la plaza de Monserrate de Orihuela). Sus descendientes intentaron incapacitarle por tal dispendio, pero no lo consiguieron. De tal donativo decía La Ilustración Española y Americana de 22 de octubre de 1879 “Hasta ahora solo habíamos visto regalar cantidades de esta importancia en las novelas”. La inundación de estos días en Valencia también tiene sus filántropos, en los medios están. Entre los más conocidos: Amancio Ortega y Juan Roig.
Autoridades que se mojaron
A las 8 de la mañana del 15 de octubre el Gobernador Civil telegrafió informando de la situación, al Rey y al Ministro de la Gobernación. Telegrafió varias veces a lo largo de la mañana, por cierto. También se personó de forma inmediata en el lugar de la catástrofe “organizando los socorros que con imperiosa urgencia reclamaba la angustiosa situación de muchos cientos de infelices que, en el espacio de pocas horas, habían quedado sin pan y sin abrigo” (La Ilustración Española y Americana de 22 de octubre de 1879). Vamos, una autoridad que se mojó, igualito que el Sr. Mazón (es ironía y el tachado es adrede).
Las tropas siempre al rescate
Recojo el comentario textual de La Ilustración Española y Americana de la fecha indicada en el párrafo anterior: “El Sr. General Alarcón, llegando a toda prisa desde Cartagena, a la cabeza de las fuerzas del ejército y de marinería, se ocupaba activamente en llevar auxilios a los desgraciados habitantes de la huerta de Murcia que habían sobrevivido a la crecida de las aguas, salvando a muchos que habían buscado refugio en las cimas de los árboles y en la cúspide de montones de ruinas”. Me consta que la guardia civil también lo hizo desde el primer momento, pero no he encontrado la cita. En el momento que lo haga, modificaré este párrafo.
Un ciudadano ejemplar, el Torrao
Podía haber pasado como un héroe anónimo, pero los medios indagaron y dejó de serlo (lo de anónimo, no lo de héroe). Era un joven, de nombre Rafael García Bermejo alias el Torrao. Durante los primeros momentos de la inundación y, viendo la necesidad de salvar a sus vecinos, fabricó una especie de almadía “con zarzos (especie de tejido cuya trama se compone de cañas y la urdimbre de soga de esparto) una a modo de balsa que guiaba con un palo a guisa de timón (…) Así preparado (…) botó su balsa al río, desafiando la impetuosidad de la corriente (…) salvando de la muerte segura a una mujer medio desnuda que llevaba en brazos a su hijo de corta edad”. El Torrao siguió en su ir y venir por el río y se ocupó, “con loable ardor, y exponiendo su vida, en poner a salvo la de varias personas”. De su gesta queda recuerdo gráfico en el grabado que publica La Ilustración Española y Americana de 8 de noviembre de 1879 y que es la imagen destacada de esta entrada.
Aviso a navegantes: los particulares socorren, el Estado reconstruye
A cada uno lo que le corresponde en la parte del alivio a las víctimas. Los particulares pueden socorrer pero al Estado le compete la reconstrucción de viviendas e infraestructuras, así lo recoge La Ilustración Española y Americana de 15 de noviembre de 1879 cuando señala: “La protección del Gobierno, la inversión de los fondos para calamidades, las obras públicas, el restablecimiento de las acequias, canales y demás vías de riego, la limpieza, la apertura de otras nuevas para conseguir mayor desagüe, y los demás trabajos de este género, corresponden a las administraciones públicas”. Tomen nota los ministerios oportunos porque más claro, agua.
Cambio climático y sostenibilidad en 1879
La Ilustración Española y Americana de 30 de octubre de 1879 incluía este comentario sobre lo que hoy llamamos cambio climático y una propuesta de lo que hoy llamamos sostenibilidad y si no, al loro.
“Mucho pudiera decirse sobre la parte que en catástrofes de esta naturaleza puede atribuirse a la imprevisión con que se han cambiado las condiciones climatológicas de regiones enteras, por el desatentado modo con que se ha llevado a cabo la desamortización de los montes, haciendo desaparecer de ellos el arbolado. Son demasiado conocidas las teorías que Humboldt, Fautrat, Sartiaux, Tisserand y otros sabios han expuesto sobre la grandísima y saludable influencia que la presencia de selvas y bosques ejerce en la producción constante y equilibrada de la humedad, y en su exacta distribución, para dejar de invocarles ahora, teniendo presente que la crecida de los ríos ha sobrevenido tras una pertinaz sequía, que cada año produce mayores daños para la agricultura en aquellas comarcas desnudas de arbolado”.
Y el porqué se obstruyen las tuberías y hace falta maquinaria pesada en las calles
“Ello es que las inundaciones de Murcia y Orihuela revisten caracteres excepcionalmente perjudiciales (…) el limo depositado sobre el terreno por la permanencia de las aguas es, según se cuenta, de una naturaleza arcillosa que, al secarse adquiere una extremada dureza, obstruyendo las acequias y siendo de temer al propio tiempo que su amalgama con las capas laborables cambie sensiblemente la proverbial fertilidad de aquella vega”.
Aquella historia de amor, que tal vez fuera cierta
Decía al inicio que entre las pequeñas historias había una de amor, y no mentía. La noticia aparece en El Imparcial de 1 de noviembre de 1879, diario que dice recoger lo publicado sobre el particular en la prensa murciana y esta es la historia:
“(…) la noche de la inundación, una joven que venía sobre un madero arrastrado por la corriente, fue salvada por un valeroso guardia civil, quien, prendado de la belleza de aquella desgraciada, se proponía contraer matrimonio con ella” Como en Titanic, pero al revés y los dos protagonistas se salvan.
Esto no quedó aquí ya que, a raíz de esta noticia se recibió en El Imparcial un donativo enviado por un vecino de Don Benito (Badajoz) de nombre Manuel Donoso, que consistía en la cantidad de 125 pesetas y “una cama de matrimonio destinada como dote a la mencionada joven, si la noticia dada por la prensa fuese cierta”.
El periódico madrileño se declaraba carente de medios para “averiguar si el hecho [era] cierto” por lo que pedía a los periódicos murcianos “se sirvan a darnos detalles [de la noticia] y el nombre de la joven, a fin de cumplir al pie de la letra las instrucciones de tan generoso donante”.
No seguí esta noticia en la prensa, por lo que no he llegado a saber si lo del amor a primera vista fue una noticia verdadera o lo que hoy llamaríamos fake, pero me dejó tranquila el comentario de que el donativo no se perdería ya que el donante indicaba, en la misiva que acompañaba a su donación, que, si la noticia no era cierta o no se encontraba a la protagonista femenina, “la dote sea aplicada a otra joven que, en concepto de la junta calificadora de Murcia, sea acreedora de ello”.
A modo de conclusión
Llevo varias semanas hablando de inundaciones y de temas no muy relacionados con la línea editorial -si así puede denominarse- de este blog. Lo hago por varias razones, la primera es comprobar que el pasado siempre vuelve, ya sea en forma de catástrofe o de modos de encararla. Otra que no quiero olvidar lo que ha pasado en Valencia, porque no quiero olvidarme de las víctimas. La tercera y no menos importante, la investigación de la Riada de Santa Teresa me dejó muy impactada; fueron muchos meses revisando periódicos antiguos, informes, artículos, etc., tomando notas, escribiendo, conociendo historias que en la Historia general quedan desdibujadas y que a mí me parecieron dignas de recuerdo. La prensa de la época consiguió lo que no consigue la prensa actual, conmoverme.
Fuente de la imagen destacada
Grabado «Murcia.- Acción generosa de Rafael García Bermejo, conocido por «El Torrao», salvando a varias personas en una balsa de cañas en la mañana del 15 de octubre.- Croquis del Sr. Gil Montijano. Publicado en La Ilustración Española y Americana de 8 de noviembre de 1879. Disponible, al igual que todos los medios citados en el texto, en la Hemeroteca Digital Hispánica.