¡Que nadie se asuste!, no vamos a repasar la lista de los reyes godos, solo vamos a hablar de ceremonial en esta etapa de la Historia y en dos supuestos muy concretos: la elección del monarca y la celebración de un Concilio.
A partir del siglo V, la Península pasó a estar regida por las monarquías visigodas, de carácter popular y cuyo poder político residía en la asamblea de todos los hombres libres de la comunidad, que elegían un príncipe o un rey al que conferían parte de ese poder, así como el mando militar supremo y la administración de justicia
“La monarquía visigoda es producto de una triple influencia: de la cultura política germánica […], de la romana […] y de la eclesiástica” (Alvarado Planas, 2005). Su ceremonial tuvo una impronta fundamentalmente religiosa, al ser consagrados los reyes visigodos por los arzobispos de Toledo, considerando su poder y la soberanía como cesión de Dios.
Las clases dominantes en este período eran la nobleza y el clero. Existía una nobleza de corte burocrático y palatino, con una posición social preeminente y cuyos miembros estaban en contacto directo con el rey, llegando a vivir en palacio. Estaban también los nobles de linaje, cuya condición derivaba de su estirpe, de origen godo o romano (Alvarado Planas, 2003). El principal privilegio de la nobleza para el protocolo consistía en intervenir en la elección de los reyes.
El clero también pertenecía a la élite dominante. No importaba el origen de cada clérigo, ya que sólo por pertenecer a este estamento, sus miembros gozaban de los privilegios y las garantías penales y procesales que el Concilio XIII de Toledo decretó para primates, gardingos y sacerdotes.
¿Quién elegía al Rey?
El rey ejercía el poder político de la unidad pública, y era la personalización del reino. Era el jefe supremo de su comunidad, el Regnum gothorum, que aglutinaba a godos y romanos, signo de identidad propia que sirve para legitimar el reino visigodo frente al imperio.
Alarico I instauró una monarquía militar de carácter electivo, sin embargo el origen sacro de la familia de los Balthos, sus éxitos militares y el modelo de sucesión del Imperio, determinaron que la sucesión tuviera siempre lugar dentro del linaje, siendo frecuente la sucesión padres-hijos (Alvarado Planas, 2008)
Leovigildo (568-586) fue el primer monarca visigodo que utilizó el trono, vestiduras y atributos propios de la realeza imperial, vestido con manto de púrpura, corona o diadema, además de la espada, el estandarte, y el cetro. Este mismo rey fue el primero en acuñar moneda con su efigie, facultad reservada a la soberanía imperial.
Los reyes visigodos fueron sustituyendo la sucesión electiva por la hereditaria, facilitando a sus hijos este trámite mediante la asociación al trono, lo que les hacía partícipes de la potestad real en la vida del monarca reinante y aseguraba su elección a la muerte de este último. Sin embargo, los intereses de los nobles eran contrarios al sistema hereditario, y el principio electivo nunca fue abandonado.
En un intento por fijar los requisitos para la elección y la calidad de los electores, el IV Concilio de Toledo en su canon 75 dispuso expresamente que todos los grandes del reino junto a los obispos se reunirían para designar de común acuerdo al sucesor. Este Concilio fue convocado por Sisenando, quien había obtenido el poder alzándose contra el rey legítimo, en un intento de legitimar su posición mediante el refrendo de la jerarquía eclesiástica y de los sectores más importantes de la nobleza.
El mencionado canon prohibía cualquier intento de apoderarse del reino por la fuerza, la provocación de sediciones con este fin y atentar contra la vida del rey. La posición del monarca quedaba consolidada mediante el juramento de fidelidad, juramento que iba encaminado a respetar la persona del rey y a no privarle del trono tiránicamente. Las penas en las que incurrían los que no prestasen el juramento consistían en la confiscación de sus bienes y degradación social.
Tres años más tarde, el Concilio V decidió que la elección recayera en los mayores del Palacio o Corte Regia y en los Obispos; este acto debía realizarse en Toledo o en el lugar en el que había fallecido el monarca anterior.
¿Qué requisitos debía cumplir el Rey?
En el Concilio VI de Toledo del año 638, al aludir en su canon 17 a las condiciones requeridas para ser elegido Rey de los Godos, extendió la capacidad para serlo a todos los que fuesen de estirpe goda y de buenas costumbres, siendo incompatibles para acceder al trono los que procediesen de un pueblo que no fuera de la estirpe de los godos, los que hubiesen sufrido la pena de decalvación, los procedentes del estamento servil, los que hubiesen tomado el hábito monacal ni los que se hubiesen revelado para alcanzar así la dignidad regia, o lo que es lo mismo que hubiesen asumido el trono de forma tiránica. Estas precisiones aparecen recogidas en el título primero del Fuero Juzgo:
No ocupar el trono tiránicamente, es decir, violentamente, sin respetar el derecho del reino: “nen deven tomar nenguna cosa por forcia de sos sometidos, nen de sos poblos […] et en esta manera sera gardada la lee por siempre en todos sos fechos, et en todas suas costumpnes, et en todas suas cosas”. Si así lo hicieren la pena es la excomunión
Ser de fe cristiana y defenderla: “et los príncipes deven ser de la fet christiana, et deven la fet defender del enganno de los iudios, et del torto de los hereges”. Este compromiso de luchar contra la herejía requería un juramento que aparece recogido en el cánon 32 del Concilio VI, que exigía que el monarca “no tome posesión de la regia sede hasta tanto que, entre las demás cláusulas del juramento, prometa no permitir que los judíos violen esta fe católica” (Alvarado Planas. 2008).
Ser piadosos, sosegados y tranquilos: “Convien ser en el juicio muy mansos et muy piadosos, et deven ser de muy bona vida, et deven ser de bon seso”.
Ser de estirpe goda: “de linaje de los godos, et fillo dalgo, et noble, et digno de costumpnes”, noble y de buenas costumbres.
No haber tomado habito religioso, ni ser siervo: “nengun non debe tomar el regno, nen facerse rey, ne nengun religioso […] nen servo”.
(Continuará ….)
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Era un pueblo estupendo, lejos de lo que nos enseñaron el el cole, poco tenían de bárbaros y de las cosas que mas me gustan es lo de la sucesión electiva que fue cambiando por la hereditaria, y que al principio era por aclamación… aplaudiendo.
Reblogueó esto en Alvar Profesor EIPy comentado:
Aprendiendo de los posts de María.