Me hubiera gustado estar en aquella Sevilla de los siglos XVII y XVIII, en la que una procesión del Corpus, de aquellas en las que lo profano y lo divino, salía a la calle. Precedida de un desfile cívico, la procesión religiosa no era ajena a la danza, para crear un espectáculo magnífico. Como tengo la posibilidad “virtual” de hacerlo, acudo, como de costumbre, a la Biblioteca Digital Hispánica y a la Hemeroteca Digital, y allí encuentro una publicación, El Museo de las Familias, de 25 de mayo de 1846 en la que con todo lujo de detalle, puedo seguir la procesión como si estuviera en las calles de la ciudad.
Calles y catedral, preparadas para desfile y procesión
Las calles se preparaban para desfile cívico y procesión religiosa cubriéndose con toldos y piezas de damasco. Especial adorno presentaba la catedral, con su altar de plata y los bancos forrados de terciopelo carmesí, el mismo que cubría con un gran cortinón la puerta de entrada.
Desfile, procesión y mucho protocolo
Para quien investiga en protocolo un evento en el que se ordenan autoridades y corporaciones es una fuente de información importantísima en esa materia. Si además esa ordenación está establecida por tradición y costumbre inveterada su relevancia es aún mayor, ya que supone la existencia de una persona u organismo custodio de esas tradiciones y conocedor de criterios de ordenación; etiqueta necesaria y tipo de ceremonia.
Volviendo a lo que publica El Museo de las Familias observamos que detalla con gran minuciosidad la ordenación tanto de quienes participaban en el desfile festivo, como el de las distintas corporaciones –civiles y religiosas- que lo hacían en la procesión religiosa, señalando que este tipo de procesión tuvo su momento álgido en los siglos XVII y XVIII, época de su “mayor ostentación religiosa”.
Desfile y fiesta precediendo a la procesión
Una Tarasca, carroza sobre la que se situaba una serpiente de siete cabezas (cada una por uno de los pecados capitales), en cuyo lomo se situaba la Tarasquilla un armazón parecido a una torre sobre el que iba un monigote que se movía a voluntad de quienes se ocultaban en el cuerpo de la tarasca. Nos podemos hacer una idea de este «ingenio» viendo los grabados que incluye la entrada Una Crónica del Corpus que publica Bárbara Rosillo en su blog.
Seguía a la Tarasca una familia de cabezudos de aspecto grotesco: el Padre Pendo, la madre Papa Huevo y dos Pandillos con su látigo y pandero.
Tras ellos, en parejas de dos, seis gigantes que medían entre 4 y 5 varas (una vara eran aproximadamente 0,84 cm.); con trajes largos pero de cintura para arriba vestían a la moda y los peluqueros cuidaban mucho del peinado que lucían. Estos gigantes bailaban “la danza de gigantes” acompañados por un tamborilero y dos enmascarados llamados Mojarrillos, dicho baile se realizaba tanto en la catedral como en distintos puntos del recorrido. Los mojarrillos iban vestidos de arlequines y su misión era dar un buen susto a los que estaban un poco despistados, ya que llevaban una vara de la que colgaban tres vejigas llenas de agua.
Les seguían cuatro carros conducidos por cómicos sobre los que se representaban autos sacramentales.
Una procesión religiosa que no es ajena a la danza
Tras estos carros iba la procesión religiosa, que abrían los estandartes de las cofradías a los que seguían los pasos de “San Diego de Alcalá, Santa Justa y Santa Rufina y la Virgen de los Reyes (…) y el paso del Niño Jesús”.
A continuación aparecían “las doce comunidades de los extinguidos religiosos regulares que había en Sevilla” y las veinticinco cruces de las iglesias de la ciudad.
Tras las cruces “el juez de la catedral con su juzgado (…) (y) el vicario con todos los clérigos de las parroquias”.
Seguían tres pasos que eran portados por sacerdotes, los que llevaban las reliquias de “San Leandro, la corona de espinas y el lignum crucis”.
Seguían a estos pasos unos niños “vestidos de jeringonza por el concejo, que al son del tamboril” realizaban una serie de danzas ayudados de unos palillos.
Tras ellos aparecían los Veintenes, que eran “capellanes del coro y beneficiados de la universidad” entre ellos iban distintos grupos de danzantes: de espadas y tamboril; de vihuela; de palillos y clarinete.
A continuación los canónigos de la catedral y el cabildo con su preste, los colegiales, la capilla de música y los Seises “cantando motetes y bailando en algunos puntos, imitando en esto a los antiguos danzantes que bailaban delante del Santísimo”.
La Custodia, un objeto de culto, de gran valor religioso, artístico y económico (de oro y plata, con piedras preciosas), que iba rodeada “por doce clérigos con ornamentos del sacerdocio”.
Cerraban la procesión el Tribunal de la Inquisición, el Ayuntamiento y las tropas.
Una procesión de gran vistosidad, donde la importancia de quien procesionaba se medía por el grado de cercanía al objeto de devoción, la Custodia.
La parte del desfile y danzas se suprimieron en el último tercio del siglo XVIII quedando solo las danzas de los Seises, que han llegado a nuestros días y podemos seguir admirando en Sevilla en esta época.
Los Seises, unos niños del coro que bailan cubiertos
De los Seises nos habla el semanario Actualidades, de 3 de marzo de 1903, y nos dice que “aunque su número en rigor es de seis (…) su número aumenta a diez cuando tienen lugar los bailes en la Octava de la Pureza y en el Corpus”, y se elegían entre “colegiales y acólitos del templo metropolitano (…) siendo educados en el colegio de San Miguel”.
En su traje predomina el color rojo – para el Corpus – y van cubiertos con un sombrero mientras bailan ya sea en la calle o en la catedral. Señala el semanario que el privilegio de ir cubiertos lo tendrán mientras exista ese traje, lo que “será eterno, pues cada año se añade una parte nueva, resultando siempre flamante”.
Fuentes: las mencionadas en el texto.
Manuel Cabral y Aguado, Museo del Prado, Procesión del Corpus en Sevilla (captura de pantalla).
Pérez de Villaamil, Interior de la Catedral de Sevilla, Wikimedia Commons
Grabados de la procesión: captura de pantalla de «Postales y Fotos Antiguas de Sevilla»
Grabado de «Los Seises» Ilustración Española y Americana, 1873. En la Hemeroteca Digital Hispánica.