El 22 de octubre de 1879 -siete días después de la Riada de Santa Teresa- el semanario La Ilustración Española y Americana, dedicaba su número a los estragos producidos por la catástrofe y a las muestras de solidaridad de ricos y pobres. La Ilustración se ocupó de este suceso durante los meses siguientes y lo fue recordando periódicamente durante muchos años.
Catástrofes y solidaridad
Me interesé por este suceso hace más de un año, preparando una ponencia (*) para el VIII CIEPC. La Riada de Santa Teresa fue un desastre que se conoció a nivel planetario, no estoy exagerando, todos los periódicos se hicieron eco e incluso mandaron a sus corresponsales a la zona. Gracias al telégrafo la noticia llegó a las agencias y los medios internacionales difundieron lo que había pasado en el Levante español de forma inmediata. La prensa organizó colectas por todos los lugares y la ayuda para las víctimas llegó de todas partes del mundo.
Durante 2023, mientras preparaba la ponencia, leí la prensa diaria de la época en medios nacionales como El Diario de Murcia, El Imparcial, La Correspondencia de España, El Globo, El Liberal, La Época, etc. e internacionales como Le Fígaro y Gaulois, en el periodo comprendido entre el 15 de octubre de 1879 y el 31 de enero de 1880. A través de los medios -y gracias a ellos- conocí una catástrofe similar a la que vivimos estos días en Valencia y que se centró en la huerta de Murcia. Y también vi la respuesta del pueblo español y sus instituciones, desde el Rey hasta el más anónimo de sus ciudadanos.
Y, como ahora, las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil acudieron al rescate y las instituciones de caridad, lideradas por la Iglesia, se ocuparon de dar comida, ropa y cobijo a quien lo necesitaba. Asimismo, alguien con mucho dinero hizo un gran donativo. La historia se repite.
Víctimas, donativos y filántropos
Recojo aquí algunos párrafos de la primera página de aquel número de La Ilustración Española y Americana:
¡CARIDAD!
Los estragos producidos por la reciente inundación en las fértiles comarcas de Murcia, Alicante y Almería han excitado de tal modo la compasión general; las víctimas de ese gran desastre han encontrado tan generoso y eficaz auxilio en la prensa diaria, cuyas anchas páginas permiten disponer de espacio suficiente para practicar esa obra de caridad con la amplitud que requiere; entre la fecha del tristísimo suceso y la del presente número hay un intervalo tan largo para la rapidez con que hoy circulan las noticias, que, a pesar del hondo sentimiento que nos ha producido la catástrofe, y de nuestro deseo de contribuir a remediarla en lo posible, no vemos manera de ser útiles a la publicidad de un pensamiento que cuenta ya con tantos propagadores, no solo en la prensa, sino en toda clase de círculos, y hasta la esfera privada, contentándonos, por lo tanto, con ofrecerles sinceramente nuestra modesta ayuda, y remitir a la Junta encargada de recibir los auxilios nuestro pequeño donativo.
(…)
No es que prefiramos el cuantioso donativo de quién, favorecido por la suerte, puede en las desgracias públicas hacer ostentación de filantropía, al modesto y conmovedor socorro de quien se priva de lo necesario para echar una pequeña moneda en el cepillo de los pobres. Pero es de tal importancia la donación hecha por D. José María Muñoz, vecino de Alicante, que merece consignarse, pues asciende a la suma de cinco millones trescientos sesenta mil reales nominales en renta perpetua exterior, que equivale próximamente a cuarenta y tres mil duros efectivos. Hasta ahora sólo habíamos visto regalar cantidades de esa importancia en las novelas. La acción es bella, y la realza aún más la modestica con que ha sido ejecutada.
Y también hubo visita con coletilla de protocolo
El monarca viajó a Murcia el 20 de octubre, en cuanto las circunstancias lo permitieron y La Ilustración resumía el viaje en estos párrafos de su primera página:
El pueblo murciano ha recibido al Rey con el entusiasmo que era de esperar; la ovación conmovedora de que S.M. ha sido objeto prueba la conveniencia de esta visita; entre el palacio y la choza hay un mundo artificial, que impide con frecuencia que se conozcan bien los reyes y los pueblos; éstos ven hoy, de un modo claro, que su desgracia no es indiferente a quien tiene el alto encargo de procurar el bien de todos. Por eso lloraban de júbilo, vitoreando al Rey y besándole la mano; espectáculo grandioso y elocuente, que hizo en más de una ocasión humedecer los ojos del Monarca. ¡Lágrima fecunda la que derrama un rey sobre las ruinas de su pueblo!
El viaje de S.M. ha ofrecido al observador un contraste muy digno de estudio.
En la antigua etiqueta de la corte, las recepciones de Palacio consistían en besar los asistentes al acto la mano de sus reyes. Este acatamiento se consideró anticuado o tal vez humillante para los altos personajes que acudían a las solemnidades de Palacio.
Pues bien, el pueblo, que no adula, ha restablecido espontáneamente el besamanos.
Es verdad que hay mucha diferencia entre el beso conmovedor de la gratitud y el beso frío de la etiqueta palaciega.
A modo de conclusión
El desastre, la respuesta y el papel de los medios. A quien escribe estas líneas le ha recordado un suceso similar ocurrido hace 146 años. Aún a riesgo de parecer la cansina histórica y contextualizando el momento en el que se produjo, veo muchas similitudes.
Todo mi afecto para Valencia y sus gentes. A nosotros nos toca ayudar y apoyar, hay muchas formas de hacer llegar la ayuda ¡¡a usarlas!!.
(*) Visitas oficiales y actos de recaudación de fondos tras la riada de Santa Teresa en Murcia en 1879. Disponible en Revista de Estudios Institucionales Vol. 11 número 20 (2024). DOI: https://doi.org/10.5944/eeii.vol.11.n.20.2024.41479
Fuente de texto: La Ilustración Española y Americana de 22 de octubre de 1879. Disponible en la Hemeroteca Digital
Fuente de la imagen destacada: La Ilustración Española y Americana de 30 de octubre de 1879.
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