Tal día como hoy del año 1853 se celebraba una boda imperial. Napoleón III y Eugenia de Montijo contraían matrimonio religioso en la catedral de Notre Dame de París. No era la primera boda para la Emperatriz, no, no me he vuelto loca, hubo una primera ceremonia civil, celebrada en la noche del 29 de enero en el Palacio de las Tullerías, de ahí lo de nocturnidad. De esa ceremonia les hablaré hoy, la religiosa la dejaremos para otro momento.
La Gaceta de Madrid de 4 de febrero de 1853 incluye en el parte no oficial el detalle de la ceremonia civil de casamiento de Napoleón III y la Condesa de Teba, que tuvo lugar en el Salón de los Mariscales del Palacio de las Tullerías, todo un acontecimiento que se siguió en España a través de la prensa y del diario oficial.
Cortejo ceremonial
Señala la Gaceta de Madrid mencionada que Napoleón III y su prometida accedieron al salón de los Mariscales precedidos por: “Ujieres, ayudantes de ceremonias, oficiales de ordenanza, caballerizos, gentiles-hombres, maestros de ceremonias, primer gentil-hombre, gran maestro de ceremonias, montero y caballerizo mayor, mayordomo mayor. Mariscales del Imperio, Almirantes, Secretarios de despacho, Cardenales y Príncipes Imperiales. Cerraban la marcha el Gran Mariscal de Palacio, el Mayordomo Mayor de la Emperatriz, el primer Limosnero del Emperador, el primer Prefecto de Palacio, el primer Caballerizo, el primer Montero, la Camarera mayor de la futura soberana, la Princesa Matilde, la Condesa viuda de Montijo, los miembros de la familia civil del Emperador y las Damas de honor de las Princesas”.
Los novios al escenario rodeados por los invitados
Una vez hubieron accedido al Salón de los Mariscales, los novios ocuparon su puesto en dos sillones idénticos que se habían situado en un estrado elevado. Los acompañantes se distribuyeron de la siguiente forma:
- Detrás de los sillones “los Oficiales y Grandes Oficiales, las Damas de la futura Emperatriz según su clase”.
- A la derecha del sillón del Emperador se situaron los Ministros y a la derecha del estrado “los Príncipes Imperiales y la Princesa Matilde”.
- A la izquierda de la futura esposa: su madre, la condesa viuda de Montijo, el Embajador de España y los miembros de la familia imperial.
- Al pie del estrado, a la izquierda de la Emperatriz, había una mesa sobre la que estaba el libro de registro imperial, en ella se situaron el Ministro de Estado y el Presidente del Consejo de Estado.
Ritual de casamiento
Una vez invitados y contrayentes ocuparon sus puestos dio comienzo la ceremonia que se inició con estas palabras de atención: “En nombre del Emperador”, pronunciadas por el Ministro de Estado. Como respuesta a las mismas Napoleón III y Eugenia de Montijo se pusieron de pie. El Ministro de Estado se acercó a los contrayentes y continuó con el ritual: “Señor, ¿declara V.M. tomar como esposa a S.E. la señorita Eugenia de Montijo, Condesa de Teba, que se halla presente?”, a esta pregunta el Emperador respondió “Declaro que tomo como esposa a S.E. la señorita Eugenia de Montijo, Condesa de Teba, que se halla presente”. Una vez obtenida la respuesta del Emperador, el Ministro de Estado interrogó a la futura esposa con estas palabras: “Señorita Eugenia de Montijo, Condesa de Teba, ¿declara V.E. recibir por esposo a S.M. el Emperador Napoleón III, que se halla presente?”. Eugenia respondió “Declaro recibir como esposo a S.M. el Emperador Napoleón III, aquí presente”. Obtenidas las declaraciones de los contrayentes, el Ministro de Estado añadió: “En nombre del Emperador, de la Constitución y de la ley declaro que S. M. Napoleón III, Emperador de los franceses por la gracia de Dios y la voluntad nacional, y S.E. la señorita Eugenia de Montijo, Condesa de Teba, quedan unidos en matrimonio”.
Firma solemne del acta de matrimonio
El acta de matrimonio se pasó a la firma de contrayentes y testigos, para ello los maestros y ayudantes de ceremonias colocaron la mesa que había al lado del Ministro de Estado y el Presidente del Consejo de Estado y la acercaron hasta los recién casados. El Presidente del Consejo de Estado presentó la pluma con la que debían firmar a los contrayentes, que procedieron como se esperaba. A continuación firmaron los testigos: la madre de la novia, “los Príncipes y Princesas de la familia del Emperador, los Cardenales, Mariscales, Presidentes y Vicepresidentes del Senado y Cuerpo Legislativo, el Embajador de España, el Conde de Morny (…) el Duque de Osuna, el Marqués de Bedmar, el Conde de Galve y el General Toledo”
Tras la boda, al teatro
Una vez finalizada la ceremonia los Emperadores fueron al teatro, donde fueron recibidos entre vítores “¡Viva el Emperador! ¡Viva la Emperatriz!” y asistieron a la ejecución de una cantata compuesta por Mr. Auber especialmente para ellos.
Tras el teatro, tú a tu palacio y yo al mío.
No hubo noche de bodas, al menos no en la noche del 29 de enero. La Gaceta recoge un dato curioso, a las 23:00 horas, y tras volver del teatro, el Emperador se retiró a su cuarto y la Emperatriz “volvió al Elíseo con el mismo ceremonial observado para ir a Tullerías”.
No se por qué pero me he acordado de aquello que estudiábamos en Derecho Canónico, lo de matrimonio rato y no consumado.
A modo de conclusión
Hemos hablado de protocolo y ceremonial en la boda civil de Napoleón III y Eugenia de Montijo, pero no nos vamos a quedar ahí. Vamos a comentar el grabado que recoge ese momento y que es imagen destacada de esta entrada. En el mismo figuran los dos escudos de armas que, como identificación del linaje de los contrayentes, aparecen a ambos lados de la pareja. Cada escudo recoge el pasado histórico de la familia, hay que decir que el de Eugenia gana por goleada, no tenía nada que envidiar al de su esposo. He recordado la entrada que publicaba en este blog el 28 de noviembre pasado y aquel comentario de “¡Mas vale un apellido antiguo que un título moderno!”
Fuentes: las mencionadas en el texto disponibles en la Gaceta Histórica.