«Agua y jabón diarios, aunque no se necesiten» es una frase que pronunciaría Juan de Sevilla -el alter ego de Juan de Dios Orozco– si dejase su Sevilla natal y viajase en transporte público a primera hora de la mañana en este Madrid de mis amores. Además lo haría en voz alta, como aviso a los olvidadizos. Porque si hay algo que aprendemos -o debemos aprender desde niños- es el uso de la esponja, el agua, el jabón y la toalla. ¿Por qué lo olvidamos de mayores?.
Higiene básica, arte con agua y jabón
Estos días se ha celebrado en Madrid la Feria del Libro Viejo y Antiguo y, como no, el Anaquel se ha visto reforzado con nuevos títulos. Uno de ellos es: «Higiene y Economía» de Saturnino Calleja (1901). Un libro de pequeño formato y 78 páginas, que en su momento formó parte de la colección «La Biblioteca de las Escuelas«, en la que se recogían una serie de libros destinados a la Enseñanza Primaria. Por tanto, desde la más tierna infancia los niños eran conscientes de la necesidad de unas normas de higiene que facilitarían su relación con los demás.
El libro comienza señalando que la higiene es «el arte de conservar la salud y evitar enfermedades» (se nota que el autor no viajaba en transporte público porque debería haber añadido «y no ofender la pituitaria de los demás». Por otro lado si la higiene es un arte, agua y jabón son los pinceles y nuestro cuerpo la tela.
Cuidado con el sudor, que produce mal olor
El libro hablaba sobre el sudor y de él decía: «sirve para dar salida a substancias que dañan el organismo y eliminar del cuerpo algunas cantidades de calórico que le es perjudicial«. A lo que en nuestros días habría que añadir «y produce muy mal olor«.
Para eliminar el sudor aconsejaba «el uso de los baños, y cuando menos, la limpieza frecuente de todo el cuerpo con el auxilio de esponjas o de toallas humedecidas» (no confundir con toallitas humedecidas de usar y tirar tan usadas por las mamás de hoy en día). No señala el autor la frecuencia de esa limpieza, pero su uso diario -aunque pensemos que no nos hace falta- es mucho más que aconsejable, ya que los demás tienen -o tenemos- muy desarrollado otro sentido: el olfato, y una membrana, la pituitaria, que se irrita con facilidad ante la presencia de malos olores. Nada mejor que una buena ducha con agua templada, pertrechados con esponja y jabón, y un frotado concienzudo para deshacernos de todo lo sobrante.
¿Hay relación entre higiene y economía?
El autor la encuentra y la explica señalando que: «El aseo o esmerada limpieza del cuerpo, de las ropas, de los muebles y de todos los objetos de nuestro uso es parte importante de la Economía y medio seguro de bienestar y de vida«, por ello las reglas de la Economía «advierten que el gasto y el tiempo que empleamos en la limpieza y en el aseo son reproductivos (aquellos que producen beneficio o provecho), porque evitan otros mayores gastos». Es decir que cuando uno se lava está ahorrando tiempo y dinero, un dato a tener en cuenta por los enemigos del jabón y la ducha.
Moraleja higiénica
Hoy, como hace 117 años, la higiene es muy importante. Podríamos hacer como los gurús que dan las claves de la vida en el siglo XXI y decir aquello de «la higiene, clave del éxito social«. Vamos a ser más discretos y recordar que ir limpios y aseados por la vida es una muestra de respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos. No se si traerá de la mano el éxito, pero sin duda es una norma de buena convivencia y es regla básica del comportamiento social.
Empezar el día con un poco de agua y jabón en las partes clave de nuestro cuerpo es fundamental para relacionarnos con los demás en ese espacio reducido del vagón de metro o autobús, en la oficina, en clase … Hace años había una canción de la que solo recuerdo estas palabras «hay una cosa que se llama jabón, que mata los piojos y quita el olor«