El libro Reglas sencillas de cortesía, de buenos modales y de instrucción para las niñas, escrito por Don Joaquín Roca Cornet en 1871, dedicado por el autor a los Colegios y Establecimientos de Educación, recoge en 100 párrafos y 56 páginas la normativa social básica que debería conocer una niña de la época.
El párrafo 88 recoge la máxima que da título a este post al hablar de la necesidad de que las niñas “de alta alcurnia” recibiesen instrucción tanto en labores de mero agrado como en otras de pura utilidad, dirigidas a que las niñas tuviesen la formación idónea para poder mandar (gobernar, ordenar, imponer, encomendar, etc.) –en un futuro- con criterio suficiente.
Distinguía el autor entre una educación de puro ornato y una de utilidad, reconociendo la necesidad de ambas. La de puro ornato era una educación defectuosa, ya que la mujer así educada no sabía dirigir una casa, limitándose a ser una mujer de salón “inclinada a la holganza y la ociosidad, madre de todos los vicios y propensa al fastidio que suele ser el tormento de los ricos”, lo que hoy llamaríamos una “mujer florero” característica de ciertas féminas que 145 años después no tengo muy claro que haya desaparecido o se haya erradicado.
A las niñas de las clases elevadas se las instruía en materias como: dibujo, pintura, música, bordado, equitación, etc., conocimientos que el autor denomina “de adorno”, pero que, aun así, comenta destacando su lado más positivo. De la pintura dice que “los colores, el lápiz y el pincel ¿qué más grata ocupación para una niña en las horas de solaz y recreo?”; de la música que es para las niñas “el mayor lujo de la educación”; en el bordado “la aguja sirve de pincel para los bellos paisajes”, y la equitación “el complemento de una educación esmerada”. El reconocimiento de la necesidad de conocer estas materias no oculta la recomendación de que las niñas recibiesen instrucción en otras como podían ser: Religión, lectura, escritura y aritmética, junto a “algunas nociones de geografía, historia sagrada y del país”, así como física e historia natural, conocimientos estos que serían para todas tanto un adorno como una necesidad.
Respecto a la lectura el párrafo 100, cierre de la obra, el autor recomienda leer cosas útiles; no condena la novela, pero tampoco la recomienda. Entre las cosas útiles estaban los libros de historia y moral, ya que había que acostumbrarse a “buscar la verdad más bien que la hermosura del engaño”.
Dedica el autor el penúltimo párrafo a hablar de la poesía y las ciencias metafísicas y exactas, reconociendo en la mujer la suficiente capacidad intelectual para desarrollarlas, aunque una mujer con inclinación por estas disciplinas sería siempre “un fenómeno raro” pero admirable y no siempre la mejor compañera del hombre para cuya “ayuda y embeleso” era educada.
Las obras hay que leerlas en su contexto histórico (hace apenas 100 años que las mujeres tienen derecho a votar, y en España aún quedan 15 años para cumplir ese siglo) y observar la evolución de sus planteamientos. Si, hay que reconocer que en nuestros días hay mujeres florero, pero no son las más; afortunadamente para nosotras cada día hay más médicos, ingenieros, arquitectos, físicos, matemáticos, investigadores, ejecutivos, etc. de sexo femenino, realizando tareas que hace un siglo eran propias de hombres; esperemos no tener que esperar un siglo para que reciban el mismo salario que sus homólogos.
Imágenes:
- Victorian parents educating children
- A Governess and her pupils are interrupted by the maid entering the room Date: 1882 Source: Unattributed in Cassell’s Magazine
- Governess and child
- The Governess, Richard Redgrave 1845